Tenía una mala racha, no sabía exactamente qué le pasaba pero parecía infeliz, tenía siempre cierta oscuridad en el semblante. Es difícil comprender ese tipo de cosas en una pareja cuando uno es tan jóven. Algunas veces que salíamos juntos a alguna fiesta siempre estaba triste, siempre había algo que le tenía como callado y ausente. Yo quería darle un par de bofetones para ver si dentro de toda esa penumbra había alguna señal de vida. Nunca me dijo qué era lo que le preocupaba.
La fiesta de Halloween era un día especial para mi desde hacía dos años, había algo que tenía el ambiente, talvez el clima de otoño o que los atardeceres comienzan a ser más coloridos, octubre tiene mi clima favorito. Así, en la dichosa fiesta, que yo le había convencido con muchos esfuerzos de asistir, tenía la cara más triste de todas y aunque sentía el peso de su tristeza, después de tantos meses, comprendía que no había nada que yo pudiera hacer por él. Se desató entonces el Apocalipsis con todo y jinetes el momento en el que entró la morenita de buen cuerpo y que en su cara apareció una resplandeciente sonrisa que hacía mucho no veía. En ese instante se me apagó el corazón como si lo hubiesen metido en la cubeta para enfriar el vino. Salimos al jardín, hablamos, según él no tenía nada que ver con ella sino que solo no estaba agusto conmigo. Me preguntaba ¿qué cosa habría hecho mal? y ¿cómo podría ser la vida tan cruel y terrible para permitir que alguien a quien quieres tanto de repente piense que existe algo más lindo que esa insaciable adoración adolescente?. Mientras rodaba mi cabeza escuché de música de fondo una canción triste de Alex Syntek, y comenzó a derramarse mi corazón roto con silenciosas lágrimas, pero lejos de lo que hubiese pensado, terminó por hacerlo enojar más, porque ¿cómo podía ser yo tan egoista para hacerle más difícil este momento?. No importa. Lo ví bailar con ella toda la noche y lo que para mi era el día más triste y extraño para él era una ocasión afortunada en la que se había quitado un gran peso de encima. El peso aparentemente era yo.
Por alguna extraña razón no lo borré de mi messenger y por si fuera poca mi agonía de no tenerle, tenía que soportar como lentamente me iba revelando que efectivamente ella le gustaba mucho.
Una mañana en la escuela solo se hablaba del nuevo noviazgo. Miraba a estas dos personas agarradas de la mano en el patio del recreo, era la morenita, pero afortunadamente para mi no era quien yo temía el que la tomaba, sino Manuel que nunca le había parecido guapo a nadie más. Adoré a Manuel ese día, porque si al menos él ya no estaba en mi vida, Manuel me había salvado del terrible sufrimiento de tener que atestiguar la triste circunstancia que para mi estaba deparada.
Nunca he hablado con Manuel, ni conozco las cosas que le gustan pero aún así le guardo como contacto 12 años después solo por el hecho de que ver sus fotos simplemente me recuerda a aquella vez que tuve un salvador accidental. Te quiero Manuel, porque elegiste el mejor momento para comenzar a ser atractivo.
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