jueves, 2 de diciembre de 2010

cuento número sesentaiseis

Cuando David se sentó cerca de él, se quedó muy callado,
excepcionalmente callado tomando en cuenta que le encantaba quejarse
de todo. Entonces cuando finalmente decidió retirarse, David me lanzó
más una afirmación que una pregunta, él es tu amigo no? (y por mi
amigo entiéndase el hombre con el que deseaba acoplarlo en ese
momento), no, él es mi compañero del trabajo. Ah!, en serio?, es gay
no?. No no es gay. Pues yo sentí una vibra terriblemente gay emanando
de él. No era la primera vez que me preguntaban si era gay, y aunque
yo no le consideraba que moviese el aire de una manera sospechosa, el
día que llegó con las cejas depiladas diciendo que era por el calor, a
mi me pareció un tanto misterioso.

Sin embargo el segundo turno de la mañana todo el mundo esta seguro de
que lo es, desde la primera vez que llamó por teléfono a la facultad,
los chicos del punto de información asumieron que lo era, por la única
frase que se le ocurrió profesar, no tengo idea de cuál habrá sido.

El cuarto turno de la tarde, el cual es extremadamente flexible, es
esta chica con pasiones extrañas como los hombres koreanos y todo lo
que tenga que ver con asia, lo ama tanto que este amor resulta un poco
aislante.
El tercer turno me pregunta si es lesbiana.
El cuarto turno me confiesa que le gusta un chico, pero no tiene
posibilidades, se que habla del tercero.
La única sexualidad que no es puesta en tela de jucio es la mía.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

cuento número sesentaicinco

En las pozadas de la escuela siempre alguien se le declaraba a
alguien. Talvez por eso me gustaba tanto diciembre, había algo en el
ambiente que ponía loca a la gente, propicia para confesiones y
decisiones arriesgadas.
Esa noche, todos estábamos emocionados porque en la escuela siempre
llevábamos uniforme y ver a los compañeros en ropa de calle siempre
conllevaba el morbo de conocer un poco más acerca de la intimidad de
una persona.
Así que el día de la pozada de quinto, me puse la ropa nueva que había
comprado con mi mamá, super femenina y poco discreta, en ese entonces
me encantaban las licras vulgares y los tacones, siempre he amado el
negro. Así que tomé el body de cuello redondo y la faldita con la
cintura pegada y los bordes bailarines y me encasqueté en el conjunto
a juego con mis botines negros.
Me gustaba el efecto que solía tener en ese entonces porque nadie más
tenía curvas.
En el salón estaba este chico guerito con nariz puntiaguda y lindos
ojos verdes, a mi no me gustaba pero a todo el mundo si, así que fue
para mi una gran sorpresa que ese preciso día me dijera que me quería
y que sería super lindo que fuéramos novios.
Yo le dije que no con mucho pesar porque nunca he sabido decir que no
a nada. Me sentía la persona más inmoral del universo no por la
faldita o el pronunciado escote o mis piernas expuestas al frío de
finales de diciembre, sino porque había rechazado al tipo más guapo de
la clase.
El sentimiento de culpa se me disipó enseguida para metamorfosearse en
humillación por el propio despliegue de ego hinchado al enterarme que
esa noche le había hecho la misma petición a al menos unas cinco
chicas, entre ellas yo.
Así que no volví a mencionar el tema, pero ese día aprendí que en las
cosas de amor la vanidad y el ego son dos cosas truculentas con las
que uno debe tener cuidado.

martes, 30 de noviembre de 2010

cuento número sesentaicuatro

el ser humano es tan mentiroso consigo mismo que cuando le preguntes
acerca de lo que prefiere y lo que ama, siempre será capaz de mentirse
a si mismo.
Alguna vez me advirtieron, la primera vez el chico alto del
basketball, ten cuidado con él porque me han contado que es muy
mentiroso y la segunda vez me lo advertiste tú, me dijiste que creías
que solo se hacía amigo de las niñas que le gustaban y si tenía tanta
cercanía conmigo era porque posiblemente entraba en la regla.
Nunca le dije que me gustaba porque tenía el corazón roto y con
corazones rotos uno no debe de andar entregando algo que todavía no
recupera, él había sido ese momento intermedio entre el doloroso
pasado y el seguir adelante, porque siempre se tiene que seguir
adelante, lo difícil es encontrar los escalones correctos para
verdaderamente avanzar.
Un día me insinuó que le gustaría una de esas relaciones abiertas y
esporádicas y como en mi vida ya había tenido una dósis
suficientemente intensa de esporádico y abierto incluso la pregunta me
había provocado cierto malestar estomacal, me sentí insultada de solo
imaginar la situación. No, yo ya no soy abierta ni esporádica, ahora
soy viejita, ahora estoy medio muerta.
Pienso a veces que nos presentó sin querer, porque eras una persona a
la que admiraba mucho y yo era esa otra para la que nunca pude
decifrar sus sentimientos pero siempre pensé que me guardaba un
sincero cariño amistoso, creo que no deseaba mucho que tú yo nos
encontráramos porque el mundo con sus dos grandes figuras implotaría
en ese tipo de mágicas casualidades de dos personas que a ciencia
cierta son tan extremadamente compatibles y que se nota sin siquiera
buscar.
Un día contesté su teléfono porque él estaba ocupado, era una mujer
que seca y molesta preguntaba por él, sentí celos en su voz y me di
cuenta que él tenía una relación amorosa con ella, posiblemente ella
pensaba que era su novia o algo asi. Esa semana descubrí que de hecho
tenía relaciones amorosas con medio mundo, pensé que era
extremadamente abierto y extremadamente esporádico y que tenía mucha
suerte de estar cerrada y muerta.
Una semana antes de conocerte me di cuenta que ya te amaba, puede ser
protocolariamente incorrecto, pero simplemente lo sabía.
Un día me contó cómo había intentado estar con una chica que tenía
tatuajes de gatos muertos por todo el cuerpo y que eso le había
parecido especialmente feo. Compartíamos esta anécdota en el taxi
mientras me acompañaba al aeropuerto cuando así de la nada me
preguntó, Luis te gusta verdad?. Le dije que si y estoy segura de
haber registrado una sonrisa involuntariamente enorme con todo y
pómulos, mientras que él solo miraba para abajo y me decía con voz
apagada que le daba mucho gusto.

lunes, 29 de noviembre de 2010

cuento número sesentaitres

Para situarnos en el tiempo diría que fue precisamente cuando estaba la serie Héroes de moda. Recuerdo ésto porque un día me contó que le gustaba juntarse con su mejor amigo para verla juntos. Yo y mi usual malicia habíamos sugerido que estaba pasando algo entre ellos dos y que ahora se le llamaba sesión de series. Muy ofendida me dijo que absolutamente no, que él y ella poseían una relación amistosa tan pura que realmente solo se juntaban para ver series, bueno, como tú digas, pero yo creo que la amistad, no digo cualquier amistad, sino la amistad íntima entre una mujer y un hombre es un hecho imposible porque alguna de las dos partes terminará sintiendo amor profundo por alguien que le ha visto tan vulnerable y como realmente es. Sin embargo en todo este tipo de teorías desencantadas he de aceptar que me encanta equivocarme y que de vez en cuando me digan que no tenía razón y que en efecto la amistad íntima entre un hombre y mujer no solo es posible sino que es un hecho constante y real.

Finalmente yo tenía razón y un año después habían emprendido una larga travesía de tortura amorosa cuando Héroes ya no estaba de moda. Podía adivinar en ella la herida del amor no correspondido y el infinido y doloroso repetir que es estar con alguien con quien nunca vas a llegar a ninguna parte. Me sentí triste por ella, porque uno siempre desea que quien quieres encuentre la felicidad.

Otro año después, nos encontramos con unas personas en las escaleras de la escuela. Aparentemente la niña mamona con el nombre exótico viene discutiendo que esta este hombre al que ella adora y cuya compañía es especialmente íntima y profunda. La íntima amistad entre hombre y mujer no existe le digo. Y mi amiga con la cara más seria del mundo repite la negación con suave movimiento, casi como repitiéndolo para si misma, no, no existe.

domingo, 28 de noviembre de 2010

cuento número sesentaidos

En mi adolescencia sobre todo pensaba de mi misma que era una niña muy fea. No sabía si en algún momento llegaría a ser popular y bonita, pero sabía que estaba en un momento similar a lo que le pasa a los pajaritos tiempo después de nacer cuando todavía no son adultos, que tienen las plumas a medio salir, un tamaño que ya no es pequeño pero tampoco es grande y tienen las caras horribles y confusas, esa era yo, el pajarillo a medio crecer en la peor etapa de la vida.
Sumado a que mis cualidades naturales no me ayudaban mucho porque especialmente en ese entonces tenía la cara demasiado acolchonada y evidentemente había abusado de las pinzas de depilar sobre mis cejas. No sé muy bien porqué pero a la hora de arreglarme nunca supe cuando parar.
Así que imaginarán mi sorpresa el día que aparecieron tres pubertos mucho más jóvenes que yo, se sentaron en los banquitos del café donde trabajaba y me miraban mientras me colocaba el delantal rojo.
-Ella es Jimena, "La Jimena".
Y entre risitas vergonzosas pedían cosas al azar como cocacolas o chocolates. Me enternecía por primera vez en mi vida tener un grupito de fans.
Uno de ellos, el que era el más dulce de los tres se convirtió en mi amigo desde entonces. Alguna vez me regaló una fotografía suya de cuando tenía 11 años la cual guardo hasta ahora y que recordé con mucha melancolía el día que lo volví a ver, a sus dieciseis de la mano con una chavita de su clase. Demasiado adolescente.
Es curioso pensar que cuando uno es pequeño lo olvida casi todo o es simplemente que el cerebro se encuentra en plena formación e intenta más bien aprender a recordar las cosas.
Lo recordaba, él ya no me recordaba a mi. Me preguntaba quién sería ahora.

viernes, 26 de noviembre de 2010

cuento número sesentaiuno

Iba llegando al aeropuerto de México con mis maletas llenas de encargos, ese año me habían pedido dos botellas de Orujo de hiervas, una bolsa llena de butifarras, camisetas y productos del Barça, dulcecitos y toda la consecuente ropa que tuve que empacar para los diversos objetos de los que algunos eran extremadamente frágiles, uno que otro en especial. Así recogí el maletón azúl rey en la banda número once, después salió la maletita con el listón rosa pastel. Era un ser extremadamente diminuto y aparentemente frágil para semejante cargamento.
La cola para los rayos x era tan increiblemente larga. Así que me formé mientras leía la última novela de Haruki Murakami. Al avanzar mis maletas se desparramaban por los costados del carrito, entonces un hombre asiático se me acercó, muy amablemente colocó mis maletas sobre su carrito que era más grande y me regaló una sonrisa cordial y bonita, talvez tendría alrededor de cuarenta años. Intenté hablarle en inglés pero aparentemente no entendía nada, así que caminamos silenciosos por todo lo largo del amplio recorrido. Su pasaporte decía que era chino y mientras transcurría el tiempo me imaginába la hipotética situación que este hombre fuese mi marido. Seríamos uno de esos matrimonios arreglados, me divertía la idea de una chica demasiado jóven caminando cordialmente con un hombre gentil y maduro. Llegamos a los rayos x y me preguntan si vengo con él y yo le digo que no. Intento ayudarlo a cargar las maletas y el hombre no me deja, sube la mía y hasta que me dicen que me vaya se despide con su sonrisa bonita, el amigo de más corta duración que jamás he tenido, extremadamente caballeroso y amable. Cuando veo a mi mamá después de abrazarnos me pregunta que quién era el chinito aquel. " Mi marido de media hora madre, evidentemente"

miércoles, 24 de noviembre de 2010

cuento número sesenta

Siempre pensé que algo de él era parecido a un lobo, los lobos siempre fueron mi animal favorito, porque siempre estan juntos y tienen un trabajo en equipo tan perfecto, son como una familia en la que cada quién acepta su jerarquía y la ejecuta como tiene que hacerlo. El día que encontré el dibujito de un lobo en uno de sus cuadernos me pareció como una señal mágica, ¿porqué el lobo y no cualquier otro animal? quería arrancarlo, enmarcarlo y colgarlo en algún lugar estelar de mi cuarto pero no lo hice.
El había llegado en un momento en el que ya no quería seducir a nadie y casi había aceptado mi destino de vivir sola, morir sola. Así que me conformaba con solo mirarlo como se mira cualquier ornamento. Su humor era bueno, se trataba de un hombre astuto y ligero, a pesar de que aparentemente había tenido sus romances con todo el mundo, nunca me pareció un hombre coqueto.
Hubo un día que cometí el terrible error de comentarle a la más cotizada y depredadora de mis amigas que me gustaba y el porqué me gustaba y como si fuera un premio de feria aquella noche en la fiesta de nuestro amigo se lanzó por él. Me mataba la rabia ver cómo le sonreía y se movía de esa forma rápida pero delicada, era un arte que yo nunca había dominado. El le respondía como era de esperarse, con bromas y risitas. Lloré mucho esa noche mientras los miraba en su oscura esquinita y me preguntaba cómo era que ella disfrutaba tanto teniendo a los hombres que yo quería y porqué eran solo ellos y nada más que ellos los que deseaba cuando podía tener a cualquier otro.
Dejé de mirar al lobo y dejé de quererla a ella. Fue la tercera vez que me lo hizo y la última que decidí tolerárselo. Me persiguió por una semana entera y dentro de mi furia me llenaba aún más de rabia el que fuese detrás mío explicándome cosas que ambas sabíamos que eran mentira.
Un día me confesó, que su obsesión era simple fruto de su ego y punto, el que a mi me gustaran simplemente incrementaba el valor de la presa.
Un océano de distancia se abrió entre mi corazón y ella, pero extrañamente ha sido la única vez que la he sentido sincera.

martes, 23 de noviembre de 2010

cuento número cincuentainueve

Sacó el gen desesivo para simplemente desdeñar el gen alfa. Le parecía que esa herencia que fluía por sus venas y que hacía que las niñitas del kinder la siguieran y obedecieran o que en general la gente le tuviera envidia, al mismo tiempo hacía de las mujeres que si lo tenían unas pequeñas egoistas, no quería ser como su mamá o su abuela que eran verdaderas generalas guerreras. Sentía un poco de compasión por su papá, el dulce hombre dominado y en cierto sentido se identificaba un poco más con su timidez, su ternura y su inteligencia más que con las ansias de dominación.
Lo que no sabía era que al sentirse identificada con este hombre, también arrastraría la misma debilidad.

Dice que era un tipo extraño, mamón y estirado, excéntrico en cierto sentido. Era curioso encontrarse a un hombre vestido con traje y paraguas en los setentas donde todos eran hippies. Tenía ojos bonitos, irónicamente era un hombre peludo pero se estaba quedando calvo, era callado.
Le gustó mucho alguna vez que en una conversación casual dijo un comentario interesante sobre las mujeres, le gustaban los hombres feministas.
Comenzaron a salir y luego se hicieron novios, él tenía un perrito dálmata que era muy agresivo y que alguna vez mordió a alguien, en su casa comían muy mal, aparentemente solo había sopes y gancitos, su casa era como la casa que debe administrar un niño.
Un día ella había querido cortarlo y salir con otras personas. El le dijo que no.
Después se casaron.

lunes, 22 de noviembre de 2010

cuento número cincuentaiocho

Estabamos sentadas a la orilla de Portugal, tomando un té de los
normales mientras que literalmente contemplábamos el horizonte,
reflexionábamos acerca de nuestra situación amorosa en ese momento.
Hablábamos de un concepto nuevo que no habíamos forjado hasta entonces
el cual era "el compañero de cosas", tú andabas siendo pastoreada por
el austriaco aquel y aunque a mi no me pastoreaba nadie, irremediable
y tontamente quería a mi entonces compañero de piso. Yo me encontraba
en una parte bastante cruda de la situación, en la que ya no me jalaba
ni le jalaba el gustillo del principio sino la costumbre talvez, así
que los recursos sobrantes tanto por mi parte como por su parte
estaban dirigidos a ocasionar daño en cualquiera de sus
presentaciones. Ya no quería seguir intentando que me amase, pero esa
tarde, mientras tomábamos el té extrañamente habíamos tenido la
revelación de que mientras uno tiene amor dentro de su cuerpo hay que
jalar hacia ese centro o al menos es lo que mi cuerpo sabía hacer. De
cierta forma sabía que nunca me amaría, pero era de esos momentos en
los que no tienes una voluntad clara acerca de dónde es ese lugar a
donde quieres ir, entonces te quedas quieto porque es lo único claro
que sabes.
No sé si tomé la decisión correcta esa o la vez que me negué Holanda
por pura intuición, pero casualmente el mejor amigo del primo del
mejor amigo del hermano de mi compañero de piso resultó extraña pero
perfectamente compatible conmigo, no era como el otro tipo que me
atraía con una gravedad vertiginosa y vomitiva, sino que era una
especie de unión en la que tenía la curiosa certeza de que no existía
otra cosa más correcta en el universo que estar con él, supongo que
debe de ser lo más parecido a encontrar a tu alma gemela. Esta es la
única razón por la que pienso, estuvo bien quedarme hasta el final,
porque un encuentro trascontinental y en una coordinación de tiempo
tan atinada (porque finalmente el amor se trata de eso) no podría
haber sido más perfectamente precisa de lo que fue.
El nombre de su ex-algo era Brenda y en ese entonces yo misma tenía
una Brenda que a mi entender si nos hubiéramos encontrado en otras
circunstancias hubiera podido ser una perfectamente admirable persona
sobre todo por el ingenio que utilizaba al hablar y una que otra
decisión estética acertada e interesante, sin embargo la Brenda de
aquel entonces y yo queríamos a la misma persona y esa misma persona
tenía suficiente confort como para no querer reservarse para una sola,
así que la Brenda de ese entonces destinaba su arsenal más mortífero
para mi causa, sin embargo por mi derecho de antiguedad me pensaba con
un territorio que en realidad no tenía y por ello nunca claudiqué
hasta que me claudicaron, pero digamos que simplemente me dejé la piel
en aquella batalla perdida. Desde entonces el nombre de Brenda se me
quedó cruzado por siempre y volviendo al otro hombre, el día que me
reveló que su ex-algo se llamaba Brenda, yo sentí reavivarse los antiguos
fuegos de la batalla y proyecté mis propias frustraciones y mi propio
dolor en el dolor que le estaba ocasionando esa otra Brenda que yo no
conocía.

domingo, 21 de noviembre de 2010

cuento número cincuentaisiete

Mi primer amigo de Bellas Artes se llama Borja, es canario y tiene ojos grandes y bonitos, es peludo como los perritos que me gustan. Es mucho más joven que yo.
Todos pensaban que nos conocíamos por como nos llevábamos, desde el principio, era bonito tener a alguien cuando había actividades en equipo o que te apartaran lugar cuando llegabas tarde.
Alguna vez tuvimos que hacer una reinterpretación de un compañero, yo en ese entonces pensaba mucho en mi casa y creía que ese era el vínculo más fuerte que tenía con Borja. Hice un cubo cubierto de pelo con agujeros en forma de ola, porque él venía de una isla y cuando despertaba lo primero en lo que pensaba era que le faltaba ver el mar desde su ventana. El dibujó mi sombra no se si con cinta o con tachuelas por todo lo largo de la pared. Nunca entendí cuál era la reflexión en ello.
Se me hacía difícil llegar temprano a la case de análisis gráfica porque aprender términos de arquitectura y perspectiva es doblemente difícil en un acento cerrado y de pueblo en catalán. Nuestro profesor ha sido lo más cercano que he visto a papá Noel, de hecho, así le llamaban. Por lo mismo siempre me tocaba sentarme hasta atrás.
Había una chica, Lidia. Delgada como un palillo para los dientes y ruda como algún objeto olvidado en el jardín que tras la lluvia y el tiempo se torna oxidado y extraño. Lidia no sé si era ese objeto olvidado o más bien era una niña demasiado mimada, pero siempre dejaba la sensación de que no debías meterte con ella, aún así era una persona terriblemente magnética.
Un día mientras intentaba capturar todo lo posible de mi hostil clase llegó ella y noté el fenómeno extrañísimo de ver que todos se le quedaban mirando. Al notarlo, (me sorprendió aún más) que ella devolviese una especie de sonrisa maliciosa con una cantidad agobiante de confianza. Entre la gente que la miraba estaba Borja. A Borja talvez le gusta Lidia, eso o tienen algo que desconozco.
Tiempo después me enteré que Lidia era la dispensadora de drogas en nuestro grupo y que Borja tenía una enorme dependencia a la marihuana.
El año siguiente Borja tuvo que dejar la escuela, todos sabíamos que había salido demasiado joven de su casa y que simplemente su pequeño vicio había sobrecogido su vida, se despertaba y lo primero que hacía era fumar su cigarrito de marihuana, hecho que le impedía irónicamente levantarse. Es un niño que necesita mucho tener a sus padres cerca, mirar el mar desde su ventana. Me sentí triste el día que se fue, sentí como si una parte de mi (porque en cierto sentido le sentía como parte de mi equipo) se hubiese dado por vencida.
Unos años después me lo encontré en el messenger. Me dijo que estaba bien, que era más feliz, que Barcelona fue demasiado ruda para él. Me confesó que le gustaba Lidia. Jeje

sábado, 20 de noviembre de 2010

cuento número cincuentaiseis

Me dijeron que había otro mexicano en el taller y que era excelentísimo en su minuciosidad y técnica. No sentía ilusión alguna en conocer mas mexicanos precisamente a los dos meses de haber salido de ahi, pero extrañamente cuando estas fuera de tu país la demás gente se divierte presentándote los mexicanos que conoce, como si fuesen dos conejitos para hacer amigos o algo así. Cuando finalmente me presentaron al mexicano del taller, no hizo gran impacto sobre mi, hizo un par de comentarios sobre sus anillos y sobre una que otra cosa que me hicieron pensar que se trataba de un tipo extremadamente mamón. Era un tipo alto de mínimo 1.90 y extremadamente delgado pero fibroso, se estaba quedando un poco calvo, me pareció un poco cliché que tuviera puesta una camiseta de los pumas. Fue pasando el tiempo y a veces coincidía con él, después de un rato se le fue bajando la pose y comprendí que talvez no era tan mal tipo. Me enteré que andaba haciendo la tesis de final de carrera con el tema del erotismo que era la razón de que solo hiciera mujeres desnudas o cosas así pero que realmente le gustaba desarrollar personajes y monstruos.
Efectivamente tenía una técnica impecable, se veía incluso en un taller tan sucio como lo es el de grabado en el que uno termina con tinta hasta por debajo de las narices y que el hombre este se ensuciaba estrictamente donde debía ensuciarse y ni un centímetro de mas.
Nos hicimos finalmente buenos amigos, mi único amigo hombre en el que conifaba tan ciegamente que nunca intentaría tomar ventaja de mi.
Un día, cuando teníamos que hacer equipo para las labores de estampación me sorprendió que quisiera trabajar conmigo y no solo eso sino que quería que la obra final fuera hecha entre los dos. "Quiero que tú dibujes" y todos en el taller pensaron que era un acto insensato contaminar con mi impura técnica la perfección de sus trabajos. Los compañeros de clase hacían comentarios extraños que me afectaban mucho, se preguntaban porqué él, el Dios del grabado me había elegido a mi tan imperfecta. Le platiqué a él, que todos me consideraban indigna para trabajar con él, a lo que él contestó "esque realmente no conocen cómo dibujas".

viernes, 19 de noviembre de 2010

cuento número cincuentaicinco

Era una persona que no solía pasar desapercibida, sobre todo en una
carrera plagada predominantemente por gays, lesbianas y solteronas.
Así que en cuanto este pobre hombre guapo y heterosexual cruzaba la
puerta todas aquellas mujeres le arrojaban la mirada lascivas y
sedientas.
No le recuerdo, no sé si bajo otra circunstancia me hubiese enamorado
de él o si no hubiese querido al otro talvez me hubiera gustado, quien
sabe, pero por alguna extraña razón después de unos meses de
percatarme del efecto que tenía este hombre en el alumnado en general
me sentí afortunadamente únicay extrañamente inmune a sus encantos.
Era un hombre moreno de ojos bonitos por sus largas y negras pestañas,
pero me parecía sospechoso la minuciosa atención que prestaba a sus
accesorios en general, era ese tipo raro de hombre que en general se
asocia más al mundo gay que de solo estudiarlo cinco minutos sabías la
cantidad de tiempo que había prestado decidiendo la corbatita, el
gorrito o los anteojos que usaría ese día, a la par con el chalequito
o el cinturón de bolitas.
Un día se me acercó en la cafetería, preguntando que ¿cómo estaba el
libro de las dinastías egipcias?. Pregunta extraña. A partir de
entonces me saludaba todos los días.
Aquello fue como destapar la caja de Pandora pues las mujeres solteras
se alzaron recelosas en contra mía y se me acercaban esperando que les
presentara al misterioso hombre de los ojos bonitos, en mi cabeza me
imaginaba regenteando al pobre hombre tímido.

Aquella mañana la mujer que nunca me hablaba se había maquillado
inusualmente, había colocado una rayita blanca sobre sus párpados, muy
discretamente pero un gesto que llamó mi atención porque nunca lo
hacía.
"Oye, ¿porqué no le dices al muchacho aquel que se siente con
nosotras?, miralo que solo esta" y yo lo invité comprendiendo entonces
la razón de la rayita blanca.
El chico, que se llamaba Andrés de hecho se volvió mi amigo mas
cercano de esos dos años de historia del arte, alguna vez me contó que
contrario a lo que la gente solía asumir por sus accesorios no solo no
era gay sino que también tenía una novia que se llamaba Gina.
Extrañamente y muy a pesar de la novia, Andrés tenía un efecto curioso
porque todas y cada una de aquellas mujeres estaban completamente
seguras de que esa tal Gina era en realidad una novia imaginaria,
porque nadie la había visto y eso les parecía muy misterioso.

Dejé de ver a Andrés en cuanto dejé la carrera. Pero cinco años
después me encontré a la que había sido mi primera amiga. Me cuenta
que este año acaba y que ha conocido a un hombre Andrés del que esta
segura esta enamorado de ella, que dice que tiene novia, una tal Gina,
pero solo son mentiras, en realidad solo la quiere a ella.

cuento número cincuentaicuatro

Mi primera semana me daba miedo salir a la calle, tenía la extraña
sensación de que me perdería y nunca más podría regresar a mi casa.
Creo que incluso no salí las primeras tres semanas, así que cuando
encontré un mapa por ahi pensé que podría arriesgarme y sali con mis
cosas a conocer el barrio. En ese entonces vivía en el centro de la
ciudad cuando era mas crudo, en la noche había gente muy loca o muy
borracha así que nunca permanecía hasta demasiado tarde. El barrio de
al lado era el raval, que viniendo de un país donde casi no hay
extranjeros y de cierta forma vives contagiado por ese miedo por la
gente del medio oriente que nos ha transmitido Estados Unidos, al
adentrarme en aquellas callejuelas plagadas de Pakistaníes entre un
poco en pánico y comencé a caminar más y más rápido. Caminé unas
cuantas horas hasta que se me acercó una de estas personas, con la
piel oscura oscura y unos preciosos y gigantes ojos verdes.
Te vengo siguiendo desde hace cuatro calles, me pareces muy bonita,
ven a tomar un café conmigo. Y yo, asustada y joven no sabía que
contestar. "No no". "Pero no tienes nada que hacer, vamos". "No no".
Mi experiencia fuera de casa me resultó traumática y no quise volver a
salir hasta el día que me echaron de ahi, decir que no siempre me
había dejado terribles remordimientos.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

cuento número cincuentaitres

De mi amor por Alanis Morissette que no se si fue en ese entonces pero
que había un momento en mi vida, exactamente en quinto de primaria en
el que me gustaba encerrarme en mi cuarto y dibujar escuchando el
radio sobre todo los fines de semana.
Había una estación llamada Estereo Mundo y los sábados en la tarde
pasaban el Pepsi World Chart Show, donde ponían la música que en
teoría era la mejor de ese momento. Me gustaba comprar cassettes
vírgenes e ir grabando lo que me fuera gustando para luego antes de ir
a dormir poner mis buenas recopilaciones y tener sueños bonitos. Fue
en ese momento misterioso de la tarde que sonó el número cinco en el
conteo, la voz femenina más bonita y curiosa que hubiese escuchado
antes, cantando una canción que en cierto sentido me recordaba a Peter
Paul and Mary que era lo que me gustaba en ese entonces, la onda Peace
and Love y soltaba la singular combinación de frases "I'm broke but
I'm happy I'm poor but I'm kind I'm short but I'm healthy, yeah I'm
high but I'm grounded I'm lost but I'm hopeful baby I'm young and I'm
underpaid I'm tired but I'm working, yeah I care but I'm worthless I'm
here but I'm really gone I'm wrong and I'm sorry baby I'm green but
I'm wise I'm shy but I'm friendly baby I'm sad but I'm laughing I'm
brave but I'm chicken shit I'm sick but I'm pretty baby" Estas
acompañadas por el extraño sonido de una harmónica que en cierto
sentido en ese entonces estaba un poco pasado de moda. Así que me
quedé anonadada posteriormente al dramático final de la canción que
por supuesto fue registrada en el mix musical de esa semana. No sabía
quién era aquella mujer que era capaz de conmover y obsesionar de esa
manera a mi jóven corazón, pero al descubrir que era la misma que
cantaba la rabiosa canción de You ought to know que le gustaba tanto a
mi prima, simplemente me quedé eternamente enamorada de ella, desde
entonces lo supe.
Aparentemente el disco en el que aparecía Hand in my pocket fue el más
popular que llegó a hacer y aunque amaba la forma en la que
despotricaba contra la religión y contra los hombres los discos
posteriores que fue sacando me iban gustando más porque dejaba su ira
adolescente por ponderaciones más sutiles pero igualmente profundas,
tenía una capacidad extrañísima de hacer rimas con palabras inusuales.
Alanis Morissette, de repente se convirtió en una adulta frágil que
tras la experiencia y la vida guardaba cierto respeto al dolor (cosa
que antes no tenía) y se contagió de ese mal que a todos nos da a
cierta edad y que nos vuelve temerosos y silentes (por temor a después
mordernos la lengua). El último disco que sacó tenía un claro sabor
domésticoy en cierto sentido me dejó una sensación triste el entender
que mi amazona guerrera de los noventas, la reina rabiosa y gatuna del
pop rock finalmente escribía canciones sobre sensaciones muy caseras.
Y no era que eso me molestase en absoluto, porque finalmente siempre
había escrito sobre los sentimientos y las relaciones pero era talvez
un poco la certeza que su vida que también era su obra se había
convertido en ese lugar llano en el que todos deseamos meternos a
determinada edad, la realidad del confort.
Hace un par de meses, anunció que se casaba, para posteriormente decir
que esperaba un hijo. Me pregunto si alguna vez volverá a sacar otro
disco.

martes, 16 de noviembre de 2010

cuento número cincuentaidos

Yo creo que en la universidad se abre el cuarto de los regalos, hablando de amor especialmente.
Le conocí tres mujeres.
La primera era callada y bonita, se llamaba Rocío. Aparentemente estudiaba psicología y por su porte estaba claro que se trataba de una hembra alfa, de esas que se te imponen con su presencia, aparentemente no le interesaban las chicas modocitas y tímidas como pensé que sería. Ella era agradable y escogía muy bien los momentos en los que hablar, físicamente tenía cierto aire a su madre.
Estuvieron juntos un mes hasta que ella lo cortó y como él era orgulloso y pensaba que no necesitaba en absoluto que le quisieran cuando ella regresó a pedirle una disculpa, él no la aceptó de vuelta.
La segunda aparentemente era una muchacha muy insegura, curiosamente también estudiaba psicología, nunca la conocí físicamente, pero al mes de ser novios él le escribió una carta muy personal y un poco fea, no eran las típicas razones como que no es por ti sino por mi o que si uno necesita tiempo, sino que escribió una carta muy bien estructurada argumentando razones de porqué no podían estar juntos y que había notado que tenía muchas inseguridades y temas pendientes respecto a si misma y que mientras no estuviera cómoda en su propio cuerpo no podría querer a otra persona.
La muchacha se quedó muy triste, y toda la semana después de pedirle su horario de clases al mejor amigo, le fue dejando notitas de color lavanda en todos los lugares a los que tenía programado ir, a todas sus clases, en su buzón, en su cuarto, en los platos de su casa. Me pareció un detalle curioso, talvez demasiado para alguien que conoces de un mes, talvez demasiado para alguien que no quiere estar contigo.
La tercera era una hembra alfa hecha y derecha con los pantalones bien puestos, era la última mujer que se me hubiese ocurrido para él porque le gustaba bailar mucho y las fiestas y los amigos, cosa que era totalmente opuesto a lo que a él aparentemente le gustaba.
Ella era muy agradable, una cajita parlanchina que podías insertar en cualquier situación de estrés.

lunes, 15 de noviembre de 2010

cuento número cincuentaiuno

Mi papá siempre hacía comentarios después de terminar alguna frase
como "que dios la tenga en su gloria, aunque la verdad no lo creo"
para referirse a la bisabuela Luchita. Nunca supe nada en especial de
ella, salvo su célebre calvicie y que era una mujer muy pequeña.
La historia del bisabuelo era aún más misteriosa y llegué a forjar el
pequeño hobby de recolectar teorías e historias acerca de él.
En principio lo que todos sabíamos era que él había nacido en
Barcelona, en la calle Mercé (donde ahora viven todos mis parientes
lejanos) y que era un hombre bastante seco, que no gustaba de hablar
ni de hacer piojito a sus nietos.
Muchos años después de su muerte (yo nunca lo conocí), costó muchos
esfuerzos encontrar a la familia perdida que había dejado en
Barcelona, que resultó ser una estirpe de catalanes que antaño habían
sido célebres artistas encargados del trono papal (o algo así). Una
vieja familia pues. Así que todos nos preguntamos al ser partícipes de
tanta felicidad por semejante encuentro, de cuál habría sido la
supuesta razón de que la comunicación entre mi bisabuelo y sus
hermanos se hubiese perdido.
Alguna vez, en alguna visita el sobrino del bisabuelo le preguntó a mi
papá que qué había pasado con la herencia que había dejado a su madre
y a sus hermanos, para mi papá simplemente encogerse de hombros
diciendo que le preguntaran a la otra ala de la familia que se había
quedado con todo, así que descubrimos que el bisabuelo era en realidad
el bandolero de Barcelona y que le había robado todo a su familia.
El tío Lau decía que esa teoría era incorrecta, que la verdad de
porqué había desaparecido la comunicación era que él había osado
casarse con una mexicana y que en ese entonces los mexicanos eran
vistos como indios pata rajada y que era una gran afrenta a la
alcurnia de una familia tan viejay tan honorífica.
Tiempo después, muchos años, platicando el día de mi cumpleaños con la
nieta de semejante personaje, me contó que todas esas teorías eran
mentira, porque el Bandolero en realidad tenía un excelente puesto de
trabajo, tenía dinero y estabilidad. Ella pensaba que la verdad era
que todos sabían que había dejado una novia en España y que nunca
había podido volver por ella, casándose con esta mujer que ella
describe como "malamada", la misma de quien saqué la estatura y por
quien según mi papá me quedaré calva precozmente. Dice que siempre
estuvo celosa, por aquella mujer que no veía pero que tenía cautivo el
corazón de su esposo.

domingo, 14 de noviembre de 2010

cuento número cincuenta

Se trataba de un hombre que leía el futuro atravéz de preguntas. Se hacía una especie de triángulo entre él, la otra pitoniza y las personas que estuvieran involucradas en la pregunta. Le pregunto algunas cosas del trabajo que ya no recuerdo y le pregunto si seguiremos juntos. La pregunta tiene que ser respondida a través de él. Yo espero que me mire molesto porque he preguntado eso, pero no me mira y sigue hablando. El hombre que leía el futuro si me mira, pero no me puede responder. Entonces me mira él y se molesta como yo esperaba, responde pero ya no recuerdo la respuesta.
Después aparezco en las aulas de primaria, de cuando íbamos en sexto y esta Ramón o alguien así, es la primera vez que sueño que los de la generación son mis amigos. Siento que en los sueños esta la respuesta de muchas preguntas, es una lástima que se olviden tantas cosas en el inter.

sábado, 13 de noviembre de 2010

cuento número cuarentainueve

Cuando llegué aqui, solo conocía a Adrian y a Carlota, que era una misionera muy católica. Con Adrian a veces iba al cine o caminábamos por la ciudad, realmente no nos conocíamos tan intimamente pero era lindo. Con Carlota se hizo una relación curiosa, porque me invitaba a todos sus eventos católicos y religiosos, no recuerdo si alguna vez me habrá preguntado qué era lo que yo creía o simplemente me respetaba, pero yo era atea. Aún así, yo también guardaba mucho respeto por todas esas religiones que no eran la mia, así que realmente me encantaba asistir a todos esos eventos de católicos.
Un día me invitó a un espacio de exposición, había gente muy linda que en los descanzos hacía chistes sobre ateos, me parecía divertida esa situación, nadie sabía de mis creencias.
A veces el espacio necesitaba voluntarios, para hacer cualquier cosa, como pintar las paredes o coser cortinas. Me encantaba ir también porque había mucho chico guapo, sin embargo nunca me esperé ver el día en que llegó Carolina. Era una mujer colombiana, mayor que yo, con el pelo largo y oscuro, seria como una hembra alfa y terriblemente inteligente. Fue la única vez que en verdad dudé acerca de mis preferencias amorosas, porque esta mujer tenía una energía tan increiblemente arrolladora, no sabía si era en realidad que me gustaba o simplemente la admiraba demasiado.
Ella era escritora y sus poemas eran intensos y maduros. Cuando los escuchabas se te quedaba una sensación de solemnidad como si te rajaran la piel protegiendo lo tuyo, eran una sensación extraña sus poemas.
Un día en la noche que íbamos al lugar de la exposición de los performances ella caminó conmigo y me preguntó que cuál era mi fé. Siempre me ha dado verguenza comentárselo a la gente porque a veces se clavan pensando que el que tú creas en algo es negar lo que ellos creen cuando uno cree lo que le nace y no puede hacer otra cosa. Sin embargo se lo dije. Se quedó callada unos minutos para posteriormente concluir. Creer diferentes cosas es buscar y la búsqueda siempre es buena.

viernes, 12 de noviembre de 2010

cuento número cuarentaiocho

Es el hombre que a veces trae las aguas, sinceramente no recuerdo si antes había otro o si siempre había sido el mismo.
A veces cuando me encuentro con un latino tengo una sensación extraña, porque como todos somos vecinos pobres creo que tiende a haber cierta rivalidad, siempre había escuchado que se piensa de los mexicanos que somos mamones y elitistas, así como nosotros pensamos que los argentinos son orgullosos y demasiado apasionados. Así que cada vez que me encuentro con un latino siento como una barrera invisible de precaución se me levanta enfrente. Al mismo tiempo como gente de sangre caliente mi experiencia con latinos por lo general siempre ha acabado un poco mal, porque tendemos a entablar relaciones muy familiares, intentamos intimar lo máximo posible y a veces eso es peligroso o al menos muy complicado.
Así que estaba este hombre claramente latino trayendo las aguas, su cara era extraña como excesivamente cuadrada pero me daba mucha verguenza porque sabía que había venido cargando todas esas cajas desde dos cuadras abajo por las obras que estan haciendo en la calle, además mis compañeritos no habían dejado el dinero de las mismas y tuve que pedirle que me acompañara al cajero para poder pagarle. El hombre fue conmigo, pasiente y amable y me platicaba acerca de su familia y sus hermanos y de cuantos años había durado sin trabajo y porqué había decidido venir aqui, me dijo que se llamaba Santos.
La siguiente semana me lo encontré por casualidad muy cerca de mi casa. Me saludó con mucha confianza cosa que a mi me hizo sentir incómoda porque solo lo había visto una vez. Entonces me pidió mi teléfono. Y me sentí terriblemente, inexplicablemente triste, como con la misma historia de siempre, pero al mismo tiempo me sentí atrapada, porque había visto que llevaba el teléfono en el bolsillo por lo cual ya no podía mentir, y además sabía dónde trabajaba por si alguna vez quería perseguirme o irme a reclamar de que le hubiera dado un número falso.

Así que ese mismo día, que me llegó un mensaje nocturno preguntando que qué hacía yo esa noche, finalmente decidí fingir demencia e ignorar que esto estaba pasando. Todavía nos quedan cuatro cajas de agua, en estos casos me pregunto cómo sé es una hembra alfa y como se destroza sin compasión alguna.

cuento número cuarentaisiete

En definitiva le gustaban los hombres raros. El día que nos presentó a su hombre ideal y teníamos frente a nosotros la foto de esta criatura pelirroja tan parecida a uno de esos artrópodos tropicales, comprendimos que había un criterio complejo en su forma de elegir.
El segundo hombre que le había arrebatado el corazón, no había sido el macho alfa escorpión que le gustaba a todas, sino aquel hombre increiblemente rubio que andaba medio borracho en la fiesta a la que había asistido aquella noche. Era tan rubio que parecía una extraña criatura bajada de la luna o un lugar donde nunca pega el sol. Curiosamente tenía algo de parecido con aquel primer hombre pelirrojo y era esa cara de razgos finos pero extraños. Algún día intercambiamos edredones porque el que ella tenía era demasiado largo. Al recibir lo que me tocaba, descubrí finas hebras plateadas a todo lo largo del edredón y me figuraba como si un angel o una viejita se hubieran estado sepillando el pelo sobre mi colcha.

Tenía una especie de juego retorcido que consistía en el típico estira y afloja de la secundaria. Y a veces la buscaba y a veces le decía que no o simplemente no decía nada y no volvía a aparecer.
Una de las veces que decidió aparecer, descubrió que su nueva novia era igualita a ella y que sin saberlo había tenido un gran impacto en su vida. Le gustaba ser protagonista de una gran historia, saberse terriblemente importante era como un varillazo para la posterior inflamación de su atento ego.
Así que regreso a su casa, sentándose en su salita blanca, preguntando qué era lo que quería de la vida y si en verdad todas aquellas cosas la hacían feliz o simplemente habían sido elegidas por otra persona.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

cuento número cuarentaiseis

Alguna vez llevaba un corte nuevo con un flequito lacio como de niña. Le dije que era bonito, respondiéndome con algo que parecía una palabra, pero le había salido como una especie de sonido pastoso. Es de esas personas que llevan la palabra gay escritas sobre la frente en letras mayúsculas.
Describe a su expareja con una analogía con el color azul prusia, pienso que se equivoca.
La expareja ha comenzado a querer a un hombre nuevo, y es como si el mundito de esta persona se viniera a bajo. Extrañamente siento cierta empatía con este personaje, me recuerda a la época en la que te quería tanto que deseaba que sintieras celos de todos los hombres del mundo pero tu indiferencia me resultaba insultante. Debería posicionarme del lado del protagonista como siempre pero me gustan más los antagónicos. El día que leía detenidamente todas las cavilaciones mentales de este personaje y mirar que era simplemente un actor sobre un cruel escenario me hacía sentir tristeza.
"Talvez vuelva con él" me dijo ayer. Yo no creo que vuelva, estoy casi segura que no va a volver, cuando se ama tanto hay cicatrices que no se borran, lo sé yo que estoy llena de lineas. El siente que el tiempo le deja atrás, y reacciona como cucaracha panza arriba, ¿crees que sea tarde?. Nunca es tarde, pero cuando se pasa tanto tiempo apartado de una persona emocionalmente la cabeza se va para otro lado, como cuando movida por el recuerdo buscando a Mike muchos años después me sorprendió la bidimensionalidad de su conversación. ¿En serio te quería tanto?. No se separan del todo, pero el otro ya esta en otro país.

martes, 9 de noviembre de 2010

cuento número cuarentaicinco

Era la época en la que comenzaba a pensar varias veces al día, si
hubiera puesto el pie por aqui seguro en un universo paralelo me
habría caido, si alguien me hubiera empujado, en otro universo
paralelo no habría llegado a mi cita, si hubiera pasado cinco minutos
más cepillándome los dientes, hubiera coincidido con x persona o
talvez hubiera encontrado el metro vacío, talvez no hubiera olvidado
mi paraguas. Como el día que el Corsar blanco se quedó sin gasolina y
decidí llamarle a mi mamá, llegó justo tres minutos antes de que por
azares pasara Coco por ahi a ver en qué podía ayudarnos, en otro
universo paralelo me hubiera dado un aventón a mi casa y quien sabe,
como el día que te vi en el metro con la sonrisa como filo de cuchillo
me reía de mi misma pensando en la oportunidad tan increiblemente
buena que me disponía a perder. Si te hubiera dicho que si, en ese
instante solo de decisión, en otro universo paralelo hubiéramos
platicado y quien sabe, talvez hubiera descubierto tu color favorito.

lunes, 8 de noviembre de 2010

cuento número cuarentaicuatro

Del desconcertante día en que pensaba que quería a un hombre, siendo
que en realidad estaba obsesionada con su peinado. O al menos eso es
lo que concluyo mirándolo a posteriori, porque después de unos meses
como le pasa a cualquier persona que se sobrepone al enamoramiento, el hombre perdió todo lo encantador y lo buena persona y se reveló como el enjendro caprichoso que era.
Posiblemente en mi interior haya habido algo aún más retorcido que eso porque ¿qué
peor cosa existe en este mundo que no solo ser un enjendro caprichoso
sino atarse a sí mismo a tener que tolerar a uno?, pues esa era yo,
retorcida y sadomasoquista.
Después de un tiempo creo que ya ni le quería o admiraba y tampoco
sentía las mariposas en el estómago cuando lo veía, pero se había
convertido en una costumbre tan vieja que era difícil dejar de
ejecutarla en el día a día, como tomar el cafe en las mañanas o el
bizcochito del medio día que tanto me hacía engordar, él era el vicio
que tanto deseaba erradicar.
Tú andabas de visita aquel verano, y habías traído la temporada final
de Dawson's Creek que yo no había visto, así que por aquellos días
estabamos obsesionadas con el personaje medio regordete, Pacie, y nos
gustaba pensarlo así, imaginario e ideal porque cuando veíamos a un
hombre que se le parecía un poco, nos emocionábamos como pequeñas
grupies quinceañeras y en cierto sentido era un momento que nos unía
mucho.
El tenía un sentido de posesión sobre mi, no me amaba estaba segura,
pero por alguna extraña razón sentía celos cuando alguien más sí lo
hacía y cuando parecía en mi corazón vislumbrarse la sombra de otro
hombre u otros hombres. Así que el día que estábamos en la fiesta de
Xalapa en la que por alguna extraña alineación astral todas las chicas
eran feísimas y así mismo apareció un tipo igualito al personaje de
Dawson's Creek, mi corazón de grupie gritaba emocionado que ése era mi
verdadero propósito en ese viaje perdido y doloroso, y que aún no era
tarde para poder divertirme. El hombre fue directito a mi y se sentó a
mi lado y resultó que estaba estudiando derecho, la verdad es que
nunca me habían gustado los abogados porque pensaba que era una
carrera muy aburrida, pero le gustaban los foo fighters y tenía la
futura fantasía de hacer una revista. Así que me subí a su coche y nos
fuimos de paseo porque quería mostrarme la parte más bonita de Xalapa,
yo iba un poco borracha y extremadamente feliz de sentirme libre,
regresamos a la fiesta y antes de bajarme del coche me dio un beso.
Fue entonces que extrañamente y en frente de la dichosa novia a él le
dio un arranque de irracionales celospara posteriormente encerrarse en
su coche. Así que la novia, que no sé cómo estaría explicándose eso a
su vez en su cabeza, me fue a buscar para regresar a la casa.
Ya en la noche mientras paseábamos al perrito y él no me hablaba, yo
intentaba explicarle de cómo había decidido seguir adelante con mi
vida como había hecho tan bien él, que yo le había querido mucho pero
que él ya estaba con otra persona. De toda la conversación lo único
que pudo grabársele fué que yo le quería, así que corriendo fue con la
novia diciéndole que yo le había dicho que le amaba pero que él no
quería estar conmigo sino con ella y me sentí terriblemente estúpida
de estar de pie en aquel territorio enemigo, buscando Pacies en
fiestas casuales e intentando encontrar un poco de júbilo en toda
aquella odisea dolorosa a la que yo misma me había sometido. No
conforme, al día siguiente se ofreció a cortarme el pelo, cosa que
usualmente hacía muy bien, sin embargo esa vez, el día que había
quedado de salir con el chico de la fiesta, decidió cortarlo mal y
sobra describir lo espantosa que me veía.

domingo, 7 de noviembre de 2010

cuento número cuarentaitres

De cómo en un pueblo tan pequeño podían darse tantas relaciones extramaritales. Talvez precisamente porque era un pueblo pequeño y en las ciudades la relación entre la gente es mucho más fría. Creo que en general la gente no puede soportar un poco de intimidad sin la voracidad de desearlo todo, talvez es la naturaleza curiosa y que siempre en el fondo de uno descanza esa pregunta ¿porqué no?.
Pues posiblemente tanta gente se lo haya preguntado tantos miles de veces, porque estaba este profesor regordete y medio rubio y como eso de los rubios en un pueblo de razgos oscuros como lo es méxico, los rubios siempre han causado un furor impresionante. Aparentemente este profesor sabía de la ventaja que tenía sobre nosotros, las personas morenas, porque un día que mi hermano iba bajando de secundaria, al pasar por la oficina de la directora, se quedó anonadado contemplando a esta mujer mayor y casada sobre las piernas del rubio profesor. Se talló los ojos y se dijo a sí mismo que talvez era uno de esos sueños extraños que la mente de uno inventa solo porque si. Así que desvió la vista y siguió caminando a donde fuera que estuviera llendo.
Un par de años después, la secretaria de secundaria, la eterna solterona, estaba embarazada y quedó el pueblo sorprendidísimo el día que el niño nació, rubio y con una réplica casi exacta de la cara del profesor. ¿Cómo puede ser eso posible?, de alguna forma sus genes en todos los niños que diseminó por el pueblo manifestaban su identidad, delatores y traicioneros para forjarle el chacotero apodo de "el pito biónico".
Unos años después, otra de las señoras quedó embarazada, esta vez siendo un poco más triste, porque se trataba de una señora casada y con hijos en kinder. Como siempre cuando el niño nació tácitamente se supo de quién era, pero al esposo no le hizo tanta gracia y terminó desencadenándose un increible escándalo nada tácito para culminar en la forzosa fuga del profesor con la mamá y creo que todos los niños. Alguna vez volvimos a saber de él, pero sin pena ni las glorias de su oscuro pasado.
Talvez en el transcurso de los años no hubo un caso tan sonado como el de "el pito biónico", pero aparentemente siempre había historias escabrosas del porqué uno debe de mantener cierta distancia entre su intimidad y la de los demás. Así, entre todas estas historias de acercamientos y alejamientos, yo me preguntaba porqué no podía empaparme en los mares del amor, siendo que extrañamente mi generación además de contar con pocos elementos masculinos, resultó que todos eran demasiado tímidos o demasiado caballeros (o al menos eso parecía) y uno se quedaba curioso y al mismo tiempo molesto de presenciar en el mundo que todo se trataba de amor menos la historia del protagonista de la vida de uno.
Muchos años después, cuando habíamos presenciado a estos dos amigos de la secundaria besarse apasionadamente en el baño de aquel antro gay, se nos mostró una nueva revelación y era que no era que los muchachos de mi salón fuesen tan caballerosos o que no fué casualidad que ninguna chica saliese embarazada precozmente, sino que el pueblo se había convertido en semillero gay y que todas las historias de amor se daban principalmente bajo el agua porque en verdad la homosexualidad era una pena moralmente castigada con excesivo rigor y en esos casos es fácil mantenerse callado.
Finalmente ahora que todos somos adultos y que nada esta prohibido, las historias pueden volver a circular con moderada libertad, para deleite de unos y envidia de todos.

sábado, 6 de noviembre de 2010

cuento número cuarentaidos

Los catorce de febrero nunca fueron un drama. A veces eran una sorpresa, como el día medio año después de batear a Beto telefónicamente que había comprendido el secreto de cómo hacer que alguien te quiera. Todos esos meses habíamos hablado interminablemente y al tener las intensiones sobre la mesa simplemente había que cazar a la presa y esperar sus reacciones no con otra cosa más que con un vaso lleno de espera. Finalmente a mi Beto me gustaba mucho y el catorce de febrero que me regaló una rosa y volvió a pedirme que fuera su novia, él ya sabía lo que le iba a decir y contrario a aquella embarazosa situación del teléfono, este era solo un trámite, uno muy dulce.
El año siguiente yo ya no andaba con Beto, era aquel año horrible en el que gracias a que no solo ya no era su novia sino que me había convertido en su exnovia todos los niños de la clase me odiaban y gustaban de hacerme el día, el año y en si la existencia pesados como una roca.
Aquel catorce de febrero todas mis amigas se habían ido a la tardeada de turno y yo me había quedado sola en casa enferma de algo, un poco triste. Hasta escuchar la campana de la puerta y ver a Jorge Snyder, a su vez otra víctima de la sociedad pero a quien yo llamaba mi protegido y le quería aunque nadie más le quisiese, cargado con su Super Nintendo y el juego de pelea de Dragon Ball Z, donde incluso podías escoger a Freezer como personaje. "Porqué no fuiste a la fiesta?" le pregunté, contestándome que el cartoce de febrero estaba hecho para pasarlo con los amigos y que su amiga estaba enferma. Pasamos toda la tarde batallando hasta agotar el nintendo, fue uno de los catorce de febreros más bonitos.
Hubo otro año en el que creo que le gustaba a Julio, pensaba eso porque alguien alguna vez me lo dijo, pero la verdad es que nunca estuve segura. Así mismo era el año en que el hombre de la regla me perseguía y yo intentaba escapar a sus constantes intentos. Era uno de los años en que quise a Mike, lo quise por tanto tiempo que incluso se me ha olvidado cuántos años fueron.
Así, imaginarán el terror que se sembró aquel catorce que el chico de la regla me regaló una rosa para diez minutos después recibir un globo gigante de parte de Julio que decía "te amo", muerta de la risa lo miraba porque sabía que era incapaz de escoger un globo tan insensatamente sincero y estaba segura que había sido un error de los repartidores, al percatarme de cómo estrellaba constantemente su cabeza contra la superficie de la mesa estaba segura que así había sido, sin embargo el chico de la rosa evidentemente no conocía a Julio y no sabía que había sido un error pues estaba furioso balbuceando cosas ese día en clase de artísticas. Esta misma tarde le había confesado a Inés que estaba furioso porque se había esforzado mucho en inventar cosas de Mike para reducir mi tolerancia y propiciar cada vez más problemas, dijo cosas como "Mis esfuerzos para hacer que terminara con él estan siendo aprovechados por Julio" y me sentí como una idiota utilizada y no volví a hablarle hasta 4 años después cuando tuvimos que hacer un trabajo juntos. Desde entonces aprendí que por más descabellada que una decisión pueda parecerle a los demás, si es tuya, tienes que defenderla hasta que tu cuerpo no pueda más.
Aún así, guardo los catorce de febrero como una fecha de especial clarividencia y revelación.

viernes, 5 de noviembre de 2010

cuento número cuarentaiuno

Las cosas comenzaron a ponerse feas el día en el que tuvimos que sacar las cosas a la mitad de la noche. Habíamos comenzado a tener problemas en ese mismo instante porque tengo esta necesidad de evadir los problemas. "Me voy a México" le dije. Y se puso triste porque él acababa de llegar.
Ese mes comimos solo galletas y se nos inflaron los cachetes por las pizzas, los panes y la ausencia de verduras en nuestra dieta. Era extraño tener todas nuestras cosas empacadas en la sala de Regina y dormir con los libros atrancando la puerta para que el gato no entrase por la noche a olernos la cara.
Estábamos tan tensos por no tener dinero ni casa y por haber conocido a aquel personaje que estaba tan terriblemente loco que nos conocimos en nuestros peores momentos. Pensé que si aguantábamos eso, podríamos aguantar cualquier cosa.
Era extraña la sensación que tenía mientras íbamos recorriendo otros barrios y a veces otras ciudades, como si nos conociéramos de toda la vida, talvez de otras vidas porque aprendimos a vivir la adversidad con un poco de humor. "Abre las manos porque viene nuestro tiempo de abundancia" nos gustaba decir y sonreíamos de que en un tiempo que podía ser tan difícil pudieramos encontrar dentro de nuestro cuerpo la capacidad de encontrar humor. En nuestros tiempos adversos aprendimos a ser amigos, aprendimos a amarnos más profundamente y a confiar con los ojos cerrados. Dos mil ocho fue para nosotros uno de los años más duros de nuestra vida, nos mudamos varias veces, tuvimos que pagar tantísimos depósitos, comer tanta comida chatarra y a veces también pasar hambre, repartimos currículums juntos y a veces también lloramos juntos.
Ahora que tengo que repartir los currículums yo sola a veces nos seguimos riendo y haciendo bromas sobre la abundancia y que en realidad el problema es que mis manos no han sido suficientemente grandes, que hay que comprar guantes o algo asi para que pueda agarrar todo lo bueno que esta cayendo. Recuerdo esos tiempos duros y pienso que talvez si no hubieran estado ahi, no pondría el hombro como lo pone ni me ayudaría a levantarme como me ayuda cuando me siento derrotada.
Alguna vez en mi desesperación aquel tiempo leí un horóscopo, me parecía irreal que no existiese alguna alineación astral jodiéndome la vida. De una forma chistosa, el horóscopo coincidía conmigo, porque decía que Saturno estaba sobre mi signo, Saturno es el maestro y va a obligarte a cambiar y a tomar todas las decisiones que normalmente tú no tomarías. Saturno te va a enseñar con dolor, pero una vez que superes el transe, serás más fuerte, habrá cosas más sólidas en tu vida. Saturno salió justo el año pasado de mi signo, me miro por dentro y me pregunto dónde se alberga el aprendizaje si es que ocupa tanto espacio como dicen.

jueves, 4 de noviembre de 2010

cuento número cuarenta

No sé exactamente porqué habíamos quedado de salir en el centro, donde por dominio público se sabe que los restaurantes turísticos realmente no cocinan bien. Era extraño encontrarnos en un día cualquiera donde ya ninguno estaba bajo los efectos del alcohol ni de la iluminación baja.
Al vernos todo iba bien, al menos para mi, yo era una estudiante cualquiera de historia del arte que amaba las botas baratas y todo accesorio que fuese de color rosa brillante. El era un informático tímido y gracioso, habíamos entablado conversación el día anterior cuando sentados uno junto al otro yo tenía las manos mojadas y discretamente me sequé los dedos sobre la pierna de sus pantalones. "Are you drying your hands on my trousers?" y yo solo pude reirme sin rastro de verguenza, era cómodo estar con él. Así que bajo esa introducción pensé que salir sería realmente fácil, siempre me han gustado los chicos tímidos, así que ya en el restaurante mientras pedía cuatro platos diferentes yo me deleitaba con lo único que había pedido "crema catalana". Y mientras disfrutaba detenidamente mi único plato, el hombre se levantó y se disculpó para ir al baño. Después de un rato me acabé la crema, y esperé y él no volvía. Después de media hora regresa un poco pálido y extraño, y me dice que ya se le quitó el antojo de todas las cosas que había pedido, así que por mi no hay problema y como un pecado terrible a todos los niños con hambre en el mundo, deja la mesa puesta y completa y solo con el platito de crema catalana vacío.
Fuimos por el barrio gótico y el momento en el que se cruzó la entera gama de accesorios para mi taladro Dremel me volví loca en el aparador. Se le ocurrió sacar el comentario de que las herramientas no eran cosas para mujeres y fue en ese momento en el que tuve la revelación de que todo iría mal.
Tiempo después por un amigo suyo, me enteré que el día del restaurante había pasado la cita entera encerrado en el baño vomitando del terror de tener a una chica con cara de niñita comiendo crema catalana en frente de él, y que no había cosa mía que no le produjera pánico, sin embargo frente a mi estaba este personaje "cool" y aparentemente sencillo que me decía que no deseaba involucrarse demasiado conmigo ya que él no era un chico tan intenso. La cuestión comenzó a volverme muy paranóica, era como si estuviera saliendo con el Dr Jekill y Mr Hide y me hubiera encantado poder contarle que lo sabía todo de él por la propia boca de su mejor amigo y que sabía que la verdad de su frialdad era que realmente era una persona muy frágil.
Mientras pasaba el tiempo él se iba volviendo más y más distante, había ciertas reglas que debía seguir, como jamás visitar su casa o conocer a sus amigos, tampoco le gustaba que le regalara flores porque eso era gay además de que "su chica" tenía que traerle la cerveza mientras él esperaba sentado y me pareció que me había metido en un universo diseñado para cualquier otro tipo de mujer menos yo, quería ser pasiente.
Lo corté dos semanas después del día que descubrí que uno de sus ojos era color azul y el otro verde y del día que finalmente pudo comer frente a mi, nunca me dijo que hacía planes en secreto para el día que fuéramos a Inglaterra juntos o que hablaba tanto de mi con su familia y amigos, el día que lo corté simplemente pudo defenderse diciendo que él no estaba listo para la relación seria que yo necesitaba, que para él estaba bien vernos una vez cada dos semanas y no mezclar nuestras vidas demasiado. Según él no había sido nada, yo sabía que se sentía triste porque una vez más sus constantes esfuerzos por mantener a la gente alejada habían rendido frutos alejando a la gente. Yo me sentía triste porque por más que había intentado simplemente no había querido dejarme enamorarme de él.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

cuento número treintainueve

A veces dices que me debes mucho, a veces yo quisiera recordarte cuánto te debo. Especialmente en ese pequeño viaje al infierno el año en que mi hermano salía de la escuela. Aparentemente le había caído la adolescencia de sopetón y entre eso y las cartas secretas que le encontraron a la hermana de Regina, a mi se me había trazado una ancha banda de barros que recorría toda la linea de la columna vertebral. Mi cuerpo siempre había sido un radar de problemas y era esa época de inestabilidad en la que al mismo tiempo por cada problema subía un kilo a la semana.
Aparentemente mi hermano y su grupo de amigos redactaron el más simpático de los anuarios que efectivamente era muy gracioso pero que talvez por el salto generacional pero no tuvo el mismo efecto en la mesa directiva de la escuela quienes tomaron las ridículas frases del anuario al pie de la letra. Así, el pánico invadió la cabeza de mi mamá cuando miró que mi hermano había escrito que quería organizar una guerrilla por internet y las muchachas de su clase hablaban de sobadas y repentinas revelaciones lésbicas en un pueblo donde la homosexualidad, las sobadas y las guerrillas no estaban permitidas.
Desagraciadamente para la mesa directiva y afortunadamente para mi hermano, dejaron sus asuntos muy bien amarrados, ya que a pesar de las frases lascivas y escandalosas que se podían leer en el anuario, ese era el último año de todos ellos y se despidieron de la escuela, de sus maestros y toda una vida de recuerdos con esa última broma. Sin embargo no todo quedó ahi, porque habían desatado mucha ira entre los mayores, además de levantar rumores escandalosos que tendrían que ser acallados para el efectivo sometimiento de los demás alumnos. Así en esa tarde vergonzosa, las madres de los alumnos que todavía habían dejado hermanos en aquella moralista escuela, fueron citadas en el centro comercial en una oleada de represión y castigo y la caza de brujas al más fiel estilo americano. Veía mi cabeza rodar, porque contrario a recibir consuelo de mis padres o de quien fuera había latentes amenazas como que la única opción para mi era asistir a la escuela rival de donde se pensaba que no había nivel ni cultura, además de que estaba lleno de monjas y ya teníamos suficiente con nuestra escuela nazi.
No paré de llorar todo ese tiempo y me veía condenada en una escuela nueva y terrible, pagando por un crimen que ni siquiera era mío. Recuerdo especialmente ese momento porque fue cuando fuiste tú y me dijiste sin la solemnidad que demandaba un cambio así y como si me estuvieras platicando cualquier anécdota intrascendente del día, que si a mi me mandaban a aquella terrible escuela, tú te irías conmigo. Me quedé totalmente fría ante la inesperada oferta, porque para mi ese lugar era el infierno y jamás me hubiera imaginado que alguien pudiera ofrecerme tal cosa porque a nadie le gusta ir al infierno, ni siquiera de turista. Así mismo comenzaste a venderme la idea de que no podía ser tan malo como yo me imaginaba si estábamos juntas, y explicabas historias como que en esa escuela había chicos más guapos que en la nuestra y que sería un cambio interesante, ninguna estará sola me habías dicho tú. Y sentí como si mi cabeza hubiese dado un giro de ciento ochenta grados porque aquello que tanto me había torturado antes, ahora se me presentaba como una oportunidad y talvez una nueva ocasión divertida que no hubiéramos vivido antes. Puedes cruzar el infierno, pero si vas de la mano con la persona correcta igualmente puede parecerte una excursión al caribe.

martes, 2 de noviembre de 2010

cuento número treintaiocho

Me habían avisado que ese año se iría de la escuela, yo me preguntaba que si llevaba toda la vida en la misma escuela que yo, porqué había elegido el año que le quería y me quería para irse. Solíamos compartir la clase de natación, o más bien solíamos compartir el no ir a la clase de natación, donde yo era alérgica al cloro y él traía la mano rajada, no solíamos hablar mucho, pero reíamos más, manejábamos un sarcasmo parecido, disfrutando burlarnos de los otros niños. Le quería como se quiere las primeras veces, con ansia y confusión.
El día que se iba, habíamos decidido hacer una despedida en casa de Julio, era el último día de clases y nosotros sentíamos como si fuera nuestro último día de primaria, el último día del mundo.
Todo el día estuve sintiendo esa ansiedad apremiante por decirle que le quería, decirle que no se fuera porque también le consideraba mi amigo. El me miraba como me miraba en clase de historia, como un buen lugar donde colocar los ojos mientras pasa la vida. Me preguntaba si tendría alguna oportunidad de decirle, me preguntaba si de hecho serviría de algo porque irse es una de esas decisiones estúpidas de los papás. El sol se apagó y yo no le dije nada, él corría risueño y parecía verdaderamente disfrutar el día mientras que para mi era esa agonía interminable de verle partir. Se fué y no nos dijimos nada. Once años después volvimos a vernos, él estaba sorprendidísimo porque me recordaba como una de las niñas mas altas de la clase para descubrirme entonces con un breve 1.50, a mi me sorprendió ver como su fina silueta se había multiplicado muchísimas veces hasta toparse con ese hombre rollizo. Había sido como si no hubiera pasado el tiempo en el sentido que seguíamos siendo como dos buenos amigos, al mismo tiempo era como si hubieran pasado cien años desde aquella adoración absoluta de la que ahora se distinguían solo nuestros ojos adultos y la tristeza de haber perdido a un padre y de haber tenido el corazón roto cien veces seguidas.
Le pregunté por aquel día que yo recordaba como de color amarillo, le cuestioné por aquel año solo presa de la curiosidad, porque siempre había querido saber. Al principio del día me contó que era novio de su compañerita del transporte y yo sentí cierta desilusión de pensar que los sentimientos de la gente a veces no se conectan, en la noche a su vez me confiesa que también me quería y es una lástima que ninguno hubiese dicho nada, en ese entonces era tarde, ni nos gustábamos, ni nos adorábamos, ni sentíamos admiración o la misma intimidad de los juegos. "Hubieras dicho algo" repetía, "hubieras dicho algo".

lunes, 1 de noviembre de 2010

cuento número treintaisiete

Estaba muy enojada porque a pesar de haber admitido mi pecado sin culpas ante ella, ella parecía insistir en aquello de marcar territorio. Así que asistía sin falta al lugar donde yo trabajaba para plantarle unos cuantos besos y practicamente fajonearse en mi cara. Una tarde mientras preparaba capuccinos, me pregunté si no lo estaría haciendo a propósito, como una de esas lecciones del libro de códigos femeninos que he olvidado estudiar.
Esa noche le conté a mi mamá lo que ella andaba haciendo y que en realidad era como si me estuviese desafiando a que le mostrara realmente que si quería tenerlo podía ser realmente mío.
"No juegues con fuego" me dijo mi mamá. Y por alguna extraña razón su advertencia se me ha clavado en la memoria desde siempre como una lección de nobleza, porque finalmente yo la consideraba a ella mi amiga y lo que estaba a punto de hacer iba a hacerle mucho daño.
Los vi en el centro comercial, estaba ella subida con sus amigas en el juego de las tazas. Yo contemplaba desde abajo, desde una distancia segura, entonces él me vió y se acercó a mi. Hablamos brevemente pero noté como aparentemente le gustaba tener pequeños contactos físicos. Entonces me enredó en la muñeca su collar de piedritas azules y negras. Noté que ella miraba preocupada desde el juego de las tazas, increiblemente impotente de nada, atrapada en el juego mecánico mientras yo coqueteaba con su novio. Cuando pudo bajarse corría a donde estábamos nosotros, para jalarlo del brazo mientras él estiraba el otro para no soltarme de la mano. Adios adios, pero sentí que ese día, esa noche precisa mientras miraba el collar que me había regalado, que había sido el momento de la decisión. Si me gustas y puedo desafiar lo estipulado solo porque quiero estar contigo.
En la fiesta de Navidad nos declarábamos el triste amor que había llegado tan tarde, y sentía que era como la protagonista de una de estas tragedias griegas cuando en realidad simplemente eras un hombre muy triste que tomaba todo lo que estaba a su alcance.
Creo que esa misma semana, que ella se fue de vacaciones a Acapulco, yo tomé el coche a escondidas y fui a verte, fue la primera vez que te atreviste a darme un beso y me visitaste toda esa semana, hasta que finalmente ella regresó.
Habíamos acordado ponerle punto final porque tú querías estar con ella, pero inconforme seguías llendo a mi casa y llamando compulsivamente en horarios ridículos. Hubo alguna vez que incluso lloraste en mi puerta o pasabas horas esperando que yo saliera, a mi no me gustaba que me vieras de espaldas.
Cansada y triste, unos meses después me di cuenta que no debía quererte porque no eras un hombre bueno, y en el jardín de mi casa rompi tu collar y esparcí las cuentas por el pasto, según yo era una especie de exorcismo que me dejaría libre de todo.
Eres de las pocas cosas que me arrepiento en la vida, contigo aprendí de mi misma que no me gusta traicionar a la gente, aprendí que no se trata de un asunto de moralidad social sino de bienestar propio. No odié lo que dijo la gente de mi sino lo que pensaba de mi misma.
Tres años después te seguías intentando meter a mi email a ver mis cosas, nunca supe exactamente qué era eso que tú querías de mi.

cuento número treintaiseis

Mi prima siempre fue una especie de gurú de la moda, sensacional y asertiva. Yo que no tenía ningún talento para ese tipo de cosas la miraba anonadada, extaciada de tener el privilegio de solo poder mirarla elegir, como si fuese ella el sol que irradiaba calurosos rayos que a mi me hacían terriblemente feliz.
El día de mi cumpleaños número once, me acompañó junto con todas mis tías a Galerías Coyoacán para todos poder ajuarearme. Me gustaba que en ese entonces mi cuerpo de mujer recientemente comenzaba a manifestarse, entonces era ese momento en el que se logra la sutilmente ambigua convinación entre los ángulos infantiles y las redondeces femeninas, me encantaba mi cuerpo y con orgullo sentía que todo lo que le colgase se veía bien. Por esas fechas, según la gurú estaban de moda las falditas cortas con estampados escoceces. Me armó un pequeño conjunto con una faldita de cuadritos rojos y azules, una camiseta azúl marino y unas botas a lo "todo terreno" de piel. Me sentía la conquistadora del universo lista y montada.
Este era mi conjunto poderoso y lo usaba cada vez que podía, así que curiosamente coincidió en un día que fui a comer a casa de Susy, su casa era linda porque su papá tocaba el piano y su mamá cocinaba cosas buenas, pero en caso de que no lo fueran tanto no me obligaba a comerlas como la mayoría de las mamás.
Después de la comida salimos a buscar a su vecino que también iba a nuestra clase. A mi me había gustado su vecino desde primero de primaria porque tenía una cara curiosa, era muy pequeño y delgado, pero había un borde alargado y extrañamente exótico en las comisuras externas de sus ojos, además de que tenía la nariz más perfectamente angulosa que hubiera yo visto hasta entonces, además de que era bueno en deportes y a mi en ese entonces eso me impactaba mucho.
El vecino salió con nosotras y nos prestó impermeables porque iba a haber tormenta, sacó su cometa y salimos al terreno abandonado junto a su casa para ponerlo a volar. Conseguimos tenerlo suspendido en el aire más o menos diez minutos, diez minutos perfectos en los que pensaba que tener una relación debería ser lo más parecido a eso, con las mariposas en el estómago, él había tomado mi mano no se con qué pretexto. Yo sentía que amar a alguien debía de ser como compartir tus juegos, como salir a volar una cometa un día de tormenta.

sábado, 30 de octubre de 2010

cuento número treintaicinco

Precipitamos todo hasta este callejón sin salida. Es verdad que puede ser que en un futuro, es verdad que las posibilidades siguen latentes pero por alguna razón de cierta forma he perdido la esperanza en esta buscada habilidad para crear amor. No te metas en esas cosas dice L constantemente y creo que en mi se desarrolla esa sensación cansada de ver que el mundo es mucho menos mágico de lo que a veces imagino. Tiré la toalla en eso de la Celestina.
Mirando a mi amigo, quien se encuentra en un periodo complejo de pérdida y de re definir algunas cosas a veces le imagino demasiado solo y a veces me da la sensación que se encuentra un poco triste y no puedo hacer absolutamente nada, porque no sé crear amor.
Ayer le miraba mientras chateaba con el chico nuevo que vive en Madrid, podía ver cómo en la oscuridad la luz de la pantalla hacía brillar los dientes de su sonrisa. Supongo que después de todo cada quién tiene la capacidad propia para producir amor así como cada quien tiene esa capacidad de autocuración, pero que a veces estamos tan sometidos por nuestras propias trampas y por nuestros interminables temores que nos pasamos años enteros sin querer sacar los piecitos a la calle.
El día anterior nos había leído el tarot Osho a los dos, evidenció mis miedos, los mismos miedos viejos y conocidos que no me aterroriza en absoluto mirar a la cara, pero en cuanto sacó su tirada no pudo atreverse a decirme qué era eso que le aterrorizaba tanto que aparentemente había salido sobre si mismo. Aventura dice en la carta de arriba, Aventura.
El día que lo miré sonriendo tuve un sentimiento agridulce. Me sentí triste porque uno no puede presionar el botón de forward en el sufrimiento de nadie, por más que uno lo desee. Me sentí contenta porque pensé que talvez estaba un pasito más cerca de la aventura que antes.

viernes, 29 de octubre de 2010

cuento número treintaicuatro

Tenía una mala racha, no sabía exactamente qué le pasaba pero parecía infeliz, tenía siempre cierta oscuridad en el semblante. Es difícil comprender ese tipo de cosas en una pareja cuando uno es tan jóven. Algunas veces que salíamos juntos a alguna fiesta siempre estaba triste, siempre había algo que le tenía como callado y ausente. Yo quería darle un par de bofetones para ver si dentro de toda esa penumbra había alguna señal de vida. Nunca me dijo qué era lo que le preocupaba.
La fiesta de Halloween era un día especial para mi desde hacía dos años, había algo que tenía el ambiente, talvez el clima de otoño o que los atardeceres comienzan a ser más coloridos, octubre tiene mi clima favorito. Así, en la dichosa fiesta, que yo le había convencido con muchos esfuerzos de asistir, tenía la cara más triste de todas y aunque sentía el peso de su tristeza, después de tantos meses, comprendía que no había nada que yo pudiera hacer por él. Se desató entonces el Apocalipsis con todo y jinetes el momento en el que entró la morenita de buen cuerpo y que en su cara apareció una resplandeciente sonrisa que hacía mucho no veía. En ese instante se me apagó el corazón como si lo hubiesen metido en la cubeta para enfriar el vino. Salimos al jardín, hablamos, según él no tenía nada que ver con ella sino que solo no estaba agusto conmigo. Me preguntaba ¿qué cosa habría hecho mal? y ¿cómo podría ser la vida tan cruel y terrible para permitir que alguien a quien quieres tanto de repente piense que existe algo más lindo que esa insaciable adoración adolescente?. Mientras rodaba mi cabeza escuché de música de fondo una canción triste de Alex Syntek, y comenzó a derramarse mi corazón roto con silenciosas lágrimas, pero lejos de lo que hubiese pensado, terminó por hacerlo enojar más, porque ¿cómo podía ser yo tan egoista para hacerle más difícil este momento?. No importa. Lo ví bailar con ella toda la noche y lo que para mi era el día más triste y extraño para él era una ocasión afortunada en la que se había quitado un gran peso de encima. El peso aparentemente era yo.
Por alguna extraña razón no lo borré de mi messenger y por si fuera poca mi agonía de no tenerle, tenía que soportar como lentamente me iba revelando que efectivamente ella le gustaba mucho.
Una mañana en la escuela solo se hablaba del nuevo noviazgo. Miraba a estas dos personas agarradas de la mano en el patio del recreo, era la morenita, pero afortunadamente para mi no era quien yo temía el que la tomaba, sino Manuel que nunca le había parecido guapo a nadie más. Adoré a Manuel ese día, porque si al menos él ya no estaba en mi vida, Manuel me había salvado del terrible sufrimiento de tener que atestiguar la triste circunstancia que para mi estaba deparada.
Nunca he hablado con Manuel, ni conozco las cosas que le gustan pero aún así le guardo como contacto 12 años después solo por el hecho de que ver sus fotos simplemente me recuerda a aquella vez que tuve un salvador accidental. Te quiero Manuel, porque elegiste el mejor momento para comenzar a ser atractivo.

jueves, 28 de octubre de 2010

cuento número treintaitres

Ella dice, que el amor de antes no es como el de ahora. contrario a lo que casi toda la gente dice, ella no piensa que los tiempos de ayer fuesen mejores que ahora, "laboralmente si" dice ella, porque antes no había la competencia que hay ahora, pero eso del amor no es lo mismo que yo entiendo como amor.
A mi me llamaba la atención que para ella siempre fue muy importante que reconociese en mis posibles pretendientes ese "don", como un aura milagrosa que le revelase que el niño a mi lado sería un adulto trabajador. Nunca aprobó a ninguno que por algún motivo le pareciera medio vaguillo. Cómo reconocer el hombre trabajador en un niño, no lo sé. Talvez a través de sus juegos o de como se viste o de cómo toma la sopa, quien sabe. Mi mamá cuenta que cuando salía con mi papá, ella le advirtió que aparentemente le había llamado la atención un gesto minúsculo como la forma de tomar la cuchara o de jalar la silla. No era que fuera especialmente tradicional en esas cosas, pero ella adivinaba en ese gesto la ausencia de un adulto que le enseñara esas cosas. Mi papá perdió a sus papás a los quince y efectivamente hubo muchas cosas que no pudo aprender. Aún así, no se exactamente cómo se distinga a un hombre trabajador de entre los demás, sin embargo siempre me intrigó muchísimo saber el porqué le obsesionaba tanto aquella cualidad cuando a mis ojos siempre ha habido cualidades más importantes, como tener un hombre emocionalmente inteligente, o interesante o alguien que se sepa comunicar.
Un día mientras cenábamos en los veranos de visita, mientras me explicaba las diferencias en la acción de cortejar de su tiempo, concluí que la diferencia entre las relaciones de antes y las relaciones de ahora, son fruto de un factor devastadoramente sencillo. Los anticonceptivos.
Antes cuando tenías que escoger a un hombre, ya que ibas a darle los hijos que dios te mandara, era importante saber que iba a poder mantenerlos y que no iba a dejarte tirada, antes uno tenía muchos hijos, supongo que sería fundamental ser trabajador, aún más fundamental que en si amar a alguien.
Ella dice que dejó ir a dos hombres que amaba por esa cuestión. Que a mi abuelo lo eligió desde su cerebro pero que al final le fue bien, encontró un buen hombre.
Eso, le cuento mis historias de amor y mis preocupaciones. Y extrañamente ella escucha con mente abierta. A veces me cuesta distanciarla del concepto del hombre trabajador.

miércoles, 27 de octubre de 2010

cuento número treintaidos

Hay un momento en la vida que es especialmente duro porque tienes que aprender todas esas cosas del amor. Hay varias lecciones que se te repiten constante e insistentemente durante estos años de aprendizaje, entre las que constan un par de reglas básicas.
1. Ocultar los sentimientos y las intenciones verdaderas.
2. Los animales alfa no tocan a los animales de menor rango, así que evita ser cariñoso.
3. A nuestra especie le gustan los retos, nunca se le deben poner demasiado fáciles las cosas, a nadie.
Así, mientras aprendíamos estas leyes universales, uno comete siempre los mismos errores.
A Ale siempre le habían gustado las mismas criaturas atípicas, le gustaba escoger al especímen más extraño del salón. Ese año a ella le gustaba el ciudadano que apodaremos con el nombre de Pe. Ale había sido especialmente desobediente con dichos mandamientos e insistía en buscar constantemente al ciudadano Pe e intentar tocarle todo el tiempo, le gustaba perseguirlo, abrazarlo y molestarlo todo el día.
Hubo alguna ocasión en que Ale me había expresado el ardiente deseo de poseer la gorra favorita de ciudadano Pe, y como yo quería mucho a Ale algún día en el recreo simplemente despojé al dueño de la misma.
El dueño, que a su vez desconocía con evidencia el reglamento, malinterpretó mi gesto de amistad hacia Ale con un gesto de amor hacia él, no me pidió la gorra de vuelta pues en su cabeza era un intercambio de un objeto preciado por un sentimiento de correspondencia, así que mientras Ale le perseguía e intentaba llamar su atención, él deslizaba discretamente la regla por uno de sus costados y a la mitad de la clase más aburrida de física me lanzaba un picotazo con su larga regla justo entre las costillas. De todas las tácticas de amor aplicadas en el 80% de los casos eran erroneas y como resultado solo podía obtenerse una cadena de seres humanos no correspondidos y frustrados.
Un día, desesperada porque los reglazos eran cada vez más frecuentes, le pedí a mi amigo el ciudadano Ce que fingiera ser mi novio porque mis calificaciones de física aparentemente emprendían una apresurada carrera en descenso. El como amaba todo lo que implicara una actuación, bajaba todos los días a la hora del recreo y era terriblemente caballeroso y presente y todo lo que nunca había obtenido con nadie, ese era mi novio postizo Ciudadano Ce.
Uno podría imaginarse el posible curso de la historia, pero había algo que no cuadraba con Ciudadano Ce, algo que te hacía sentirte extrañamente a salvo de besos y reglazos cuando estabas a su lado.
Un día hicieron una fiesta en casa del tío de Ariadna o algo así, estábamos todos. A mi me gustaba Roberto, y como ya lo había mencionado antes, yo sólo era su compañera de estudio, así que entenderán mi incontenible ira ese día de la fiesta, en la que todos habían tomado bastantito y que lo miré escabullirse entre los arbustos con la niña más fea de toda la clase e incluso de los dos salones. Me hundí enfurruñada sobre mi asiento, mientras todos los invitados a la fiesta se removían entre ruidos y gemidos en los arbustos. Mi novio ficticio evidentemente no estaba entre ellos, así que se sentó a mi lado y me preguntó si algo me pasaba. Se dio cuenta que lo que pasaba era Roberto con la otra niña, así que colocó su cabeza sobre mi regazo y de sus ojos comenzaron a caer gordas lágrimas desparramadas sobre mis pantalones. "A mi nadie me ha querido" me dijo y me propuso después que hicieramos nuestro ficticio noviazgo algo oficial. Yo sabía que había algo que no encajaba en ello, estaba completamente segura que a él yo no le gustaba y de hecho no podía leerlo como leía a Ale o a ciudadano Pe y saber verdaderamente quién le gustaba, qué le gustaba. "Pero sé que yo no soy tu tipo", "Si eres del tipo que puede quererme, eres mi tipo". Algo no funcionaba.

martes, 26 de octubre de 2010

cuento número treintaiuno

No te enamores demasiado de un estilo de vida.
Había pasado que un día gracias a la buena alineación de mis astros en esos meses en que pude conseguir una beca que me permitió aguantar los altibajos bipolares de mi papá y poder sostenerme a mi misma no sobradamente pero al menos con mayor tranquilidad en una vida talvez un poco precaria pero finalmente una vida tranquila.
Tiempo después de terminar mis estudios me encontré a mi misma sumergida en esta vida no especialmente cómoda pero lo suficiente para embargar cierto temor a perderla. El ser humano es esta criatura compleja temerosa e insegura de si misma que va vagando por la vida esperando un lugar seguro donde resguardarse de la lluvia. Cualquier lugar es bueno, él piensa. Así que en ese momento de la vida, en el que me encontraba en ese rinconcito cómodo del universo me daba tanto temor tomar un riesgo, arriesgarse es salir gratuitamente de tu huequito caliente, salir a la lluvia sería pelear nuevamente, pasar angustia, qué pasaría si no encuentro un trabajo suficientemente cómodo. Me daba miedo especialmente la imagen de mis jefes pasados, que odiaban que fuera distraida y que rompiera cafeteras de forma continuada, que no intimidara a los raterillos de tercera de ir con sus pequeños hurtos. Me hubiera gustado explicarles cientos de veces que soy una persona pacífica, que en toda mi infancia no recuerdo haber probado carne en mi casa, que somos todos tranquilos de sangre ligera y que los raterillos me causan mucho temor.
El otro día le fui a ayudar a Regina en su blanca cafetería. Descubrí o bien que Regina sabía mentirme bastante bien o que talvez no era tan mala camarera como yo pensaba. Divisé a lo lejos entonces otro huequito tibio al que acogerme. Talvez puedo ser camarera. No por favor, no por favor, no dejes que el miedo y ese deseado confort me acerquen a esta vida que uno no sueña pero que te permite comer.
Me gustaba la idea de ser ilustradora o incluso de vivir de las pinturas, en el universo en el que a los 16 años de hecho me encontraba bien conectada podía ser posible, en este universo a su vez que diez años después me encuentro sin conexión alguna, talvez ya no esta a mi alcance, talvez no he peleado suficiente.
Que el Cosmos polarice el amor a mi trabajo hacia aquel trazado perfecto del lugar donde se supone debo estar, aunque sea sirviendo cafe. Como el día que desee un trabajo y al día siguiente justo me llamó mi profesora favorita para decirme que me había recomendado con una compañía de estampación. Como el día que tras descubrir que en dicho trabajo exigían demasiados sacrificios apareció esta beca, suficientemente cómoda, suficientemente buena para poder terminar la escuela, deséalo con claridad, se aparecerá a la carta y te darás cuenta si estas listo para tomar el tren o bajar la cabeza.

lunes, 25 de octubre de 2010

cuento número treinta

en el noventaicuatro hubo una crisis muy fea causada por un presidente calvo y orejas grandes. así lo recuerdo.
ahora cuentan que en realidad manipuló el mercado para que las acciones de sus empresas subieran, le avisó a sus queridos amigos para que hicieran los movimientos pertinentes y definitivamente hubo mucha gente que se benefició de ello.
nosotros, los clasemedieros sin amigos importantes nos fue de la chingada. yo en ese entonces tenía 10 años. mi papá tenía una fábrica de inyección de plástico que se llamaba Intraplast y mi mamá una pastelería que no jalaba mucho pero que le gustaba mucho hacer. En realidad la fábrica era lo que nos daba de comer, así que el día en que mi papá vió que por lo que había hecho el presidente calvo tendría que cerrar la empresa que le había costado tantos años construir, efectivamente estaba muy enojado, como el resto de clasemedieros sin amigos importantes, mejor ni hablar de los que vivían en pobreza extrema o tenían menos que nosotros.
Mi papá entró en un estado extraño como de larga reflexión, como atemorizado por esa gigante amenaza que le representaba el futuro. Entonces mi mamá puso el hombro y en plena crisis, la crisis más dura que ha vivido México nunca, esa mujer que tenía por hobby cocinar y hacer pasteles de fantasía, se convirtió en el soporte principal de una familia de cuatro.
Al principio aparentemente era fácil o al menos no tan difícil. La pastelería tenía sus clientes y en general iba bien, pero conforme fueron pasando los años, las cosas se iban viendo más y más complicadas hasta que finalmente para sacar las cuentas a fin de mes tenían que vender pasteles de casa en casa. No podía comprender la dificultad de ese oficio hasta que 15 años después tendría que dedicarme a hacer encuestas por teléfono. Recuerdo muchas veces haber oido nombres como "la pastelera" o algunos otros que ni siquiera mencionaré pero que implicaban el triste anonimato en el que se había sumergido ella que había sido la más brillante diseñadora gráfica de su generación y que incluso la habían invitado a desayunar con algún presidente (no el de las orejas grandes, eso hubiera sido demasiada ironía sino otro cualquiera) por sus impecables notas. Ella describía incluso que le resultaba devastador mirar que el trabajo de decoración que le había tomado algunas veces alrededor de diez largas horas se destruía tras esa estúpida tradición de arrojar la cara del cumpleañero contra el frágil pastel. Solía decir, que había hecho muchas obras de arte que habían desaparecido simple y sencillamente bajo el efímero destino de un pastel, el de ser deborado.
Muchas veces me he preguntado cuál es la diferencia entre un niño y un adulto además de las obvias implicaciones hormonales. Y la respuesta que casi siempre se me viene a la mente es más bien una imagen; la de mis papás que no podían regresar a la casa los sábados y los domingos temprano a descanzar de todo el trabajo que habían tenido que hacer durante la semana, sino que se quedaban dando vueltas en el coche, muchas veces hasta las ocho o diez de la noche y la mayor parte del día bajo ese calor agobiante de cocoyoc, con un solo pensamiento en la cabeza, que tenían en casa dos pequeñas bocas que alimentar.
la diferencia entre un adulto y un niño radica unicamente en la motivación para hacer las cosas, un adulto no se cuestiona y simplemente las hace porque tiene que hacerlas y es más bien esa motivación inaplazable la que en si transforma a un niño en adulto.
Me gusta pensar que el amor de nuestros padres por nosotros fue lo que los convirtió en adultos.

domingo, 24 de octubre de 2010

cuento número veintinueve

Le habían encontrado aparentemente un problema de hormonas, que "producía demasiada testosterona para ser una mujer" le habían dicho los doctores. Pero da igual cualquier nombre, porque a ella se le manifestaba según entiendo con demasiada energía la cual comenzó a canalizar en los deportes.
Comprenderán entonces la perfecta imagen del día que encontró un checo con chamorros de extraordinarias proporciones que amaba subir montañas cual cabra suiza y que parecía tener esta energía inagotable que nadie comprendía.
El primer día que decidí salir de excursión con ellos había ido ingenuamente pensando que tardaríamos un par de horas internándonos en la naturaleza y luego regresaríamos a nuestras casas como si nada, sin embargo ese par de horas se convirtieron en 8 larguísimas horas de subir montes sin tregua para recibir un único descanzo de media hora para ingerir los supuestos alimentos que ¿porqué no? se me había olvidado traer. Así, hambrientos y sudorosos recorrimos alrededor de veintitantos kilómetros subiendo y bajando montes para finalmente llegar a una playa medio cochina en Casteldefels. Sobra decir que en el momento que mi cansada espalda toco tierra firme, fue como recibir algún elixir mágico porque no me volví a despertar hasta dos horas después cuando teníamos que regresar.
Cabriyarda le apodamos a Jaroslav (Yarda de cariño) por aquella terrible arrastrada que tanto a él como a su amada y atestoteronada chica les había parecido tan romántico. Ese día comprendimos todos la razón del porqué se querían tanto.
Tiempo después desaparecieron como si se los hubiera tragado la tierra misteriosamente y de lo que solo recibimos una postal de los dos sentados en una silla gigante, quesque era una tradición checa porque ya se habían casado.
Hace un par de semanas cuando me dirigía para variar tardísimo a mi clase de serigrafía, veo a una mujer chaparrita como yo, con una cara como de niña y un pelillo corto como de muñeca antigua. Me cuesta trabajo reconocerla porque su cabello es ahora mas oscuro y suficientemente corto y porque lleva una carriola anaranjada junto con un pequeñito como de dos años agarrado de su mano.
-Hola Eva.- Y se queda analizando mi rostro como si no pudiera recordarme para luego encontrar algún razgo revelador devolviéndome una sonrisa y expresión de sorprendida.
Me presenta a Otto, el pequeño rubio, una bonita mezcla con la cara de él y los ojos de ella, con la nariz y la boca cubiertos de mocos amarillos y casi al borde del llanto porque el amiguito del parque no quería regalarle sus burbujas. Eva me cuenta qué hacen de vuelta en este país y lo contentos que estan. Le pregunto cómo le hacen con este sujeto de piernas cortas para seguir con sus expediciones por la naturaleza y me contesta que le estan entrenando, que ahora mismo no aguanta los 20 kilómetros pero que ya aguanta 10. Con solo 2 años.
Después llega él y se sorprende también de verme, dice que mi cara ha cambiado tanto y hablamos de una posible reunión que los tres sabemos nunca se llevará a cabo. Los miro a los dos, cansados y con un aire extraño, como si el tiempo hubiera cernido alguna capa cristalina sobre sus rostros, edad o cansancio, talvez algo que ni siquiera tiene sustantivo. Finalmente el tiempo lo serena todo.

sábado, 23 de octubre de 2010

cuento número veintiocho y medio (solo porque creo que es totalmente adecuado para el día de hoy)

Aprendí grabado el año que me dijeron "no" en la Esmeralda. Aprendí grabado porque a una desconocida le pareció que podía ser bueno para mi que no tenía otra cosa. En mi cabeza el grabado era una especie de misión obsesiva en lo cual fijar mi atención mientras descubría qué era lo que la vida quería de mi.
Descubrí que tenía un profesor duro y perfeccionista, el día que me dijo "te estoy observando solo para ver el momento en el que te equivoques" descubrí que me daba incluso algo de miedo. No quería equivocarme. Él tenía esta extraña obsesión más que con en si la técnica del grabado, con la técnica de la estampación, que según él, son dos oficios diferentes.
Pasaba las horas mirándome como había amenazado en primer momento. Alguna vez me había dicho que los alumnos como yo no le gustan porque como no se equivocan nunca aprenden nada. "No me gustas, pero estoy esperando", y yo miraba con horror el momento en que me equivocase y prestaba especial atención en todos los pasos, en los tiempos del ácido, la limpieza de la plancha, especialmente la limpieza, que no quedara ni un poquito de grasa. Y practicaba ese movimiento en el que tanto nos había insistido en el que se le pasaba la parte gordita de la palma de la mano rozando con delicadeza extrema por encima de la plancha. Y al sacar mi primera estampa, aglomeró a toda la gente para que viera el resultado porque nadie tiene una buena primera estampa. Y al destaparla ver que era perfecta solo murmuraba "No me gusta, no me gusta".
Después de muchos meses y ver que todavía no me equivocaba, comenzó a tener más confianza en mi y renunció a su perene vigilancia. Decidió que mi cabeza era suficientement confiable como para enseñarme un poquito más.
Aún así no bajó la dureza de sus ejercicios, colocando especial incapié en el estampado, estampar bien, estampar bien, lograr la perfección a base de esfuerzos, de repetirlo cientos de veces. El dichoso movimiento con la palma de la mano era de vital importancia, no fue hasta algunos años después que podía dominarse bien. Cuando decidí dejar la clase de grabado, él y yo ya éramos amigos, compartíamos un gusto chistoso por el grupo de Placebo.
La última clase que tuve con él me dijo, "Tengo muchísima fe en ti y quiero que antes de regresarte a tu país poder ver una exposición individual tuya.".
Cuando entré a Bellas artes en principio decidí no hacer grabado porque estaba llena de eso, sin embargo conforme pasaron los años comencé a extrañarlo mucho. Mi penúltimo año de carrera me apunté en el grabado más académico del programa, pero éramos tantos en la clase que era imposible prestarnos atención a todos, uno aprendía lo que deseaba aprender. Así que estaba yo, autodidacta en mi educación, descubrí que el método que enseñaban para estampar no era el mismo que yo usaba y me sentí muy insegura de lo que había aprendido.
Un día mientras estampaba, se me acercó el maestro de taller. "¿Quién te enseñó eso?" me preguntó con una sorpresa que me hizo pensar que estaba cometiendo la tontería más grande del mundo. Le conté mi historia y la historia del lugar donde estampar compulsivamente era muy importante. "Ahh, así que eres alumna de Jordi... Si, ahora lo entiendo. Fíjate que él y yo éramos aprendices del pasado maestro de taller cuando esta universidad todavía no era una universidad y a penas comenzaba a ser una academia de arte. Solo él y yo estábamos cerca de él, él era muy bueno, uno de esos maestros perfeccionistas como los de antes, solo se podían aprender cosas observándolo e imitándole. El estampaba así, justo como tú lo estas haciendo, esa era su técnica personal, por eso me ha llamado tanto la atención mirarte hacerlo".
Así, unos meses después, cuando el maestro de taller se jubiló, busqué a Jordi para contarle la historia de cómo el alumno había visto revivir al viejo maestro por el simple gesto de una mano. Me sonrió y me sentí profundamente orgullosa de parecerle suficientemente digna para revivir a un hombre que había amado y admirado tanto.


Mi niña, si amas tanto a alguien hazlo eterno, sobrevive y transmite todas esas cosas lindas que él te ha dado y que él te enseñó, no creo que haya un sentimiento más grande para un padre que ver que los hijos se convierten en árboles y sueltan raíces a la tierra y echan ramas al cielo.