jueves, 30 de septiembre de 2010

Cuento número seis

En mi primera escuela desde que me mudé de casa, mi amigo más jóven tenía 60 años, con esposa, nietas y todo. El segundo fue un año raro de constante convivencia con octagenarios lentos y amorosos. El mejor de todos se llama Manuel. Manuel no sabe dibujar y habla castellano en casa. En clase habla mucho y trabaja poco pero aparentemente en las tardes no se despega de sus pinturas. Un día me lo encontré frente a un lienzo en blanco temblando de pánico. "Y ahora, ¿qué te pasa?", "Esque es tan blanco... me da miedo mancharlo" y veía que era un mal terrible que se repetía en casi todos los viejitos, yo pensaba que igual era la edad y el peso de la historia, ¿cómo podrían crear algo nunca antes visto?. Para mi, fueron mis primeros flirteos con las anhilinas y aunque en teoría era material muy barato y de poco prestigio a mi me encantaba dejarlas correr y descubrir que eran delicadas, sutiles pero increiblemente maleables. Manuel se sorprendió también de su delicada belleza y después de unas cuantas clases también compró las suyas y comenzó a imitar mis pinturas.
En ese entonces los trayectos en autobus a veces eran tan largos que tenía constantes revelaciones existenciales que oprimían mi estado de ánimo, además me habían subido la renta y a veces llegaba a mediados de mes con la cuenta bancaria vacía.
Manuel miraba mis altibajos anímicos preocupado, hasta un día que falté a la escuela porque no había tenido dinero suficiente para comprar papel ese día. Falté a unas cuantas clases por la misma razón, hasta un día que Manuel furioso me dijo que faltara a clase por cualquier razón pero que si era por dinero era realmente una causa muy estúpida. Esa clase me compartió de sus papeles y sus pinturas nuevas. Al terminar me extendió un paquete pesadito, dijo que lo había visto por ahi e inmediatamente había pensado en mi.
Llegando a casa lo abrí impaciente, se trataba de un libro encantador de caligrafía y un sobrecito amarillo, dentro del sobresito había una carta y cincuenta euros que me dieron mucha verguenza. La carta decía: Esta es una colaboración del más grande fan de tu trabajo, por favor acéptalo y nunca dejes de pintar. Manuel.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

cuento número cinco

Mi mamá piensa que a veces fue una madre ausente. Un día cuando era adolescente dice que se dio cuenta que casi no hablábamos y que estaba mucho más cerrada hacia mi misma que mi hermano, que le contaba todo. Personalmente no envidiaba a mi hermano pues después de que fuera mi mamá corriendo a decirle a la mamá de la niña que le gustaba que "qué bonita era su hija" y que mi hermano estaba "completamente fascinado con ella" los dos comprendimos que para ella era difícil la cuestión de guardar secretos. Sin embargo era buena con los pequeños detalles, como que era la única de la casa que el catorce de febrero nos regalaba tarjetitas con corazones y recaditos o que en los cumpleaños sin fallar comenzaba a hacer los preparativos muchas semanas antes para volcar todo su virtuosismo culinario en tener nuestros platos favoritos e imposibles perfectamente confeccionados. En ese entonces amaba los libros de Harry Potter y pintar acrílicos con pinceles de acuarela, guardo especialmente aquel día de mi cumpleaños que a la hora de la comida me encontré con el Cadiz de Fuego envuelto sobre mi plato o el diciembre que ahorró con especial disciplina para que pudiera tener el pincel aquel de dos mil pesos.
El día que me cortó Mike cuando tenía catorce años, en lugar de darme palmaditas en la espalda e ignorar mi pena como había pasado con todos los seres humanos que pensaban que una relación a los catorce años no era lo suficientemente seria para ponerse triste, me regaló un gordo ejemplar de "las mujeres son de venus y los hombres son de marte" para intentar ayudarme a comprender porqué él prefería irse a jugar futbol en los recreos que quedarse conmigo.
La semana de mi graduación asistió desde otro continente, cocinó cada día comida con vegetales para que la presión y el trabajo no me hiciera subir de peso y construyó un pedestal lisito lisito que había lijado con esmero toda la noche anterior. Aquel día que la profe estaba enloquecida caminando en círculos ella me miraba sonriente, profundamente orgullosa de que finalmente me hubiera convertido en Licenciada.

martes, 28 de septiembre de 2010

cuento número cuatro

Estaba ahi y presenciaba cada pequeño besuqueo y tus espontaneos encerrones en el cuarto. No dolía tanto. Lo que si dolía había sido que siendo tú el que me había invitado y a pesar de que había tenido que cruzar media república, soportar las terribles alergias a aquel territorio profusamente vegetal y de que eras perfectamente consciente que aún te quería, por alguna razón que desconosco dejaste repentinamente de hablarme y decidiste fingir que había desaparecido, así regresé con la mano rajada y el corazón más que pulverizado.
Te escribía enormes cartas de rencor y amor herido en mi libreta roja. Ese día mi mamá fué a recogerme y yo le leía todas las cosas que te había ido escribiendo mientras a ella se le iban saliendo gordas lágrimas de empatía. "Lo peor ya pasó" dijo, pero he aprendido que el dolor es un sentimiento lento que necesita demasiado tiempo, cuidado y minuciosa observación y que igual un día estas bien y al siguiente puede ser que no tanto. Cada día que pensaba en ti y me hacías sentir triste o dolorosa sacaba mi hilo amarillo del bolsillo y bordaba una flor en mis pantalones de mezclilla. El me reconoció a la distancia ese día que por azares se había ido la luz y yo había tenido que salir a caminar, él estaba repartiendo agua. Se paró y me subi a su coche, le gustaba el asimétrico estampado de florecitas amarillas de mi pierna derecha, me preguntaba si lo había hecho yo. Comenzó a visitarme cada tarde, a veces llegaba con dibujos, a veces armábamos campamentos en el jardín, poco a poco y muy lentamente se me olvidaba el dolor. Un día en una fiesta me tomó la mano y notó la herida en mi mano izquierda. La miró detenidamente y comenzó a dibujar pequeñas costuras alrededor de ella. "¿Ves?, ahora si puede sanar".


don't forget the pain just remember all the love that you inspire.

domingo, 26 de septiembre de 2010

cuento número tres

Hubo alguna ocasión que contesté el teléfono como cualquier otro día y por el otro lado alguien lanzó la pregunta, "si hola, ¿quién te gusta?". Era esa niña que no me caía tan bien pero que a veces hablábamos y tenía una extraña soltura social que resultaba francamente sorprendente a los 12 años. En lugar de colgar me quedé pensando en alguna forma cordial de escapar a sus preguntas. "No me gusta nadie" y me sentí la niña más mentirosa del mundo porque la verdad era que cada año me gustaban al menos tres o cuatro niños. "Bueno, vamos a hacer una cosa, yo te digo nombres y tú me dices si te parecen guapos", "Esta bien". Y va enlistando a todos los nombres del grupo y yo los voy calificando con adjetivos como "x", "es muy feo", "no esta mal", etc. Cuando llega al nombre de Beto le digo que "no es mi tipo" y salta al mismo tiempo una voz alta e indignada preguntando que "¡¿eso que se supone que significa?!" y es nada más y nada menos que el mismísimo Beto tendiéndome una trampa para conocer mis intereses amorosos. Yo misma no era nada valiente, pero esa vez me molestó especialmente que no se atreviera a decírmelo a la cara. Beto se quedó muy triste. Tiempo después la misma Celestina me enumeraba todas las cosas que a él le gustaban de mi, que por alguna razón le pareció que podría salvar la situación un poco, entre esas cosas estaba mi golpe de Top Spin cuando jugaba tenis y las pequeñas faldas que nos hacían llevar al entrenamiento, le gustaba que fuera tímida e inaccesible porque le parecía tierno y decía que era una niña que pasaba desapercibida porque no tenía muchos amigos pero que le parecía bonita y el hecho le hacía sentir como el descubridor del algún secreto tesoro.
Beto a mis doce años me quería de esa forma simple. Inocente y arrolladora porque aunque a esa edad uno no se besa con la boca abierta el mundo ya era en si diferente porque era la primera vez que podías tomar a alguien de la mano.

cuento número dos

Así que este es mi proyecto, ya que no te puedo dar nada te escribiré un cuento todos los días, si me encuentras ociosa y de buenas talvez incluso pueda hacerte dos jaja, hasta que te sientas tan increiblemente amada que tengas que pedirme que por favor deje de saturar tu cuenta de correo con tonterías amorosas.. Te quiero mucho, creo que lo único positivo ultimamente es que cuando algo se pierde algo se encuentra y estoy convencida que ustedes son una familia profundamente amada y es lo que uno tiene que ver cuando le falten fuerzas.


Siempre me estoy peleando con la gente, peleas fuertes, tengo tantas peleas intensas al año que he dejado de recordarlas todas, a veces me encuentro con personajes con los que casualmente estoy peleada y a veces se me olvida incluso porqué era por lo que estaba tan enojada y solo recuerdo que el enojo simplemente estaba ahi, es como si me encontrara a veces con el caballero británico que es mi enojo que a su vez es tan desmemoriado y que tendría que ser tan furibundo y nos miramos extrañados de porqué la gente tiene que ser tan poco civilizada y nos encojemos de hombros nuevamente porque soy un bicho raro intensamente protocolario.
Total que estaba enojada o triste con mis amigas de ese entonces y como heroína romántica que suelo ser en momentos así, me iba a las gradas de la escuela a llorar mi desgracia porque ahora era un ser sin amigos. Me sentaba ahi con mis aburridísimos sandwiches de una sola rebanada y miraba la hierva seca que tapizaba el horizonte. Me gustaba ahi porque aunque sabía que la gente me miraba la espalda con lástima no podían verme los ojos, nunca me gustó que me vieran los ojos diciendo "pobrecita". Un día en el que ya habían pasado tantos días llegó esta increible criatura con cuerpecito y piernas delgaditas y delicadas. Me gustaba su lonchera porque tenía forma de Converse gigante. Esta criatura semejante a un hada me preguntó muy amable y protocolariamente si podía acompañarme en aquel recreo. Me conquistó la delicadeza de su petición, nunca había encontrado en ninguna persona la palabra educación y delicadeza juntas. Si si, quédate!. Y por si no fuera suficientemente bueno al abrir la lonchera en forma de tenis me di cuenta que su mamá era una ama de casa minuciosa y perfeccionista, puedes saberlo todo contemplando el almuerzo de alguien, esta pequeña criatura tenía en su lonchera tres tiempos diferentes en cada platillo y le habían puesto unas galletitas en forma de sandwich rellenas de queso. Me extendió el paquetito, nunca en toda mi vida se me ha olvidado el sabor de aquellas galletas. Tiempo después cuando iba a su casa le pedía de aquellas mismas galletas, porque a mi me sabían como estoy segura debe saber un abrazo en tiempos difíciles.

cuento número uno

Hubo un día en que nos tocó sentarnos casualmente uno junto al otro, yo tenía frío, con inusual cortesía me había cubierto con el edredón de su cama. Debajo de las cobijas acariciaba mis manos mientras mirábamos Fargo. No sabía si conocía mi nombre, me gustaban sus dedos tibios y delgados. Su mamá estaba ahi, como una roca rígida y terrible nos miraba severa e inquisitiva, se sentó a un lado, sin ver las manos ni que mi corazón se me salía del pecho. Apagamos las luces, él se acercó lento y beso mis labios. Mi cuerpo ardía en llamas, su madre miraba la tele como si nada. Me moría de miedo que nos viera pero me gustaba más su boca, ¿se estaría dando cuenta?. Me fui a mi casa, no me atreví a pedirle que saliera conmigo ni decirle que me gustaba mucho, me conformé unicamente con pensarle en mi cabeza como esas películas que van en bucle y se repiten infinitamente. Nunca me atreví.
Al día siguiente me llamó su madre, me dijo, Los hombres son muy malos, no te acerques a mi hijo porque te va a lastimar mucho.

sábado, 25 de septiembre de 2010

de amor y pérdida

Su abuelo había tenido que irse lejos de su abuela pero para que no se le olvidara lo mucho que la amaba y que él siempre estaría alli le mandaba una carta diaria por todos los días en los que él no estuviera. Ahora aunque tu pérdida sea tan inmensa y no pueda hacer nada para aliviarla te haré recordar que sigo aqui, que cada día que pasa pienso en ti y aunque no estoy a tu lado para cargar tu pena caminaré de tu lado acompañándote lo mejor que pueda. Te regalaré un cuento por cada día que te sientas triste, hasta que me digas que ya no necesitas ningún cuento porque te sientes infinitamente amada.