miércoles, 20 de octubre de 2010

cuento número veinticinco

Aparentemente en futbol hay varios tipos de jugadores y varios tipos
de juego. Usualmente es muy llamativo tener a un goleador estrella,
ese jugador genial cuyo brillo opaca a todos los demás jugadores.
Dicen que el juego perfecto de equipo lo inventó Holanda, donde de
cierta manera la participación de todos y cada uno de los jugadores en
pequeñas dosis aunque quita protagonismo a un posible jugador estrella
hace del equipo una máquina perfecta como podría ser un enjambre de
abejas.
Asi mismo siempre he pensado que este tipo de filosoía podría
reflejarse en cualquier campo, en el trabajo, la familia y la pequeña
familia que es la pareja. Hay algunos sistemas que funcionan con
protagónicos y algunos otros que tienen roles más equitativos y que se
ven disueltos en la contundencia del colectivo.
A mi me habían enseñado que tengo que ser una mujer exitosa e
independiente, me habían dicho que tengo que pensar en mis sueños y en
mi carrera antes que en el amor y los amigos. Cuando lo conocí a él,
ésto era especialmente difícil pues cuando deseas tanto ser el
goleador estrella tu equipo se vuelve invisible y más bien son como
dos partidos librándose en diferentes campos. El día en que Javi nos
corrió de la casa y se puso en aquel estado de neurosis yo me sentí
terriblemente desprotegida y esa noche decidí regresar a México.
El momento en el que lo dije en voz alta me encontré con su cara
triste a cambio. "Creo que esto algún día nos va a separar" me dijo.
Porque él amaba su vida en Europa y yo sentía como si hubiera algo muy
importante en otra parte. Contemplé la escena así, pensando en los dos
goleadores estrella. Me pregunté si eso era posible en una familia de
dos personas.
Cuatro años después en el mes en el que me quedan 40 euros dentro de
la cuenta y la deuda de un billete de metro que supera dicho monto, me
encuentro sentada en una mesita del mc donalds comiendo a hurtadillas
sus papitas fritas. El me mira con una sonrisa y me pregunta si no
quiero que me convide una hamburguesa. Yo estoy muerta de hambre pero
mi educación me ha enseñado a ser independiente y exitosa y el recibir
dinero u objetos ajenos va en contra de ello. "No", le digo, "tengo
que valerme con mis propios recursos, ésto es un lapso totalmente
intrascendente que tarde o temprano terminará por acabar.". "Como tú
quieras".
Al acabar, él se queda con hambre y baja por otra hamburguesa. Cuando
regresa no trae la hamburguesa enorme que tanto le gusta, sino dos
hamburguesas pequeñas con dos bolsitas de papas, las reparte entre él
y yo. "Yo soy tu novio, ¿no cuenta eso como tus propios recursos?". Me
arrebata una sonrisa terriblemente grande y me hace sentir tibio por
dentro. Mientras deboro la hamburguesa que mejor me ha sabido jamás,
me doy cuenta que talvez después de tantos años este hombre que amo
tanto me lleva la delantera pues comprendiendo la clave del juego en
equipo se ha convertido en el verdadero jugador estrella de este
partido.

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