Estabamos sentadas a la orilla de Portugal, tomando un té de los
normales mientras que literalmente contemplábamos el horizonte,
reflexionábamos acerca de nuestra situación amorosa en ese momento.
Hablábamos de un concepto nuevo que no habíamos forjado hasta entonces
el cual era "el compañero de cosas", tú andabas siendo pastoreada por
el austriaco aquel y aunque a mi no me pastoreaba nadie, irremediable
y tontamente quería a mi entonces compañero de piso. Yo me encontraba
en una parte bastante cruda de la situación, en la que ya no me jalaba
ni le jalaba el gustillo del principio sino la costumbre talvez, así
que los recursos sobrantes tanto por mi parte como por su parte
estaban dirigidos a ocasionar daño en cualquiera de sus
presentaciones. Ya no quería seguir intentando que me amase, pero esa
tarde, mientras tomábamos el té extrañamente habíamos tenido la
revelación de que mientras uno tiene amor dentro de su cuerpo hay que
jalar hacia ese centro o al menos es lo que mi cuerpo sabía hacer. De
cierta forma sabía que nunca me amaría, pero era de esos momentos en
los que no tienes una voluntad clara acerca de dónde es ese lugar a
donde quieres ir, entonces te quedas quieto porque es lo único claro
que sabes.
No sé si tomé la decisión correcta esa o la vez que me negué Holanda
por pura intuición, pero casualmente el mejor amigo del primo del
mejor amigo del hermano de mi compañero de piso resultó extraña pero
perfectamente compatible conmigo, no era como el otro tipo que me
atraía con una gravedad vertiginosa y vomitiva, sino que era una
especie de unión en la que tenía la curiosa certeza de que no existía
otra cosa más correcta en el universo que estar con él, supongo que
debe de ser lo más parecido a encontrar a tu alma gemela. Esta es la
única razón por la que pienso, estuvo bien quedarme hasta el final,
porque un encuentro trascontinental y en una coordinación de tiempo
tan atinada (porque finalmente el amor se trata de eso) no podría
haber sido más perfectamente precisa de lo que fue.
El nombre de su ex-algo era Brenda y en ese entonces yo misma tenía
una Brenda que a mi entender si nos hubiéramos encontrado en otras
circunstancias hubiera podido ser una perfectamente admirable persona
sobre todo por el ingenio que utilizaba al hablar y una que otra
decisión estética acertada e interesante, sin embargo la Brenda de
aquel entonces y yo queríamos a la misma persona y esa misma persona
tenía suficiente confort como para no querer reservarse para una sola,
así que la Brenda de ese entonces destinaba su arsenal más mortífero
para mi causa, sin embargo por mi derecho de antiguedad me pensaba con
un territorio que en realidad no tenía y por ello nunca claudiqué
hasta que me claudicaron, pero digamos que simplemente me dejé la piel
en aquella batalla perdida. Desde entonces el nombre de Brenda se me
quedó cruzado por siempre y volviendo al otro hombre, el día que me
reveló que su ex-algo se llamaba Brenda, yo sentí reavivarse los antiguos
fuegos de la batalla y proyecté mis propias frustraciones y mi propio
dolor en el dolor que le estaba ocasionando esa otra Brenda que yo no
conocía.
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