martes, 26 de octubre de 2010

cuento número treintaiuno

No te enamores demasiado de un estilo de vida.
Había pasado que un día gracias a la buena alineación de mis astros en esos meses en que pude conseguir una beca que me permitió aguantar los altibajos bipolares de mi papá y poder sostenerme a mi misma no sobradamente pero al menos con mayor tranquilidad en una vida talvez un poco precaria pero finalmente una vida tranquila.
Tiempo después de terminar mis estudios me encontré a mi misma sumergida en esta vida no especialmente cómoda pero lo suficiente para embargar cierto temor a perderla. El ser humano es esta criatura compleja temerosa e insegura de si misma que va vagando por la vida esperando un lugar seguro donde resguardarse de la lluvia. Cualquier lugar es bueno, él piensa. Así que en ese momento de la vida, en el que me encontraba en ese rinconcito cómodo del universo me daba tanto temor tomar un riesgo, arriesgarse es salir gratuitamente de tu huequito caliente, salir a la lluvia sería pelear nuevamente, pasar angustia, qué pasaría si no encuentro un trabajo suficientemente cómodo. Me daba miedo especialmente la imagen de mis jefes pasados, que odiaban que fuera distraida y que rompiera cafeteras de forma continuada, que no intimidara a los raterillos de tercera de ir con sus pequeños hurtos. Me hubiera gustado explicarles cientos de veces que soy una persona pacífica, que en toda mi infancia no recuerdo haber probado carne en mi casa, que somos todos tranquilos de sangre ligera y que los raterillos me causan mucho temor.
El otro día le fui a ayudar a Regina en su blanca cafetería. Descubrí o bien que Regina sabía mentirme bastante bien o que talvez no era tan mala camarera como yo pensaba. Divisé a lo lejos entonces otro huequito tibio al que acogerme. Talvez puedo ser camarera. No por favor, no por favor, no dejes que el miedo y ese deseado confort me acerquen a esta vida que uno no sueña pero que te permite comer.
Me gustaba la idea de ser ilustradora o incluso de vivir de las pinturas, en el universo en el que a los 16 años de hecho me encontraba bien conectada podía ser posible, en este universo a su vez que diez años después me encuentro sin conexión alguna, talvez ya no esta a mi alcance, talvez no he peleado suficiente.
Que el Cosmos polarice el amor a mi trabajo hacia aquel trazado perfecto del lugar donde se supone debo estar, aunque sea sirviendo cafe. Como el día que desee un trabajo y al día siguiente justo me llamó mi profesora favorita para decirme que me había recomendado con una compañía de estampación. Como el día que tras descubrir que en dicho trabajo exigían demasiados sacrificios apareció esta beca, suficientemente cómoda, suficientemente buena para poder terminar la escuela, deséalo con claridad, se aparecerá a la carta y te darás cuenta si estas listo para tomar el tren o bajar la cabeza.

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