viernes, 12 de noviembre de 2010

cuento número cuarentaiocho

Es el hombre que a veces trae las aguas, sinceramente no recuerdo si antes había otro o si siempre había sido el mismo.
A veces cuando me encuentro con un latino tengo una sensación extraña, porque como todos somos vecinos pobres creo que tiende a haber cierta rivalidad, siempre había escuchado que se piensa de los mexicanos que somos mamones y elitistas, así como nosotros pensamos que los argentinos son orgullosos y demasiado apasionados. Así que cada vez que me encuentro con un latino siento como una barrera invisible de precaución se me levanta enfrente. Al mismo tiempo como gente de sangre caliente mi experiencia con latinos por lo general siempre ha acabado un poco mal, porque tendemos a entablar relaciones muy familiares, intentamos intimar lo máximo posible y a veces eso es peligroso o al menos muy complicado.
Así que estaba este hombre claramente latino trayendo las aguas, su cara era extraña como excesivamente cuadrada pero me daba mucha verguenza porque sabía que había venido cargando todas esas cajas desde dos cuadras abajo por las obras que estan haciendo en la calle, además mis compañeritos no habían dejado el dinero de las mismas y tuve que pedirle que me acompañara al cajero para poder pagarle. El hombre fue conmigo, pasiente y amable y me platicaba acerca de su familia y sus hermanos y de cuantos años había durado sin trabajo y porqué había decidido venir aqui, me dijo que se llamaba Santos.
La siguiente semana me lo encontré por casualidad muy cerca de mi casa. Me saludó con mucha confianza cosa que a mi me hizo sentir incómoda porque solo lo había visto una vez. Entonces me pidió mi teléfono. Y me sentí terriblemente, inexplicablemente triste, como con la misma historia de siempre, pero al mismo tiempo me sentí atrapada, porque había visto que llevaba el teléfono en el bolsillo por lo cual ya no podía mentir, y además sabía dónde trabajaba por si alguna vez quería perseguirme o irme a reclamar de que le hubiera dado un número falso.

Así que ese mismo día, que me llegó un mensaje nocturno preguntando que qué hacía yo esa noche, finalmente decidí fingir demencia e ignorar que esto estaba pasando. Todavía nos quedan cuatro cajas de agua, en estos casos me pregunto cómo sé es una hembra alfa y como se destroza sin compasión alguna.

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