jueves, 21 de octubre de 2010

cuento número veintisiete

Ayer cumplió un mes

Cuando veía los Halcones Galácticos o los Thundercats siempre me
pregunté cuál sería la relación que guardaban los personajes entre
ellos. Me llenaba de curiosidad el pensar que todas esas
personalidades estaban planteados en soledad y era la amistad el valor
resaltado durante todas las series, la amistad y el desarrollo de esa
mística individual. Siempre había un protagonista señalado por el dedo
de dios y toda la serie radicaba en verlo caminar hacia la realización
de su destino divino.
Me gustaba imaginar historias y hacer teorías de cómo podría ser vivir
el amor. Todas las protagonistas se encontraban tan solas, eran en
cierto sentido secundarias. Me preguntaba si sería eso que yo conocía
que era compartir mi sandwich con Victor en el recreo e irlo a ver
algunas tardes. Me preguntaba si sería como me gustaba Marty McFly, y
simplemente era adorar como alguien habilidoso físicamente mueve el
aire con su cuerpo, talvez era simplemente parecido a como me gustaban
los cuadritos de Rice Crispies solo que sin el malestar estomacal
posterior al atascón, como ese placer que no conoce saciedad y que
podría llevarse a cabo muchas veces al día, todos los días, sin
hartarse. Uno se pasa toda la vida formulando hipótesis sobre la
prueba y error. Mi mamá siempre me dijo, dalo todo sin esperar nada a
cambio, dalo todo pero no te quedes sin nada para ti. No entiendo muy
bien a qué se refería con ese sobrante que uno se reserva para si
mismo, todo no puede ser todo si algo te sobra.

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