Era el día de mi cumpleaños. Mi mamá me había preguntado una semana antes qué era lo que yo quería que ella cocinara. En ese entonces estaba a dieta y era mi fantasía la idea de que el día del cumpleaños de una persona, esa persona tenía que ser la protagonista y por decirlo de alguna forma el tema de la fiesta. Consideré justo y coherente que si yo estaba a dieta, pudiera haber un menú dietético para todos los invitados.
"No habrá postre" le dije, pero había planeado un amplio buffete de ensaladas y aves no grasosas, iba a ser una comida increiblemente deliciosa y ligera como el mismísimo aire.
Para mi mamá había sido un reto terriblemente retorcido porque se encontraba en la mitad de una competencia por ser la mejor cocinera contra sus hermanas, era de esas competencias tácitas de las que nadie habla y nadie dice nada pero que llevan tantos años y tantos sentimientos heridos que cualquier error podría costarle la cabeza. La comida fácilmente rica esta hecha con grasa, condimentos y azúcar. Mi mamá fue presa fácil de su propio ego y no pudo resistirse a probar una receta nueva.
Cuando finalmente llegué a la fiesta miré que en la mesa central descanzaba un postre de chocolate negro, una especie de bizcochito suavemente enrollado sobre si mismo y relleno con finas capas de crema y mermelada de fresa. Horrorizada mudaba mi vista del terriblemente apetitoso pastel a mi mamá y de mi mamá al pastel.
"¿cómo pudiste hacerme esto?" le repetía mentalmente una y otra vez. Tan grave fue la afrenta que tuve que salir casi corriendo al centrito comercial del pueblo. Al encontrarme a una amiga la abracé con tristeza y amargura contándole la historia del pastel.
Ese cumpleaños estuve triste porque en una batalla de su ego y su ansia por la victoria contra su amor por mi, había ganado la parte más fea.
En la noche al salir a despedir al ultimo invitado, me encontré con una delicada flor tallada en madera colocada justo sobre el tapete de la entrada. La cartita decía "Una flor que dura más de un día, feliz cumpleaños". Sabía de parte de quién era, pero extrañamente nunca se atrevió a confesármelo. Finalmente la flor duró mas de un día y todavía permanece erguida sobre mi cuarto, la única flor que hubiera podido hacerme olvidar un apetitoso pastel de chocolate que nunca pude comerme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario