Ellos son del tipo de pareja que desde afuera se ve muy mal. Ya que ella siempre se quejaba de que él le hablaba feo y que si era un grosero y que no quería escuchar las historias de Jesucristo. El para mi era una persona callada, distante y fría. Lo que sabía de él lo sabía a través de ella. Todo el mundo dice que escogemos a nuestra pareja a partir de nuestros propios modelos familiares. He oido esta afirmación constantemente a lo largo de mi vida, pero he de confesar que la primera vez que lo escuché fue como cuando a uno de esos personajes de las literatura griega le revelaran por medio de una profesía la tragedia de su destino. Yo no deseaba tener un hombre callado, distante y frío y que encima fuera grosero.
Talvez por eso en mi juventud le tenía mucho miedo a los hombres, los miraba recelosa como esas criaturas que guardaban dentro de si mi potencial destrucción, pero al mismo tiempo me llenaba de terror el magnetismo hacia ellos que sentía dentro de mi cuerpo. Pude mantenerme en este punto medio de tener noviecitos diferentes cada semana o cada mes hasta que cumplí veinte años.
Así, se podrá comprender el terrible temor que sentí el día que me encontré cara a cara con mi séptimo sello, el hombre más seco, más callado, más frío y más grosero del mundo. Pero que al mismo tiempo hacía como ya lo he dicho antes, que me hirviera la sangre tan violentamente como no recordaba haber experimentado. Había optado por alejarme de él, porque desde la primera vez que lo vi comprendí de quién se trataba y en el amor como en todas las cosas hay un momento en el que puedes elegir. Elegí el no. Y me metía en mi casa que no tenía ventanas a ver mis videos de Placebo y a producir un portafolios imaginario. De cierta manera me sentía segura.
Pero como todas las profesías, la mía me pisaba los talones pues el hombre frío de repente comenzó a aparecerse en mi casa. Abría la puerta sin saber que era él, pasaba, se extendía en mi sofá y me contaba sus problemas. Esta fase es la más peligrosa en el enamoramiento, pues dependiendo el enfoque del narrador uno puede sentirse profundamente identificado o rechazarlo terminantemente. Talvez de haber sido una persona amorosa, detallista y sencible hubiera sentido rechazo, pero al ser la persona más grosera y distante del mundo, de cierta forma el ser la depositaria de sus más profundos pensamientos me hizo sentir especial y descubrí dentro de mi misma el horrible y nauseabundo instinto de querer cuidarle. Me contemplaba a mi misma con los ojos llenos de pánico ante mi irremediable destino mientras iba callendo, cada vez más hondo.
Y pasé dos agónicos años intentando cuidar al hombre más callado, distante, frío y grosero del mundo hasta quedarme vacía por dentro, escuchaba como circulaban las frías corrientes de aire a través de mis venas, notaba la erosión de mi cara por los salados torrentes de todos los días, la profesía finalmente había matado mis ganas de amar. Pero como uno no puede ir por la vida a medio morir, me pregunté muchas veces cómo podría modificar mi patrón para elegir hombres porque uno nunca puede dejar de ser uno mismo y yo siempre llevaría la profesía a cuestas.
Y así como Isis iba recolectando los pedazos de su esposo Osiris a través del Nilo, yo iba por el mundo recolectando fragmentos de paradigmas de las parejas que me iban gustando. Esperando el día en que pudiese romper la profesía y finalmente dejarme ser amada.
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