sábado, 9 de octubre de 2010

cuento número catorce

Talvez no sabía manejar el amor, no la había conocido sola nunca. El día que comenzamos a hablar era porque había roto con su novio, un hombre violento y celoso.
Los fines de semana nos subíamos en el cougar blanco con cinco termos rellenos de vodka y jugo. Aún sin hacer nada, las cinco la pasábamos bien, solo en aquella época he disfrutado bailar, talvez porque siempre estaba muy borracha o talvez porque no había expectativas sobre todo lo que iba a pasar, pero cada semana se nos presentaba una historia de amor. Y a pesar de que en el pueblo ya los conocíamos a todos y ya los habíamos besado a todos, seguíamos buscándolos y seguíamos besándolos. Ahi quedaba la cosa y era maravilloso.
En poquitísimo tiempo habíamos desarrollado una extraña química de grupo que no he vuelto a experimentar en ningún otro grupo, estábamos bien todas, estabamos bien en pares o en tercios, nunca salía nadie sobrando y cada quien aportaba algo especial.
A ella le gustaban mis pensamientos, mi pluma y mi pincel. Nos gustaba mucho compartir música y escuchar los éxitos de Bjork mientras descifrábamos la máquina de coser. Salíamos a correr y a patinar hasta no aguantar las piernas y desarrollamos un gusto privado por el té de Chalteco. Nunca había estado sola, no sabía estar sola. La pasabamos bien.
Al final de curso el grupo tenía que desmembrarse, nadie o casi nadie se quedaría en un área cercana, cada quien partía a un país diferente y era una desgracia, quisimos despedirnos en grande. La tía Eli prestó su casa de la colonia Roma y para variar tomamos muchísimo vodka y bailamos como locas sobre la mesa, tomábamos fotos, reíamos mareadas y sin zapatos.
Ella me abrazó preguntándome ¿oye y si lo intentamos?. Nunca me había planteado la posibilidad de estar con una mujer. Tampoco me parecía tan descabellado, pero ella no me hacía hervir la sangre como lo hacía el primo Pablo, Camacho u Omar. Admiro la emotividad, inteligencia y sutileza de muchas mujeres, pero la verdad es que no me ha gustado ninguna. No le dije nada, pero pienso que ella no sabe estar sola y confunde la mutua admiración y la química perfecta con otra cosa. No dejamos de ser amigas ni de querernos un poco. Siempre me había preguntado cuál era la diferencia entre un mejor amigo y un novio. Siempre lo he definido como esa ebullición sanguínea.

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