Aprender a encargarte de tus propios trámites es difícil. Me costó muchísimo aprender a limpiar el baño y saber distinguir qué cosas tenía que levantar al barrer y cuales se tenían que quedar en el suelo. Tardé tres años en descubrir que el limpiador del piso era muy importante pues impregna toda la casa, tardé tres años en saber que me gustaba el "Maestro limpio ph neutro". Los primeros meses me quedaba aterrada en las noches, pensando en todas las cosas que tenía que resolver al día siguiente. Extrañaba la cocina de Dioni, sus minuciosos cuidados y el que solo tuviera que preocuparme por mi y lo que me gustaba hacer. Recordaba que pasaba los días mirando el techo, descifrando las figuritas que veía en él, poniéndole nombres y cosas, simplemente mirando el tiempo pasar, sin prisas. El pensamiento de todas estas cosas, que si limpiaba bien el salón, que había que lavar toda la ropa, que la renta se pagaba en los primeros días del mes, estudiar de nueve a nueve, intentar hacer dinero de vez en cuando, aprender a vivir en soledad.
Después de unos meses dejé de dormir. Me acostaba a las 12 de la noche para despertar a las 2 de la mañana totalmente atemorizada. Dejé pasar mucho tiempo hasta sentir que mi cuerpo estaba terriblemente agotado pero que se negaba a dormir, es tan extraña esta ambigua sensación. Comencé a visitar a esta homéopata-psicóloga, una mujer chiquita y flaca que me ponía péndulos de cristal en las puntas del los pies y sobre el estómago. "tu cuerpo esta en vigilia" decía ella, "el cuerpo no quiere dormir pero esta cansado". Tomé todo lo que ella me daba, y nada me hacía dormir, mi cuerpo parecía empecinado con seguir de pie, con lo mínimo de descanzo.
Fue la época en la que llegó mi mamá a visitarme. Le dió un poco de susto que mi pelo se había vuelto muy negro y mi piel muy blanca, decía que mis dientes se habían manchado un poco y pensó que sería lindo que su visita trajera viejos cuidados anque fuera por un par de semanas.
Recuerdo especialmente una tarde que acostada en mi cama comenzó a rascarme la espalda con sus largas uñas, como solía despertarme cuando era pequeña. Mi cuerpo comenzó a sentirse pesado pesado como una piedra sobre un río, a caer, rápidamente hasta tener los ojos cerrados. Ese día finalmente pude dormir interminables horas dejando el insomnio desaparecer bajo las cariñosas manos de mi mamá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario