lunes, 1 de noviembre de 2010

cuento número treintaisiete

Estaba muy enojada porque a pesar de haber admitido mi pecado sin culpas ante ella, ella parecía insistir en aquello de marcar territorio. Así que asistía sin falta al lugar donde yo trabajaba para plantarle unos cuantos besos y practicamente fajonearse en mi cara. Una tarde mientras preparaba capuccinos, me pregunté si no lo estaría haciendo a propósito, como una de esas lecciones del libro de códigos femeninos que he olvidado estudiar.
Esa noche le conté a mi mamá lo que ella andaba haciendo y que en realidad era como si me estuviese desafiando a que le mostrara realmente que si quería tenerlo podía ser realmente mío.
"No juegues con fuego" me dijo mi mamá. Y por alguna extraña razón su advertencia se me ha clavado en la memoria desde siempre como una lección de nobleza, porque finalmente yo la consideraba a ella mi amiga y lo que estaba a punto de hacer iba a hacerle mucho daño.
Los vi en el centro comercial, estaba ella subida con sus amigas en el juego de las tazas. Yo contemplaba desde abajo, desde una distancia segura, entonces él me vió y se acercó a mi. Hablamos brevemente pero noté como aparentemente le gustaba tener pequeños contactos físicos. Entonces me enredó en la muñeca su collar de piedritas azules y negras. Noté que ella miraba preocupada desde el juego de las tazas, increiblemente impotente de nada, atrapada en el juego mecánico mientras yo coqueteaba con su novio. Cuando pudo bajarse corría a donde estábamos nosotros, para jalarlo del brazo mientras él estiraba el otro para no soltarme de la mano. Adios adios, pero sentí que ese día, esa noche precisa mientras miraba el collar que me había regalado, que había sido el momento de la decisión. Si me gustas y puedo desafiar lo estipulado solo porque quiero estar contigo.
En la fiesta de Navidad nos declarábamos el triste amor que había llegado tan tarde, y sentía que era como la protagonista de una de estas tragedias griegas cuando en realidad simplemente eras un hombre muy triste que tomaba todo lo que estaba a su alcance.
Creo que esa misma semana, que ella se fue de vacaciones a Acapulco, yo tomé el coche a escondidas y fui a verte, fue la primera vez que te atreviste a darme un beso y me visitaste toda esa semana, hasta que finalmente ella regresó.
Habíamos acordado ponerle punto final porque tú querías estar con ella, pero inconforme seguías llendo a mi casa y llamando compulsivamente en horarios ridículos. Hubo alguna vez que incluso lloraste en mi puerta o pasabas horas esperando que yo saliera, a mi no me gustaba que me vieras de espaldas.
Cansada y triste, unos meses después me di cuenta que no debía quererte porque no eras un hombre bueno, y en el jardín de mi casa rompi tu collar y esparcí las cuentas por el pasto, según yo era una especie de exorcismo que me dejaría libre de todo.
Eres de las pocas cosas que me arrepiento en la vida, contigo aprendí de mi misma que no me gusta traicionar a la gente, aprendí que no se trata de un asunto de moralidad social sino de bienestar propio. No odié lo que dijo la gente de mi sino lo que pensaba de mi misma.
Tres años después te seguías intentando meter a mi email a ver mis cosas, nunca supe exactamente qué era eso que tú querías de mi.

1 comentario:

  1. Cada día me gustan más estos cuentos, creo que hay algo que se transmite en ellos que es difícil de describir, hay sentimientos y emociones que parecen vivos que se cuelan por las pupilas hasta acariciar nuestra alma.Son bonitos.

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