sábado, 29 de junio de 2013

descender en zig zag es el truco. no es difícil si no fuera tan terrorífico, desde el día que había descendido el paseo principal, sentía el tipo de ansiedad que te hace respirar con fuertes jadeos que ni siquiera es posible ocultar aún por la cosa del caché social.
- No me grites, todavía no soy tu esposo.
Arrastrando el todavía como un hint. Eres muy obvio.

Era muy obvia. Pensaba que sabía. Tenían esa edad, como cuando uno se empieza a hacer viejo y dejas de buscar ciertas cosas con insistencia, cosas que no sólo dependen de ti y cosas que no son tan importantes. Talvez con el tiempo uno hace las paces con su soledad y comprende que talvez uno no esta tan mal. Así que están sentados comiendo falafel, con sus ojos mirando a otro sitio como si algo hubiera pasado, como si simplemente no estuviera ahi.
No recordaba la gentileza de lo nuevo, otra sensación diferente de ansiedad, las cosas que a uno le gustan tanto que producen reacciones eléctricas en el cuerpo, que mientras se acostumbra son pequeñas descargas. Finalmente son dos mundos separados, talvez no era una promesa pero era una ventanita abierta. Quiero volver a verte.
En su interior piensa que es de esas cosas que se olvidarán en el tiempo. Y que talvez si llegara a suceder estaría en una situación totalmente fuera de contexto como otras tantas veces.

jueves, 2 de diciembre de 2010

cuento número sesentaiseis

Cuando David se sentó cerca de él, se quedó muy callado,
excepcionalmente callado tomando en cuenta que le encantaba quejarse
de todo. Entonces cuando finalmente decidió retirarse, David me lanzó
más una afirmación que una pregunta, él es tu amigo no? (y por mi
amigo entiéndase el hombre con el que deseaba acoplarlo en ese
momento), no, él es mi compañero del trabajo. Ah!, en serio?, es gay
no?. No no es gay. Pues yo sentí una vibra terriblemente gay emanando
de él. No era la primera vez que me preguntaban si era gay, y aunque
yo no le consideraba que moviese el aire de una manera sospechosa, el
día que llegó con las cejas depiladas diciendo que era por el calor, a
mi me pareció un tanto misterioso.

Sin embargo el segundo turno de la mañana todo el mundo esta seguro de
que lo es, desde la primera vez que llamó por teléfono a la facultad,
los chicos del punto de información asumieron que lo era, por la única
frase que se le ocurrió profesar, no tengo idea de cuál habrá sido.

El cuarto turno de la tarde, el cual es extremadamente flexible, es
esta chica con pasiones extrañas como los hombres koreanos y todo lo
que tenga que ver con asia, lo ama tanto que este amor resulta un poco
aislante.
El tercer turno me pregunta si es lesbiana.
El cuarto turno me confiesa que le gusta un chico, pero no tiene
posibilidades, se que habla del tercero.
La única sexualidad que no es puesta en tela de jucio es la mía.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

cuento número sesentaicinco

En las pozadas de la escuela siempre alguien se le declaraba a
alguien. Talvez por eso me gustaba tanto diciembre, había algo en el
ambiente que ponía loca a la gente, propicia para confesiones y
decisiones arriesgadas.
Esa noche, todos estábamos emocionados porque en la escuela siempre
llevábamos uniforme y ver a los compañeros en ropa de calle siempre
conllevaba el morbo de conocer un poco más acerca de la intimidad de
una persona.
Así que el día de la pozada de quinto, me puse la ropa nueva que había
comprado con mi mamá, super femenina y poco discreta, en ese entonces
me encantaban las licras vulgares y los tacones, siempre he amado el
negro. Así que tomé el body de cuello redondo y la faldita con la
cintura pegada y los bordes bailarines y me encasqueté en el conjunto
a juego con mis botines negros.
Me gustaba el efecto que solía tener en ese entonces porque nadie más
tenía curvas.
En el salón estaba este chico guerito con nariz puntiaguda y lindos
ojos verdes, a mi no me gustaba pero a todo el mundo si, así que fue
para mi una gran sorpresa que ese preciso día me dijera que me quería
y que sería super lindo que fuéramos novios.
Yo le dije que no con mucho pesar porque nunca he sabido decir que no
a nada. Me sentía la persona más inmoral del universo no por la
faldita o el pronunciado escote o mis piernas expuestas al frío de
finales de diciembre, sino porque había rechazado al tipo más guapo de
la clase.
El sentimiento de culpa se me disipó enseguida para metamorfosearse en
humillación por el propio despliegue de ego hinchado al enterarme que
esa noche le había hecho la misma petición a al menos unas cinco
chicas, entre ellas yo.
Así que no volví a mencionar el tema, pero ese día aprendí que en las
cosas de amor la vanidad y el ego son dos cosas truculentas con las
que uno debe tener cuidado.

martes, 30 de noviembre de 2010

cuento número sesentaicuatro

el ser humano es tan mentiroso consigo mismo que cuando le preguntes
acerca de lo que prefiere y lo que ama, siempre será capaz de mentirse
a si mismo.
Alguna vez me advirtieron, la primera vez el chico alto del
basketball, ten cuidado con él porque me han contado que es muy
mentiroso y la segunda vez me lo advertiste tú, me dijiste que creías
que solo se hacía amigo de las niñas que le gustaban y si tenía tanta
cercanía conmigo era porque posiblemente entraba en la regla.
Nunca le dije que me gustaba porque tenía el corazón roto y con
corazones rotos uno no debe de andar entregando algo que todavía no
recupera, él había sido ese momento intermedio entre el doloroso
pasado y el seguir adelante, porque siempre se tiene que seguir
adelante, lo difícil es encontrar los escalones correctos para
verdaderamente avanzar.
Un día me insinuó que le gustaría una de esas relaciones abiertas y
esporádicas y como en mi vida ya había tenido una dósis
suficientemente intensa de esporádico y abierto incluso la pregunta me
había provocado cierto malestar estomacal, me sentí insultada de solo
imaginar la situación. No, yo ya no soy abierta ni esporádica, ahora
soy viejita, ahora estoy medio muerta.
Pienso a veces que nos presentó sin querer, porque eras una persona a
la que admiraba mucho y yo era esa otra para la que nunca pude
decifrar sus sentimientos pero siempre pensé que me guardaba un
sincero cariño amistoso, creo que no deseaba mucho que tú yo nos
encontráramos porque el mundo con sus dos grandes figuras implotaría
en ese tipo de mágicas casualidades de dos personas que a ciencia
cierta son tan extremadamente compatibles y que se nota sin siquiera
buscar.
Un día contesté su teléfono porque él estaba ocupado, era una mujer
que seca y molesta preguntaba por él, sentí celos en su voz y me di
cuenta que él tenía una relación amorosa con ella, posiblemente ella
pensaba que era su novia o algo asi. Esa semana descubrí que de hecho
tenía relaciones amorosas con medio mundo, pensé que era
extremadamente abierto y extremadamente esporádico y que tenía mucha
suerte de estar cerrada y muerta.
Una semana antes de conocerte me di cuenta que ya te amaba, puede ser
protocolariamente incorrecto, pero simplemente lo sabía.
Un día me contó cómo había intentado estar con una chica que tenía
tatuajes de gatos muertos por todo el cuerpo y que eso le había
parecido especialmente feo. Compartíamos esta anécdota en el taxi
mientras me acompañaba al aeropuerto cuando así de la nada me
preguntó, Luis te gusta verdad?. Le dije que si y estoy segura de
haber registrado una sonrisa involuntariamente enorme con todo y
pómulos, mientras que él solo miraba para abajo y me decía con voz
apagada que le daba mucho gusto.

lunes, 29 de noviembre de 2010

cuento número sesentaitres

Para situarnos en el tiempo diría que fue precisamente cuando estaba la serie Héroes de moda. Recuerdo ésto porque un día me contó que le gustaba juntarse con su mejor amigo para verla juntos. Yo y mi usual malicia habíamos sugerido que estaba pasando algo entre ellos dos y que ahora se le llamaba sesión de series. Muy ofendida me dijo que absolutamente no, que él y ella poseían una relación amistosa tan pura que realmente solo se juntaban para ver series, bueno, como tú digas, pero yo creo que la amistad, no digo cualquier amistad, sino la amistad íntima entre una mujer y un hombre es un hecho imposible porque alguna de las dos partes terminará sintiendo amor profundo por alguien que le ha visto tan vulnerable y como realmente es. Sin embargo en todo este tipo de teorías desencantadas he de aceptar que me encanta equivocarme y que de vez en cuando me digan que no tenía razón y que en efecto la amistad íntima entre un hombre y mujer no solo es posible sino que es un hecho constante y real.

Finalmente yo tenía razón y un año después habían emprendido una larga travesía de tortura amorosa cuando Héroes ya no estaba de moda. Podía adivinar en ella la herida del amor no correspondido y el infinido y doloroso repetir que es estar con alguien con quien nunca vas a llegar a ninguna parte. Me sentí triste por ella, porque uno siempre desea que quien quieres encuentre la felicidad.

Otro año después, nos encontramos con unas personas en las escaleras de la escuela. Aparentemente la niña mamona con el nombre exótico viene discutiendo que esta este hombre al que ella adora y cuya compañía es especialmente íntima y profunda. La íntima amistad entre hombre y mujer no existe le digo. Y mi amiga con la cara más seria del mundo repite la negación con suave movimiento, casi como repitiéndolo para si misma, no, no existe.

domingo, 28 de noviembre de 2010

cuento número sesentaidos

En mi adolescencia sobre todo pensaba de mi misma que era una niña muy fea. No sabía si en algún momento llegaría a ser popular y bonita, pero sabía que estaba en un momento similar a lo que le pasa a los pajaritos tiempo después de nacer cuando todavía no son adultos, que tienen las plumas a medio salir, un tamaño que ya no es pequeño pero tampoco es grande y tienen las caras horribles y confusas, esa era yo, el pajarillo a medio crecer en la peor etapa de la vida.
Sumado a que mis cualidades naturales no me ayudaban mucho porque especialmente en ese entonces tenía la cara demasiado acolchonada y evidentemente había abusado de las pinzas de depilar sobre mis cejas. No sé muy bien porqué pero a la hora de arreglarme nunca supe cuando parar.
Así que imaginarán mi sorpresa el día que aparecieron tres pubertos mucho más jóvenes que yo, se sentaron en los banquitos del café donde trabajaba y me miraban mientras me colocaba el delantal rojo.
-Ella es Jimena, "La Jimena".
Y entre risitas vergonzosas pedían cosas al azar como cocacolas o chocolates. Me enternecía por primera vez en mi vida tener un grupito de fans.
Uno de ellos, el que era el más dulce de los tres se convirtió en mi amigo desde entonces. Alguna vez me regaló una fotografía suya de cuando tenía 11 años la cual guardo hasta ahora y que recordé con mucha melancolía el día que lo volví a ver, a sus dieciseis de la mano con una chavita de su clase. Demasiado adolescente.
Es curioso pensar que cuando uno es pequeño lo olvida casi todo o es simplemente que el cerebro se encuentra en plena formación e intenta más bien aprender a recordar las cosas.
Lo recordaba, él ya no me recordaba a mi. Me preguntaba quién sería ahora.

viernes, 26 de noviembre de 2010

cuento número sesentaiuno

Iba llegando al aeropuerto de México con mis maletas llenas de encargos, ese año me habían pedido dos botellas de Orujo de hiervas, una bolsa llena de butifarras, camisetas y productos del Barça, dulcecitos y toda la consecuente ropa que tuve que empacar para los diversos objetos de los que algunos eran extremadamente frágiles, uno que otro en especial. Así recogí el maletón azúl rey en la banda número once, después salió la maletita con el listón rosa pastel. Era un ser extremadamente diminuto y aparentemente frágil para semejante cargamento.
La cola para los rayos x era tan increiblemente larga. Así que me formé mientras leía la última novela de Haruki Murakami. Al avanzar mis maletas se desparramaban por los costados del carrito, entonces un hombre asiático se me acercó, muy amablemente colocó mis maletas sobre su carrito que era más grande y me regaló una sonrisa cordial y bonita, talvez tendría alrededor de cuarenta años. Intenté hablarle en inglés pero aparentemente no entendía nada, así que caminamos silenciosos por todo lo largo del amplio recorrido. Su pasaporte decía que era chino y mientras transcurría el tiempo me imaginába la hipotética situación que este hombre fuese mi marido. Seríamos uno de esos matrimonios arreglados, me divertía la idea de una chica demasiado jóven caminando cordialmente con un hombre gentil y maduro. Llegamos a los rayos x y me preguntan si vengo con él y yo le digo que no. Intento ayudarlo a cargar las maletas y el hombre no me deja, sube la mía y hasta que me dicen que me vaya se despide con su sonrisa bonita, el amigo de más corta duración que jamás he tenido, extremadamente caballeroso y amable. Cuando veo a mi mamá después de abrazarnos me pregunta que quién era el chinito aquel. " Mi marido de media hora madre, evidentemente"