En definitiva le gustaban los hombres raros. El día que nos presentó a su hombre ideal y teníamos frente a nosotros la foto de esta criatura pelirroja tan parecida a uno de esos artrópodos tropicales, comprendimos que había un criterio complejo en su forma de elegir.
El segundo hombre que le había arrebatado el corazón, no había sido el macho alfa escorpión que le gustaba a todas, sino aquel hombre increiblemente rubio que andaba medio borracho en la fiesta a la que había asistido aquella noche. Era tan rubio que parecía una extraña criatura bajada de la luna o un lugar donde nunca pega el sol. Curiosamente tenía algo de parecido con aquel primer hombre pelirrojo y era esa cara de razgos finos pero extraños. Algún día intercambiamos edredones porque el que ella tenía era demasiado largo. Al recibir lo que me tocaba, descubrí finas hebras plateadas a todo lo largo del edredón y me figuraba como si un angel o una viejita se hubieran estado sepillando el pelo sobre mi colcha.
Tenía una especie de juego retorcido que consistía en el típico estira y afloja de la secundaria. Y a veces la buscaba y a veces le decía que no o simplemente no decía nada y no volvía a aparecer.
Una de las veces que decidió aparecer, descubrió que su nueva novia era igualita a ella y que sin saberlo había tenido un gran impacto en su vida. Le gustaba ser protagonista de una gran historia, saberse terriblemente importante era como un varillazo para la posterior inflamación de su atento ego.
Así que regreso a su casa, sentándose en su salita blanca, preguntando qué era lo que quería de la vida y si en verdad todas aquellas cosas la hacían feliz o simplemente habían sido elegidas por otra persona.
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