lunes, 29 de noviembre de 2010

cuento número sesentaitres

Para situarnos en el tiempo diría que fue precisamente cuando estaba la serie Héroes de moda. Recuerdo ésto porque un día me contó que le gustaba juntarse con su mejor amigo para verla juntos. Yo y mi usual malicia habíamos sugerido que estaba pasando algo entre ellos dos y que ahora se le llamaba sesión de series. Muy ofendida me dijo que absolutamente no, que él y ella poseían una relación amistosa tan pura que realmente solo se juntaban para ver series, bueno, como tú digas, pero yo creo que la amistad, no digo cualquier amistad, sino la amistad íntima entre una mujer y un hombre es un hecho imposible porque alguna de las dos partes terminará sintiendo amor profundo por alguien que le ha visto tan vulnerable y como realmente es. Sin embargo en todo este tipo de teorías desencantadas he de aceptar que me encanta equivocarme y que de vez en cuando me digan que no tenía razón y que en efecto la amistad íntima entre un hombre y mujer no solo es posible sino que es un hecho constante y real.

Finalmente yo tenía razón y un año después habían emprendido una larga travesía de tortura amorosa cuando Héroes ya no estaba de moda. Podía adivinar en ella la herida del amor no correspondido y el infinido y doloroso repetir que es estar con alguien con quien nunca vas a llegar a ninguna parte. Me sentí triste por ella, porque uno siempre desea que quien quieres encuentre la felicidad.

Otro año después, nos encontramos con unas personas en las escaleras de la escuela. Aparentemente la niña mamona con el nombre exótico viene discutiendo que esta este hombre al que ella adora y cuya compañía es especialmente íntima y profunda. La íntima amistad entre hombre y mujer no existe le digo. Y mi amiga con la cara más seria del mundo repite la negación con suave movimiento, casi como repitiéndolo para si misma, no, no existe.

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