La primer semana que llegué a esta beca, me sentaba todos los días en la entrada porque odio llegar tarde a las cosas serias. Esperaba entre diez y quince minutos mientras miraba como amanecía. Entonces salía este chico callado y cool del bar, con todo el porte que yo habría relacionado con la gente más popular. Me gustaba imaginarlo en sus glorias pasadas de la preparatoria.
Un día llegué tan temprano que lo vi salir a tomar su café, me invitó a acompañarle. Me da terror conocer gente nueva pero también me gusta entablar conversaciones con desconocidos, así que fui.
Yo le conté de mi proyecto de final de carrera pero no podía distinguir si estaba aburrido u horrorizado, de cualquier modo en ese entonces no podía hablar de otra cosa que no fuera la violencia en México, así que supongo que fue una mala conversación de café.
Todos los días esperaba que abrieran la puerta estas personas que al final eran tres. En ese breve momento nos gustaba quejarnos amargamente de los lunes o festejar cuando llegaba el viernes, ponerle apodos a la gente desagradable o diseñar playas imaginarias donde solo estaba invitada la gente cool. Es increible las cosas que puedes hablar con tan solo 10 minutos. Si dicen que las narraciones de internet estan fragmentadas, ésto era lo más parecido en una conversación real.
Llegó el día de mi presentación final y yo necesitaba un telar para coser libros y un pedestal hecho de madera.
En una de nuestras breves conversaciones me quejé de la cantidad de trabajo que me quedaba por delante para encontrarme con sorpresa al día siguiente con que uno de ellos, el que tenía el humor más ligero que he conocido, había sacado quién sabe de donde este arcáico armatoste que había averiguado que se trataba de un telar. Mientras que el chico del café había traido un pedestal de madera confeccionado por él mismo y bellamente armado con tornillitos color dorado. Nunca he sabido cómo agradecer este tipo de gestos pero ha sido de las veces que me he sentido más afortunada. Ya el día de mi exámen miraba la instalación de mis libros, con dos pedestales creados por personas amadas, los libros construidos por muchas manos y de cierta forma pensé que era un proyecto que no podía salir nada mal porque ya no era un proyecto individual y aunque no lo dijeran los créditos porque no sería bien visto por la institución, en realidad se trataba de un proyecto colectivo.
A esos duendecillos seguramente les hizo tan feliz colaborar como a ti recibir esa ayuda, cuando uno trabaja por amor, su propio trabajo es la recompensa. Todas esas semilllas que has arrojado con delicadeza y cuidado en tantos y tantos campos van a empezar a florecer y me hace feliz pensar que existe una justicia en la naturaleza aunque resulte a veces incomprensible.
ResponderEliminarque bonito comentario, lo he leido tres veces y lo he imaginado graficamente. Mis duendecillos han partido! :(
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