sábado, 23 de octubre de 2010

cuento número veintiocho

Ella siempre me dio mucho miedo. Tenía esta extraña fijación con todos los hombres que yo quería, era como si por la sola cualidad de ser queridos por mi adquirieran para ella un bonus especial. Recuerdo una ocasión precisamente en que empezaba a fijar mi atención amorosa sobre el tipo alto del salón. Algo que había pensado me dejaría completamente segura era que el chico había la había pretendido a ella por más o menos tres o cuatro años, en los cuales ella había dado pretextos como que lo quería como amigo o que no le gustaba o cualquier cosa, pensé que no existía una serie de circunstancias que me proporcionaran más seguridad que estas.
Comencé con mis lentos avances, habíamos establecido un grupo de salidas entre el chico aquel, su bien parecido amigo y ella. Descubrí que el amigo estaba loco por ella y como era comercialmente guapo sentí que las cosas estaban aún más seguras de lo que había planteado al principio.
Un día en el gimnasio le confesé a ella que él me gustaba y me dijo que le parecía una noticia padrísima porque como pareja estaríamos muy bien y que él había estado tanto tiempo solo y no se cuanta cosa.
Ya sobre la noche estando los cuatro solos vamos el amigo y yo por bebidas y cuál sería mi sorpresa al regresar y encontrarlos dándose un apasionado beso bajo el kiosko del jardín. -¿Porqué decides hacerle caso justo el día que a mi me gusta?- le pregunté una vez.
Creo que fue más desde ese tipo de experiencias junto con el día que me confesó que había coqueteado con mi novio del coro cuando dejé de confiar en la mayoría de las amigas por default. Como comprendiendo que había cierta rivalidad implícita que llevamos casi casi de nacimiento.

Tiempo después mi amiga de siempre que toda la primaria había medido un poquito menos que yo y que había sido siempre tímida y callada, repentinamente como tocada por alguna varita mágica, se había vuelto una ardiente y alta morena. Es extraño el sentimiento que puede inspirar una persona así, pues siendo una persona que amas muchísimo no puedes sentir envidia o sentimientos negativos, pero también al tener esta arrolladora y terriblemente abundante belleza era imposible no sentirse inferior en cierto sentido, es curiosa mi suerte de estar siempre rodeada de mujeres bellas.
A C lo conocí precisamente por ella, pues hubo un tiempo que le gustaba organizar sus excursiones a Guanajuato y verlos a ellos como un grupo completamente nuevo de amigos.
C me comenzó a gustarme mucho en un periodo de mi vida que solo debía pensar en exámenes de admisión y todos mis futuros posibles.
No deseaba pensar en ello y solo quería enamorarme y dejar que todo transcurriera sin angustia ni dolor. En alguno de los viajes me pidieron que tomara una foto de el hombre este, mi amiga y el otro tipo. Mirando por el visor de la cámara me percate de algo que extrañamente no había visto antes que era que aquel hombre estaba terriblemente enamorado de mi amiga. Sentía como mis peores pesadillas comenzaban a revivir nuevamente.
Después, un viaje por el malecón con el mejor amigo. Sentir el aire en la cara y mirar las luces amarillas de la ciudad. Al llegar a la casa ellos estan desaparecidos, mi corazón esta casi roto y asumo todas las cosas asumibles. Cuando regresan ella me cuenta cosas que él nunca me contaría, pero que finalmente me quiere tanto que NUNCA podría traicionarme. En efecto, él la ama a ella, pero ella me ama a mi. Lero lero.

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