sábado, 30 de octubre de 2010

cuento número treintaicinco

Precipitamos todo hasta este callejón sin salida. Es verdad que puede ser que en un futuro, es verdad que las posibilidades siguen latentes pero por alguna razón de cierta forma he perdido la esperanza en esta buscada habilidad para crear amor. No te metas en esas cosas dice L constantemente y creo que en mi se desarrolla esa sensación cansada de ver que el mundo es mucho menos mágico de lo que a veces imagino. Tiré la toalla en eso de la Celestina.
Mirando a mi amigo, quien se encuentra en un periodo complejo de pérdida y de re definir algunas cosas a veces le imagino demasiado solo y a veces me da la sensación que se encuentra un poco triste y no puedo hacer absolutamente nada, porque no sé crear amor.
Ayer le miraba mientras chateaba con el chico nuevo que vive en Madrid, podía ver cómo en la oscuridad la luz de la pantalla hacía brillar los dientes de su sonrisa. Supongo que después de todo cada quién tiene la capacidad propia para producir amor así como cada quien tiene esa capacidad de autocuración, pero que a veces estamos tan sometidos por nuestras propias trampas y por nuestros interminables temores que nos pasamos años enteros sin querer sacar los piecitos a la calle.
El día anterior nos había leído el tarot Osho a los dos, evidenció mis miedos, los mismos miedos viejos y conocidos que no me aterroriza en absoluto mirar a la cara, pero en cuanto sacó su tirada no pudo atreverse a decirme qué era eso que le aterrorizaba tanto que aparentemente había salido sobre si mismo. Aventura dice en la carta de arriba, Aventura.
El día que lo miré sonriendo tuve un sentimiento agridulce. Me sentí triste porque uno no puede presionar el botón de forward en el sufrimiento de nadie, por más que uno lo desee. Me sentí contenta porque pensé que talvez estaba un pasito más cerca de la aventura que antes.

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