sábado, 20 de noviembre de 2010

cuento número cincuentaiseis

Me dijeron que había otro mexicano en el taller y que era excelentísimo en su minuciosidad y técnica. No sentía ilusión alguna en conocer mas mexicanos precisamente a los dos meses de haber salido de ahi, pero extrañamente cuando estas fuera de tu país la demás gente se divierte presentándote los mexicanos que conoce, como si fuesen dos conejitos para hacer amigos o algo así. Cuando finalmente me presentaron al mexicano del taller, no hizo gran impacto sobre mi, hizo un par de comentarios sobre sus anillos y sobre una que otra cosa que me hicieron pensar que se trataba de un tipo extremadamente mamón. Era un tipo alto de mínimo 1.90 y extremadamente delgado pero fibroso, se estaba quedando un poco calvo, me pareció un poco cliché que tuviera puesta una camiseta de los pumas. Fue pasando el tiempo y a veces coincidía con él, después de un rato se le fue bajando la pose y comprendí que talvez no era tan mal tipo. Me enteré que andaba haciendo la tesis de final de carrera con el tema del erotismo que era la razón de que solo hiciera mujeres desnudas o cosas así pero que realmente le gustaba desarrollar personajes y monstruos.
Efectivamente tenía una técnica impecable, se veía incluso en un taller tan sucio como lo es el de grabado en el que uno termina con tinta hasta por debajo de las narices y que el hombre este se ensuciaba estrictamente donde debía ensuciarse y ni un centímetro de mas.
Nos hicimos finalmente buenos amigos, mi único amigo hombre en el que conifaba tan ciegamente que nunca intentaría tomar ventaja de mi.
Un día, cuando teníamos que hacer equipo para las labores de estampación me sorprendió que quisiera trabajar conmigo y no solo eso sino que quería que la obra final fuera hecha entre los dos. "Quiero que tú dibujes" y todos en el taller pensaron que era un acto insensato contaminar con mi impura técnica la perfección de sus trabajos. Los compañeros de clase hacían comentarios extraños que me afectaban mucho, se preguntaban porqué él, el Dios del grabado me había elegido a mi tan imperfecta. Le platiqué a él, que todos me consideraban indigna para trabajar con él, a lo que él contestó "esque realmente no conocen cómo dibujas".

No hay comentarios:

Publicar un comentario