jueves, 7 de octubre de 2010

Cuento número doce

Pasé tres años esperando una plaza en la Facultad de Bellas Artes.
Entre esos años recuerdo sobre todo tres incidentes en especial. El
primero, el día que se me cruzó la escuela de diseño de Eindhoven, mi
segundo año en Barcelona, que tenía talleres enormes, una infinidad de
recursos y aparentemente la vanguardia en su aproach al diseño. Sentía
que tenía que estar ahi. El día que anuncié que deseaba irme y que
estaba trabajando en un portafolios para ser admitida. Aquel hombre al
que le gustaba y me gustaba pero que nunca hablaba conmigo me pidió
que no me fuera. No por él, eso jamás lo habría admitido, sino porque
la Facultad de Barcelona tenía un método de trabajo diferente. Le
hablé de mis miedos al conocer la escuela y algunos comentarios que
circulaban por ahi. Entonces le puso play a un DVD que tenía por ahi.
En el video había un corsette femenino de metal, descanzando firme
sobre una crinolina soldada con alambre de puas. Sobre esta pieza se
proyectaba el juego de luces que reconocí de su ventana y una ópera
dramáticamente bella.
La pieza era suya y había sacado la matrícula de honor de su clase con
ella. "Donde sea que estes, siempre puedes aprender algo bueno, pero
solo si lo deseas."
Decidí esperar un año más.
Después cuando apareció el hombre de las constelaciones de madera
sobre los ojos, mi rescatista voluntario y amoroso, me pregunté si no
estaría aferrándome demasiado a la idea de qué estudiar y dónde.
Le planteé la hipótesis de mi regresando, era casi un hecho.
El hombre sintió pánico y me dijo que si viviera ahi las cosas serían
muy diferentes. Me sentí desilusionada. Pensé que no perdía nada
esperando otro año.
Al año siguiente apareció esta criatura, brillante y silenciosa como
joya perdida, solitario y frágil. Me enamoré terriblemente de él, como
nunca me había enamorado y como no he vuelto a enamorarme, parecía el
hombre que había sido hecho especialmente para mi. Decidí regresar a
casa, no había dudas esa vez.
A la mañana siguiente aparece un mensaje en mi teléfono, "felicidades,
usted ha sido admitido en la Facultad de Bellas artes". Pensé que
posiblemente en algún lugar del universo algún díos me habría creado
con la única finalidad de servirle de divertimento, ironías de la
vida.

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