sábado, 30 de octubre de 2010

cuento número treintaicinco

Precipitamos todo hasta este callejón sin salida. Es verdad que puede ser que en un futuro, es verdad que las posibilidades siguen latentes pero por alguna razón de cierta forma he perdido la esperanza en esta buscada habilidad para crear amor. No te metas en esas cosas dice L constantemente y creo que en mi se desarrolla esa sensación cansada de ver que el mundo es mucho menos mágico de lo que a veces imagino. Tiré la toalla en eso de la Celestina.
Mirando a mi amigo, quien se encuentra en un periodo complejo de pérdida y de re definir algunas cosas a veces le imagino demasiado solo y a veces me da la sensación que se encuentra un poco triste y no puedo hacer absolutamente nada, porque no sé crear amor.
Ayer le miraba mientras chateaba con el chico nuevo que vive en Madrid, podía ver cómo en la oscuridad la luz de la pantalla hacía brillar los dientes de su sonrisa. Supongo que después de todo cada quién tiene la capacidad propia para producir amor así como cada quien tiene esa capacidad de autocuración, pero que a veces estamos tan sometidos por nuestras propias trampas y por nuestros interminables temores que nos pasamos años enteros sin querer sacar los piecitos a la calle.
El día anterior nos había leído el tarot Osho a los dos, evidenció mis miedos, los mismos miedos viejos y conocidos que no me aterroriza en absoluto mirar a la cara, pero en cuanto sacó su tirada no pudo atreverse a decirme qué era eso que le aterrorizaba tanto que aparentemente había salido sobre si mismo. Aventura dice en la carta de arriba, Aventura.
El día que lo miré sonriendo tuve un sentimiento agridulce. Me sentí triste porque uno no puede presionar el botón de forward en el sufrimiento de nadie, por más que uno lo desee. Me sentí contenta porque pensé que talvez estaba un pasito más cerca de la aventura que antes.

viernes, 29 de octubre de 2010

cuento número treintaicuatro

Tenía una mala racha, no sabía exactamente qué le pasaba pero parecía infeliz, tenía siempre cierta oscuridad en el semblante. Es difícil comprender ese tipo de cosas en una pareja cuando uno es tan jóven. Algunas veces que salíamos juntos a alguna fiesta siempre estaba triste, siempre había algo que le tenía como callado y ausente. Yo quería darle un par de bofetones para ver si dentro de toda esa penumbra había alguna señal de vida. Nunca me dijo qué era lo que le preocupaba.
La fiesta de Halloween era un día especial para mi desde hacía dos años, había algo que tenía el ambiente, talvez el clima de otoño o que los atardeceres comienzan a ser más coloridos, octubre tiene mi clima favorito. Así, en la dichosa fiesta, que yo le había convencido con muchos esfuerzos de asistir, tenía la cara más triste de todas y aunque sentía el peso de su tristeza, después de tantos meses, comprendía que no había nada que yo pudiera hacer por él. Se desató entonces el Apocalipsis con todo y jinetes el momento en el que entró la morenita de buen cuerpo y que en su cara apareció una resplandeciente sonrisa que hacía mucho no veía. En ese instante se me apagó el corazón como si lo hubiesen metido en la cubeta para enfriar el vino. Salimos al jardín, hablamos, según él no tenía nada que ver con ella sino que solo no estaba agusto conmigo. Me preguntaba ¿qué cosa habría hecho mal? y ¿cómo podría ser la vida tan cruel y terrible para permitir que alguien a quien quieres tanto de repente piense que existe algo más lindo que esa insaciable adoración adolescente?. Mientras rodaba mi cabeza escuché de música de fondo una canción triste de Alex Syntek, y comenzó a derramarse mi corazón roto con silenciosas lágrimas, pero lejos de lo que hubiese pensado, terminó por hacerlo enojar más, porque ¿cómo podía ser yo tan egoista para hacerle más difícil este momento?. No importa. Lo ví bailar con ella toda la noche y lo que para mi era el día más triste y extraño para él era una ocasión afortunada en la que se había quitado un gran peso de encima. El peso aparentemente era yo.
Por alguna extraña razón no lo borré de mi messenger y por si fuera poca mi agonía de no tenerle, tenía que soportar como lentamente me iba revelando que efectivamente ella le gustaba mucho.
Una mañana en la escuela solo se hablaba del nuevo noviazgo. Miraba a estas dos personas agarradas de la mano en el patio del recreo, era la morenita, pero afortunadamente para mi no era quien yo temía el que la tomaba, sino Manuel que nunca le había parecido guapo a nadie más. Adoré a Manuel ese día, porque si al menos él ya no estaba en mi vida, Manuel me había salvado del terrible sufrimiento de tener que atestiguar la triste circunstancia que para mi estaba deparada.
Nunca he hablado con Manuel, ni conozco las cosas que le gustan pero aún así le guardo como contacto 12 años después solo por el hecho de que ver sus fotos simplemente me recuerda a aquella vez que tuve un salvador accidental. Te quiero Manuel, porque elegiste el mejor momento para comenzar a ser atractivo.

jueves, 28 de octubre de 2010

cuento número treintaitres

Ella dice, que el amor de antes no es como el de ahora. contrario a lo que casi toda la gente dice, ella no piensa que los tiempos de ayer fuesen mejores que ahora, "laboralmente si" dice ella, porque antes no había la competencia que hay ahora, pero eso del amor no es lo mismo que yo entiendo como amor.
A mi me llamaba la atención que para ella siempre fue muy importante que reconociese en mis posibles pretendientes ese "don", como un aura milagrosa que le revelase que el niño a mi lado sería un adulto trabajador. Nunca aprobó a ninguno que por algún motivo le pareciera medio vaguillo. Cómo reconocer el hombre trabajador en un niño, no lo sé. Talvez a través de sus juegos o de como se viste o de cómo toma la sopa, quien sabe. Mi mamá cuenta que cuando salía con mi papá, ella le advirtió que aparentemente le había llamado la atención un gesto minúsculo como la forma de tomar la cuchara o de jalar la silla. No era que fuera especialmente tradicional en esas cosas, pero ella adivinaba en ese gesto la ausencia de un adulto que le enseñara esas cosas. Mi papá perdió a sus papás a los quince y efectivamente hubo muchas cosas que no pudo aprender. Aún así, no se exactamente cómo se distinga a un hombre trabajador de entre los demás, sin embargo siempre me intrigó muchísimo saber el porqué le obsesionaba tanto aquella cualidad cuando a mis ojos siempre ha habido cualidades más importantes, como tener un hombre emocionalmente inteligente, o interesante o alguien que se sepa comunicar.
Un día mientras cenábamos en los veranos de visita, mientras me explicaba las diferencias en la acción de cortejar de su tiempo, concluí que la diferencia entre las relaciones de antes y las relaciones de ahora, son fruto de un factor devastadoramente sencillo. Los anticonceptivos.
Antes cuando tenías que escoger a un hombre, ya que ibas a darle los hijos que dios te mandara, era importante saber que iba a poder mantenerlos y que no iba a dejarte tirada, antes uno tenía muchos hijos, supongo que sería fundamental ser trabajador, aún más fundamental que en si amar a alguien.
Ella dice que dejó ir a dos hombres que amaba por esa cuestión. Que a mi abuelo lo eligió desde su cerebro pero que al final le fue bien, encontró un buen hombre.
Eso, le cuento mis historias de amor y mis preocupaciones. Y extrañamente ella escucha con mente abierta. A veces me cuesta distanciarla del concepto del hombre trabajador.

miércoles, 27 de octubre de 2010

cuento número treintaidos

Hay un momento en la vida que es especialmente duro porque tienes que aprender todas esas cosas del amor. Hay varias lecciones que se te repiten constante e insistentemente durante estos años de aprendizaje, entre las que constan un par de reglas básicas.
1. Ocultar los sentimientos y las intenciones verdaderas.
2. Los animales alfa no tocan a los animales de menor rango, así que evita ser cariñoso.
3. A nuestra especie le gustan los retos, nunca se le deben poner demasiado fáciles las cosas, a nadie.
Así, mientras aprendíamos estas leyes universales, uno comete siempre los mismos errores.
A Ale siempre le habían gustado las mismas criaturas atípicas, le gustaba escoger al especímen más extraño del salón. Ese año a ella le gustaba el ciudadano que apodaremos con el nombre de Pe. Ale había sido especialmente desobediente con dichos mandamientos e insistía en buscar constantemente al ciudadano Pe e intentar tocarle todo el tiempo, le gustaba perseguirlo, abrazarlo y molestarlo todo el día.
Hubo alguna ocasión en que Ale me había expresado el ardiente deseo de poseer la gorra favorita de ciudadano Pe, y como yo quería mucho a Ale algún día en el recreo simplemente despojé al dueño de la misma.
El dueño, que a su vez desconocía con evidencia el reglamento, malinterpretó mi gesto de amistad hacia Ale con un gesto de amor hacia él, no me pidió la gorra de vuelta pues en su cabeza era un intercambio de un objeto preciado por un sentimiento de correspondencia, así que mientras Ale le perseguía e intentaba llamar su atención, él deslizaba discretamente la regla por uno de sus costados y a la mitad de la clase más aburrida de física me lanzaba un picotazo con su larga regla justo entre las costillas. De todas las tácticas de amor aplicadas en el 80% de los casos eran erroneas y como resultado solo podía obtenerse una cadena de seres humanos no correspondidos y frustrados.
Un día, desesperada porque los reglazos eran cada vez más frecuentes, le pedí a mi amigo el ciudadano Ce que fingiera ser mi novio porque mis calificaciones de física aparentemente emprendían una apresurada carrera en descenso. El como amaba todo lo que implicara una actuación, bajaba todos los días a la hora del recreo y era terriblemente caballeroso y presente y todo lo que nunca había obtenido con nadie, ese era mi novio postizo Ciudadano Ce.
Uno podría imaginarse el posible curso de la historia, pero había algo que no cuadraba con Ciudadano Ce, algo que te hacía sentirte extrañamente a salvo de besos y reglazos cuando estabas a su lado.
Un día hicieron una fiesta en casa del tío de Ariadna o algo así, estábamos todos. A mi me gustaba Roberto, y como ya lo había mencionado antes, yo sólo era su compañera de estudio, así que entenderán mi incontenible ira ese día de la fiesta, en la que todos habían tomado bastantito y que lo miré escabullirse entre los arbustos con la niña más fea de toda la clase e incluso de los dos salones. Me hundí enfurruñada sobre mi asiento, mientras todos los invitados a la fiesta se removían entre ruidos y gemidos en los arbustos. Mi novio ficticio evidentemente no estaba entre ellos, así que se sentó a mi lado y me preguntó si algo me pasaba. Se dio cuenta que lo que pasaba era Roberto con la otra niña, así que colocó su cabeza sobre mi regazo y de sus ojos comenzaron a caer gordas lágrimas desparramadas sobre mis pantalones. "A mi nadie me ha querido" me dijo y me propuso después que hicieramos nuestro ficticio noviazgo algo oficial. Yo sabía que había algo que no encajaba en ello, estaba completamente segura que a él yo no le gustaba y de hecho no podía leerlo como leía a Ale o a ciudadano Pe y saber verdaderamente quién le gustaba, qué le gustaba. "Pero sé que yo no soy tu tipo", "Si eres del tipo que puede quererme, eres mi tipo". Algo no funcionaba.

martes, 26 de octubre de 2010

cuento número treintaiuno

No te enamores demasiado de un estilo de vida.
Había pasado que un día gracias a la buena alineación de mis astros en esos meses en que pude conseguir una beca que me permitió aguantar los altibajos bipolares de mi papá y poder sostenerme a mi misma no sobradamente pero al menos con mayor tranquilidad en una vida talvez un poco precaria pero finalmente una vida tranquila.
Tiempo después de terminar mis estudios me encontré a mi misma sumergida en esta vida no especialmente cómoda pero lo suficiente para embargar cierto temor a perderla. El ser humano es esta criatura compleja temerosa e insegura de si misma que va vagando por la vida esperando un lugar seguro donde resguardarse de la lluvia. Cualquier lugar es bueno, él piensa. Así que en ese momento de la vida, en el que me encontraba en ese rinconcito cómodo del universo me daba tanto temor tomar un riesgo, arriesgarse es salir gratuitamente de tu huequito caliente, salir a la lluvia sería pelear nuevamente, pasar angustia, qué pasaría si no encuentro un trabajo suficientemente cómodo. Me daba miedo especialmente la imagen de mis jefes pasados, que odiaban que fuera distraida y que rompiera cafeteras de forma continuada, que no intimidara a los raterillos de tercera de ir con sus pequeños hurtos. Me hubiera gustado explicarles cientos de veces que soy una persona pacífica, que en toda mi infancia no recuerdo haber probado carne en mi casa, que somos todos tranquilos de sangre ligera y que los raterillos me causan mucho temor.
El otro día le fui a ayudar a Regina en su blanca cafetería. Descubrí o bien que Regina sabía mentirme bastante bien o que talvez no era tan mala camarera como yo pensaba. Divisé a lo lejos entonces otro huequito tibio al que acogerme. Talvez puedo ser camarera. No por favor, no por favor, no dejes que el miedo y ese deseado confort me acerquen a esta vida que uno no sueña pero que te permite comer.
Me gustaba la idea de ser ilustradora o incluso de vivir de las pinturas, en el universo en el que a los 16 años de hecho me encontraba bien conectada podía ser posible, en este universo a su vez que diez años después me encuentro sin conexión alguna, talvez ya no esta a mi alcance, talvez no he peleado suficiente.
Que el Cosmos polarice el amor a mi trabajo hacia aquel trazado perfecto del lugar donde se supone debo estar, aunque sea sirviendo cafe. Como el día que desee un trabajo y al día siguiente justo me llamó mi profesora favorita para decirme que me había recomendado con una compañía de estampación. Como el día que tras descubrir que en dicho trabajo exigían demasiados sacrificios apareció esta beca, suficientemente cómoda, suficientemente buena para poder terminar la escuela, deséalo con claridad, se aparecerá a la carta y te darás cuenta si estas listo para tomar el tren o bajar la cabeza.

lunes, 25 de octubre de 2010

cuento número treinta

en el noventaicuatro hubo una crisis muy fea causada por un presidente calvo y orejas grandes. así lo recuerdo.
ahora cuentan que en realidad manipuló el mercado para que las acciones de sus empresas subieran, le avisó a sus queridos amigos para que hicieran los movimientos pertinentes y definitivamente hubo mucha gente que se benefició de ello.
nosotros, los clasemedieros sin amigos importantes nos fue de la chingada. yo en ese entonces tenía 10 años. mi papá tenía una fábrica de inyección de plástico que se llamaba Intraplast y mi mamá una pastelería que no jalaba mucho pero que le gustaba mucho hacer. En realidad la fábrica era lo que nos daba de comer, así que el día en que mi papá vió que por lo que había hecho el presidente calvo tendría que cerrar la empresa que le había costado tantos años construir, efectivamente estaba muy enojado, como el resto de clasemedieros sin amigos importantes, mejor ni hablar de los que vivían en pobreza extrema o tenían menos que nosotros.
Mi papá entró en un estado extraño como de larga reflexión, como atemorizado por esa gigante amenaza que le representaba el futuro. Entonces mi mamá puso el hombro y en plena crisis, la crisis más dura que ha vivido México nunca, esa mujer que tenía por hobby cocinar y hacer pasteles de fantasía, se convirtió en el soporte principal de una familia de cuatro.
Al principio aparentemente era fácil o al menos no tan difícil. La pastelería tenía sus clientes y en general iba bien, pero conforme fueron pasando los años, las cosas se iban viendo más y más complicadas hasta que finalmente para sacar las cuentas a fin de mes tenían que vender pasteles de casa en casa. No podía comprender la dificultad de ese oficio hasta que 15 años después tendría que dedicarme a hacer encuestas por teléfono. Recuerdo muchas veces haber oido nombres como "la pastelera" o algunos otros que ni siquiera mencionaré pero que implicaban el triste anonimato en el que se había sumergido ella que había sido la más brillante diseñadora gráfica de su generación y que incluso la habían invitado a desayunar con algún presidente (no el de las orejas grandes, eso hubiera sido demasiada ironía sino otro cualquiera) por sus impecables notas. Ella describía incluso que le resultaba devastador mirar que el trabajo de decoración que le había tomado algunas veces alrededor de diez largas horas se destruía tras esa estúpida tradición de arrojar la cara del cumpleañero contra el frágil pastel. Solía decir, que había hecho muchas obras de arte que habían desaparecido simple y sencillamente bajo el efímero destino de un pastel, el de ser deborado.
Muchas veces me he preguntado cuál es la diferencia entre un niño y un adulto además de las obvias implicaciones hormonales. Y la respuesta que casi siempre se me viene a la mente es más bien una imagen; la de mis papás que no podían regresar a la casa los sábados y los domingos temprano a descanzar de todo el trabajo que habían tenido que hacer durante la semana, sino que se quedaban dando vueltas en el coche, muchas veces hasta las ocho o diez de la noche y la mayor parte del día bajo ese calor agobiante de cocoyoc, con un solo pensamiento en la cabeza, que tenían en casa dos pequeñas bocas que alimentar.
la diferencia entre un adulto y un niño radica unicamente en la motivación para hacer las cosas, un adulto no se cuestiona y simplemente las hace porque tiene que hacerlas y es más bien esa motivación inaplazable la que en si transforma a un niño en adulto.
Me gusta pensar que el amor de nuestros padres por nosotros fue lo que los convirtió en adultos.

domingo, 24 de octubre de 2010

cuento número veintinueve

Le habían encontrado aparentemente un problema de hormonas, que "producía demasiada testosterona para ser una mujer" le habían dicho los doctores. Pero da igual cualquier nombre, porque a ella se le manifestaba según entiendo con demasiada energía la cual comenzó a canalizar en los deportes.
Comprenderán entonces la perfecta imagen del día que encontró un checo con chamorros de extraordinarias proporciones que amaba subir montañas cual cabra suiza y que parecía tener esta energía inagotable que nadie comprendía.
El primer día que decidí salir de excursión con ellos había ido ingenuamente pensando que tardaríamos un par de horas internándonos en la naturaleza y luego regresaríamos a nuestras casas como si nada, sin embargo ese par de horas se convirtieron en 8 larguísimas horas de subir montes sin tregua para recibir un único descanzo de media hora para ingerir los supuestos alimentos que ¿porqué no? se me había olvidado traer. Así, hambrientos y sudorosos recorrimos alrededor de veintitantos kilómetros subiendo y bajando montes para finalmente llegar a una playa medio cochina en Casteldefels. Sobra decir que en el momento que mi cansada espalda toco tierra firme, fue como recibir algún elixir mágico porque no me volví a despertar hasta dos horas después cuando teníamos que regresar.
Cabriyarda le apodamos a Jaroslav (Yarda de cariño) por aquella terrible arrastrada que tanto a él como a su amada y atestoteronada chica les había parecido tan romántico. Ese día comprendimos todos la razón del porqué se querían tanto.
Tiempo después desaparecieron como si se los hubiera tragado la tierra misteriosamente y de lo que solo recibimos una postal de los dos sentados en una silla gigante, quesque era una tradición checa porque ya se habían casado.
Hace un par de semanas cuando me dirigía para variar tardísimo a mi clase de serigrafía, veo a una mujer chaparrita como yo, con una cara como de niña y un pelillo corto como de muñeca antigua. Me cuesta trabajo reconocerla porque su cabello es ahora mas oscuro y suficientemente corto y porque lleva una carriola anaranjada junto con un pequeñito como de dos años agarrado de su mano.
-Hola Eva.- Y se queda analizando mi rostro como si no pudiera recordarme para luego encontrar algún razgo revelador devolviéndome una sonrisa y expresión de sorprendida.
Me presenta a Otto, el pequeño rubio, una bonita mezcla con la cara de él y los ojos de ella, con la nariz y la boca cubiertos de mocos amarillos y casi al borde del llanto porque el amiguito del parque no quería regalarle sus burbujas. Eva me cuenta qué hacen de vuelta en este país y lo contentos que estan. Le pregunto cómo le hacen con este sujeto de piernas cortas para seguir con sus expediciones por la naturaleza y me contesta que le estan entrenando, que ahora mismo no aguanta los 20 kilómetros pero que ya aguanta 10. Con solo 2 años.
Después llega él y se sorprende también de verme, dice que mi cara ha cambiado tanto y hablamos de una posible reunión que los tres sabemos nunca se llevará a cabo. Los miro a los dos, cansados y con un aire extraño, como si el tiempo hubiera cernido alguna capa cristalina sobre sus rostros, edad o cansancio, talvez algo que ni siquiera tiene sustantivo. Finalmente el tiempo lo serena todo.

sábado, 23 de octubre de 2010

cuento número veintiocho y medio (solo porque creo que es totalmente adecuado para el día de hoy)

Aprendí grabado el año que me dijeron "no" en la Esmeralda. Aprendí grabado porque a una desconocida le pareció que podía ser bueno para mi que no tenía otra cosa. En mi cabeza el grabado era una especie de misión obsesiva en lo cual fijar mi atención mientras descubría qué era lo que la vida quería de mi.
Descubrí que tenía un profesor duro y perfeccionista, el día que me dijo "te estoy observando solo para ver el momento en el que te equivoques" descubrí que me daba incluso algo de miedo. No quería equivocarme. Él tenía esta extraña obsesión más que con en si la técnica del grabado, con la técnica de la estampación, que según él, son dos oficios diferentes.
Pasaba las horas mirándome como había amenazado en primer momento. Alguna vez me había dicho que los alumnos como yo no le gustan porque como no se equivocan nunca aprenden nada. "No me gustas, pero estoy esperando", y yo miraba con horror el momento en que me equivocase y prestaba especial atención en todos los pasos, en los tiempos del ácido, la limpieza de la plancha, especialmente la limpieza, que no quedara ni un poquito de grasa. Y practicaba ese movimiento en el que tanto nos había insistido en el que se le pasaba la parte gordita de la palma de la mano rozando con delicadeza extrema por encima de la plancha. Y al sacar mi primera estampa, aglomeró a toda la gente para que viera el resultado porque nadie tiene una buena primera estampa. Y al destaparla ver que era perfecta solo murmuraba "No me gusta, no me gusta".
Después de muchos meses y ver que todavía no me equivocaba, comenzó a tener más confianza en mi y renunció a su perene vigilancia. Decidió que mi cabeza era suficientement confiable como para enseñarme un poquito más.
Aún así no bajó la dureza de sus ejercicios, colocando especial incapié en el estampado, estampar bien, estampar bien, lograr la perfección a base de esfuerzos, de repetirlo cientos de veces. El dichoso movimiento con la palma de la mano era de vital importancia, no fue hasta algunos años después que podía dominarse bien. Cuando decidí dejar la clase de grabado, él y yo ya éramos amigos, compartíamos un gusto chistoso por el grupo de Placebo.
La última clase que tuve con él me dijo, "Tengo muchísima fe en ti y quiero que antes de regresarte a tu país poder ver una exposición individual tuya.".
Cuando entré a Bellas artes en principio decidí no hacer grabado porque estaba llena de eso, sin embargo conforme pasaron los años comencé a extrañarlo mucho. Mi penúltimo año de carrera me apunté en el grabado más académico del programa, pero éramos tantos en la clase que era imposible prestarnos atención a todos, uno aprendía lo que deseaba aprender. Así que estaba yo, autodidacta en mi educación, descubrí que el método que enseñaban para estampar no era el mismo que yo usaba y me sentí muy insegura de lo que había aprendido.
Un día mientras estampaba, se me acercó el maestro de taller. "¿Quién te enseñó eso?" me preguntó con una sorpresa que me hizo pensar que estaba cometiendo la tontería más grande del mundo. Le conté mi historia y la historia del lugar donde estampar compulsivamente era muy importante. "Ahh, así que eres alumna de Jordi... Si, ahora lo entiendo. Fíjate que él y yo éramos aprendices del pasado maestro de taller cuando esta universidad todavía no era una universidad y a penas comenzaba a ser una academia de arte. Solo él y yo estábamos cerca de él, él era muy bueno, uno de esos maestros perfeccionistas como los de antes, solo se podían aprender cosas observándolo e imitándole. El estampaba así, justo como tú lo estas haciendo, esa era su técnica personal, por eso me ha llamado tanto la atención mirarte hacerlo".
Así, unos meses después, cuando el maestro de taller se jubiló, busqué a Jordi para contarle la historia de cómo el alumno había visto revivir al viejo maestro por el simple gesto de una mano. Me sonrió y me sentí profundamente orgullosa de parecerle suficientemente digna para revivir a un hombre que había amado y admirado tanto.


Mi niña, si amas tanto a alguien hazlo eterno, sobrevive y transmite todas esas cosas lindas que él te ha dado y que él te enseñó, no creo que haya un sentimiento más grande para un padre que ver que los hijos se convierten en árboles y sueltan raíces a la tierra y echan ramas al cielo.

cuento número veintiocho

Ella siempre me dio mucho miedo. Tenía esta extraña fijación con todos los hombres que yo quería, era como si por la sola cualidad de ser queridos por mi adquirieran para ella un bonus especial. Recuerdo una ocasión precisamente en que empezaba a fijar mi atención amorosa sobre el tipo alto del salón. Algo que había pensado me dejaría completamente segura era que el chico había la había pretendido a ella por más o menos tres o cuatro años, en los cuales ella había dado pretextos como que lo quería como amigo o que no le gustaba o cualquier cosa, pensé que no existía una serie de circunstancias que me proporcionaran más seguridad que estas.
Comencé con mis lentos avances, habíamos establecido un grupo de salidas entre el chico aquel, su bien parecido amigo y ella. Descubrí que el amigo estaba loco por ella y como era comercialmente guapo sentí que las cosas estaban aún más seguras de lo que había planteado al principio.
Un día en el gimnasio le confesé a ella que él me gustaba y me dijo que le parecía una noticia padrísima porque como pareja estaríamos muy bien y que él había estado tanto tiempo solo y no se cuanta cosa.
Ya sobre la noche estando los cuatro solos vamos el amigo y yo por bebidas y cuál sería mi sorpresa al regresar y encontrarlos dándose un apasionado beso bajo el kiosko del jardín. -¿Porqué decides hacerle caso justo el día que a mi me gusta?- le pregunté una vez.
Creo que fue más desde ese tipo de experiencias junto con el día que me confesó que había coqueteado con mi novio del coro cuando dejé de confiar en la mayoría de las amigas por default. Como comprendiendo que había cierta rivalidad implícita que llevamos casi casi de nacimiento.

Tiempo después mi amiga de siempre que toda la primaria había medido un poquito menos que yo y que había sido siempre tímida y callada, repentinamente como tocada por alguna varita mágica, se había vuelto una ardiente y alta morena. Es extraño el sentimiento que puede inspirar una persona así, pues siendo una persona que amas muchísimo no puedes sentir envidia o sentimientos negativos, pero también al tener esta arrolladora y terriblemente abundante belleza era imposible no sentirse inferior en cierto sentido, es curiosa mi suerte de estar siempre rodeada de mujeres bellas.
A C lo conocí precisamente por ella, pues hubo un tiempo que le gustaba organizar sus excursiones a Guanajuato y verlos a ellos como un grupo completamente nuevo de amigos.
C me comenzó a gustarme mucho en un periodo de mi vida que solo debía pensar en exámenes de admisión y todos mis futuros posibles.
No deseaba pensar en ello y solo quería enamorarme y dejar que todo transcurriera sin angustia ni dolor. En alguno de los viajes me pidieron que tomara una foto de el hombre este, mi amiga y el otro tipo. Mirando por el visor de la cámara me percate de algo que extrañamente no había visto antes que era que aquel hombre estaba terriblemente enamorado de mi amiga. Sentía como mis peores pesadillas comenzaban a revivir nuevamente.
Después, un viaje por el malecón con el mejor amigo. Sentir el aire en la cara y mirar las luces amarillas de la ciudad. Al llegar a la casa ellos estan desaparecidos, mi corazón esta casi roto y asumo todas las cosas asumibles. Cuando regresan ella me cuenta cosas que él nunca me contaría, pero que finalmente me quiere tanto que NUNCA podría traicionarme. En efecto, él la ama a ella, pero ella me ama a mi. Lero lero.

jueves, 21 de octubre de 2010

cuento número veintisiete

Ayer cumplió un mes

Cuando veía los Halcones Galácticos o los Thundercats siempre me
pregunté cuál sería la relación que guardaban los personajes entre
ellos. Me llenaba de curiosidad el pensar que todas esas
personalidades estaban planteados en soledad y era la amistad el valor
resaltado durante todas las series, la amistad y el desarrollo de esa
mística individual. Siempre había un protagonista señalado por el dedo
de dios y toda la serie radicaba en verlo caminar hacia la realización
de su destino divino.
Me gustaba imaginar historias y hacer teorías de cómo podría ser vivir
el amor. Todas las protagonistas se encontraban tan solas, eran en
cierto sentido secundarias. Me preguntaba si sería eso que yo conocía
que era compartir mi sandwich con Victor en el recreo e irlo a ver
algunas tardes. Me preguntaba si sería como me gustaba Marty McFly, y
simplemente era adorar como alguien habilidoso físicamente mueve el
aire con su cuerpo, talvez era simplemente parecido a como me gustaban
los cuadritos de Rice Crispies solo que sin el malestar estomacal
posterior al atascón, como ese placer que no conoce saciedad y que
podría llevarse a cabo muchas veces al día, todos los días, sin
hartarse. Uno se pasa toda la vida formulando hipótesis sobre la
prueba y error. Mi mamá siempre me dijo, dalo todo sin esperar nada a
cambio, dalo todo pero no te quedes sin nada para ti. No entiendo muy
bien a qué se refería con ese sobrante que uno se reserva para si
mismo, todo no puede ser todo si algo te sobra.

cuento número veintiseis

Nos habían hecho pruebas de voz aquel año que habían traído a esta mujer similar a un gendarme maquillado, era el primer año que Mauro no se encargaba del coro de la escuela y a todos nos intrigó la profunda atmósfera de disciplina que se comenzó a respirar en todos los grupos de secundaria.
Nuestra nueva gendarme nos daba un poco de miedo, nunca pudo recordar mi nombre e incluso cuando lo leía por alguna razón lo cambiaba por Elena. Elena era esta chiquilla de segundo de secundaria que había dejado de crecer desde quinto y cuyo vergonzoso número de calzado no sobrepasaba el dos y medio, era bajita, pero estaba segura que no era la MAS bajita.
En el grupo de abajo estaba el niño que entrenaba una hora antes de su clase de tenis y el cual le causaba cierta intriga, era también pequeñito y delgado, demasiado delgado como me imagino debe de verse si alguien decidiera convinar un vegetal extremadamente fibroso con un pequeño esqueleto, fibra y hueso era esta criatura.
Así que después de la primera prueba de voz a los intrigados seleccionados los habían llevado a la cancha de basketball para organizar la nueva formación. A Elena la habían etiquetado con la letra A+ o algo así, pero aparentemente no sabían si colocarla con las voces graves de los hombres o con las voces medias, ese lugar donde los hombres que parecían no haber recibido su dósis hormonal de adolescencia y las machorras parecían entremezclarse en el sonido más versátil de los tres.
Mientras esperaba que le asignaran un destino, deseó con todas sus fuerzas que le tocara cerca del chaparrito fibroso y lo deseó con tanta fuerza que incluso habiendo muchos elementos cuya estatura podía ser clasificada entre ellos dos, les había tocado uno junto al otro. "Esta será nuestra formación de ahora en adelante" dijo la gendarme, a su vez asignándole a Elena la voz media de machorra.
Disfrutaba mucho esos días, porque la disculpaban de clase y siempre le había gustado cantar, aunque fuera himnos militares, talvez incluso los disfrutaba aún más porque le gustaba marcar los acentos que aparecían en la palabra "del cañón" y separar las palabras con fuerza como en la frase"del ar.can.gel di.viiiiiiiii-i-no" además de que le gustaba usar la voz de machorra. El momento del ensayo del coro era su momento favorito del día.
Así, bajo los himnos militares y el gendarme maquillado, pudo crecer en ella un abrumador gusto por el chaparrito que iba a su lado, aunque no se hablasen ni hubieran cruzado nunca una palabra, la gustaba escucharle cantar y mirarle con el rabillo del ojo.
No recordaba que en alguna ocasión el chaparrito le había pedido su dirección de correo electrónico pues pensaba que lo había hecho por mera cortesía, hasta esa tarde que le llegó un misterioso mensaje diciendo que siempre le había gustado mucho pero que pensaba que nunca le iba a hacer caso hasta que finalmente el destino los había colocado juntos en las voces medias, entonces pensaba que tenía una oportunidad porque notaba cómo le veía. El chaparrito preguntaba si quería ser su novia en secreto.
Con dedos temblorosos no sabía que contestar, porque nunca había sido novia de nadie. Así que por instinto se atrevió a contestar que si quería.
Los jueves de coro se convirtieron en un acontecimiento verdaderamente emocionante, mientras le miraba aún con el rabillo del ojo temblaba por dentro pensando "tengo un secreto".

miércoles, 20 de octubre de 2010

cuento número veinticinco

Aparentemente en futbol hay varios tipos de jugadores y varios tipos
de juego. Usualmente es muy llamativo tener a un goleador estrella,
ese jugador genial cuyo brillo opaca a todos los demás jugadores.
Dicen que el juego perfecto de equipo lo inventó Holanda, donde de
cierta manera la participación de todos y cada uno de los jugadores en
pequeñas dosis aunque quita protagonismo a un posible jugador estrella
hace del equipo una máquina perfecta como podría ser un enjambre de
abejas.
Asi mismo siempre he pensado que este tipo de filosoía podría
reflejarse en cualquier campo, en el trabajo, la familia y la pequeña
familia que es la pareja. Hay algunos sistemas que funcionan con
protagónicos y algunos otros que tienen roles más equitativos y que se
ven disueltos en la contundencia del colectivo.
A mi me habían enseñado que tengo que ser una mujer exitosa e
independiente, me habían dicho que tengo que pensar en mis sueños y en
mi carrera antes que en el amor y los amigos. Cuando lo conocí a él,
ésto era especialmente difícil pues cuando deseas tanto ser el
goleador estrella tu equipo se vuelve invisible y más bien son como
dos partidos librándose en diferentes campos. El día en que Javi nos
corrió de la casa y se puso en aquel estado de neurosis yo me sentí
terriblemente desprotegida y esa noche decidí regresar a México.
El momento en el que lo dije en voz alta me encontré con su cara
triste a cambio. "Creo que esto algún día nos va a separar" me dijo.
Porque él amaba su vida en Europa y yo sentía como si hubiera algo muy
importante en otra parte. Contemplé la escena así, pensando en los dos
goleadores estrella. Me pregunté si eso era posible en una familia de
dos personas.
Cuatro años después en el mes en el que me quedan 40 euros dentro de
la cuenta y la deuda de un billete de metro que supera dicho monto, me
encuentro sentada en una mesita del mc donalds comiendo a hurtadillas
sus papitas fritas. El me mira con una sonrisa y me pregunta si no
quiero que me convide una hamburguesa. Yo estoy muerta de hambre pero
mi educación me ha enseñado a ser independiente y exitosa y el recibir
dinero u objetos ajenos va en contra de ello. "No", le digo, "tengo
que valerme con mis propios recursos, ésto es un lapso totalmente
intrascendente que tarde o temprano terminará por acabar.". "Como tú
quieras".
Al acabar, él se queda con hambre y baja por otra hamburguesa. Cuando
regresa no trae la hamburguesa enorme que tanto le gusta, sino dos
hamburguesas pequeñas con dos bolsitas de papas, las reparte entre él
y yo. "Yo soy tu novio, ¿no cuenta eso como tus propios recursos?". Me
arrebata una sonrisa terriblemente grande y me hace sentir tibio por
dentro. Mientras deboro la hamburguesa que mejor me ha sabido jamás,
me doy cuenta que talvez después de tantos años este hombre que amo
tanto me lleva la delantera pues comprendiendo la clave del juego en
equipo se ha convertido en el verdadero jugador estrella de este
partido.

martes, 19 de octubre de 2010

cuento número veinticuatro

La historia de mi vida ha sido convivir con las reglas de mi papá y
encontrar maneras sutiles e impunes de romperlas. En mi adolescencia
mi papá tenía cierta fijación con las malas intenciones de los hombres
y estaba totalmente empeñado en evitar que tuviera un embarazo precoz.
Había reglas como nunca estar con un chico a solas en casa, nunca
permitir que ningún miembro del sexo opuesto subiera a mi cuarto.
Cualquier cita que quisiera tener, tendría que realizarse en el jardín
y a la vista de todos.
A mi me indignaba el trato desigual que recibíamos en la casa, ya que
mi hermano si tenía permitido recibir mujeres dentro de su cuarto y le
obsequiaba condones cada vez que podía. Pensaba que mi papá tenía
cierta relación de complicidad como de hombre a hombre que conmigo se
le sembraba como una amenaza. "¿Porqué a mi no me das condones?" le
pregunté un día. Pero enojado simplemente cerraba la conversación sin
opertura alguna al diálogo. Un día era tal mi enojo de que él si
pudiera recibir mujeres en su cuarto que simplemente se lo prohibió
más que como una regla real, era en realidad una regla de consolación
a mi triste desventaja de género. Conforme fui creciendo las reglas se
volvieron mas estrictas, a los 17 años no podía llegar a casa más allá
de las 11 y tenía que reportarme cada media hora. En realidad en la
preparatoria no tenía nadie que me pretendiese por lo cual las
inecesarias reglas eran doblemente molestas pues ponían en relieve la
precariedad y el éxito escaso de mi vida amorosa.
En ese entonces a mi me gustaba Roberto, pero era un pueblo pequeño y
él amaba a las niñas normales y yo aparentemente no era eso. Aún así
tenía mi momento de consuelo que consistía en que a Roberto le gustaba
estudiar matemáticas y física conmigo, así que aunque él no me amase,
de cierta forma me apreciaba como amiga y compañera de estudio y en
ese entonces para mi era suficiente.
Ese día la casa estaba silenciosa y a mi se me había olvidado los
discos de música en mi cuarto. Él sugiere que pongamos música y
subimos los dos juntos a mi cuarto. Y en esos cinco minutos que
tardamos en decidir, que tomé el disco de Shakira en mis manos y que
de hecho ya estábamos bajando las escaleras, llega mi papá y se
imagina posiblemente que en ese mismo instante ya me encuentro
embarazada y que todos sus intentos por mantenerme pura y que termine
los estudios han sido tirados por la borda. El pobre Roberto que ya
había aguantado algunas escenas de mi papá me mira con pena ajena y
estoy segura que no me envidia nada nada por la bronca que sigue.
Pobre Roberto, a veces pienso que talvez no era que no me quisiera
sino que simplemente le daba tanto miedo mi papá que hubiera preferido
cualquier cosa a tenerlo por suegro.

lunes, 18 de octubre de 2010

cuento número veintitres

Mientras cruzaba el puente de Churubusco pensaba que uno no debería de
citarse con alguien que conoció por internet. Sin embargo me pregunto
que si llegase a funcionar sería tan maravilloso como lo he imaginado
en mi cabeza. Me da miedo poner falsas espectativas, me da mucho miedo
imaginarme cosas porque duele mucho desilusionarse. Tengo mucha fé en
esto, fé ciega.
Cuando llega él vestido de negro pienso que es mi color favorito, me
pregunto si se sentirá tan cómodo como yo vistiendo de ese color y si
será consciente de lo bellos que son sus ojos. Nos abrazamos casi como
si nos conociéramos de hace mucho tiempo y media hora después vamos
caminando de la mano sobre cualquier barrio en la ciudad mas peligrosa
del mundo como si estuviéramos en Disneylandia. Yo quiero expresarle
que me gusta y lo empujo contra una barda de alambre que le hace
sangrar. Me averguenzo de mi fuerza y mi torpesa, quisiera ser más
agraciada en mi roce social. No lo soy.
Ese día no se si le he gustado pero me siento insegura porque en esta
sociedad las virtudes que pueda tener no son muy valoradas. Me deja en
casa de Malala y yo quiero que me bese pero no lo hace. Concluyo que
no le gusto.
Al día siguiente en la noche regresamos a Coyoacán a comer esquites,
este hombre esta determinado a satisfacer todos mis caprichos
culinarios de este paladar tan acostumbrado a los sabores
mediterraneos. Era de esperarse que mi ingenua lengua bailara
desesperada dentro de mi boca por un trago de agua. Entonces me dice
que le debo un beso e inventa un pretexto extraño de futbol para
sacármelo. A mi no me importa el pretexto. El se queda quieto y cierra
los ojos como esperando que yo haga todo lo siguiente. Me acerco lenta
y beso esta boca especialmente linda. Nunca había besado a un hombre
que amara y que me amase de vuelta. No tenía idea de que esto se
sintiera así.
En los próximos días encontramos un prometedor escenario porque nos
gustan casi las mismas cosas y nos abrimos casi casi derramando en
avalancha todos esos placeres extraños que nunca antes hemos podido
mostrar. Es el primer hombre al que le muestro mi música y mis
caricaturas y que mira sorprendido todos los dibujos que he hecho. Él
es fotógrafo, lo que yo siempre había soñado ser, y siento que mi amor
se extiende hasta el infinito. Me río un poco de que se sienta así,
tan cursi y ridículamente perfecto que incluso me siento identificada
con el concepto de amor que plantea la televisión.

domingo, 17 de octubre de 2010

cuento número veintidos

Aprender a encargarte de tus propios trámites es difícil. Me costó muchísimo aprender a limpiar el baño y saber distinguir qué cosas tenía que levantar al barrer y cuales se tenían que quedar en el suelo. Tardé tres años en descubrir que el limpiador del piso era muy importante pues impregna toda la casa, tardé tres años en saber que me gustaba el "Maestro limpio ph neutro". Los primeros meses me quedaba aterrada en las noches, pensando en todas las cosas que tenía que resolver al día siguiente. Extrañaba la cocina de Dioni, sus minuciosos cuidados y el que solo tuviera que preocuparme por mi y lo que me gustaba hacer. Recordaba que pasaba los días mirando el techo, descifrando las figuritas que veía en él, poniéndole nombres y cosas, simplemente mirando el tiempo pasar, sin prisas. El pensamiento de todas estas cosas, que si limpiaba bien el salón, que había que lavar toda la ropa, que la renta se pagaba en los primeros días del mes, estudiar de nueve a nueve, intentar hacer dinero de vez en cuando, aprender a vivir en soledad.
Después de unos meses dejé de dormir. Me acostaba a las 12 de la noche para despertar a las 2 de la mañana totalmente atemorizada. Dejé pasar mucho tiempo hasta sentir que mi cuerpo estaba terriblemente agotado pero que se negaba a dormir, es tan extraña esta ambigua sensación. Comencé a visitar a esta homéopata-psicóloga, una mujer chiquita y flaca que me ponía péndulos de cristal en las puntas del los pies y sobre el estómago. "tu cuerpo esta en vigilia" decía ella, "el cuerpo no quiere dormir pero esta cansado". Tomé todo lo que ella me daba, y nada me hacía dormir, mi cuerpo parecía empecinado con seguir de pie, con lo mínimo de descanzo.
Fue la época en la que llegó mi mamá a visitarme. Le dió un poco de susto que mi pelo se había vuelto muy negro y mi piel muy blanca, decía que mis dientes se habían manchado un poco y pensó que sería lindo que su visita trajera viejos cuidados anque fuera por un par de semanas.
Recuerdo especialmente una tarde que acostada en mi cama comenzó a rascarme la espalda con sus largas uñas, como solía despertarme cuando era pequeña. Mi cuerpo comenzó a sentirse pesado pesado como una piedra sobre un río, a caer, rápidamente hasta tener los ojos cerrados. Ese día finalmente pude dormir interminables horas dejando el insomnio desaparecer bajo las cariñosas manos de mi mamá.

sábado, 16 de octubre de 2010

cuento número veintiuno

Cuando era pequeña no existía para mi una frustración más grande que ver que aún cuando iba cambiando de tipo y de especie, mis plantas invariablemente morían. A las lechugas les salían babosas y las violetas simplemente se ponían flojitas y llenas de unos bichitos verdes. Probé las plantas con flores, las que no tenían flores, las de interior y exterior, las medicinales. Nunca se me dio ninguna. Y era tan grande mi frustración porque desde que soy muy chiquita descubrí que me gustaba eso de sanar, y no me refiero a esas sanaciones físicas como las que ofrece la medicina occidental, después de escuchar la infinidad de horrorosas historias del trabajo de Malala, comprendí que nunca hubiera podido ser doctora. Pero tenía una especial fascinación por la idea de curar a las personas por dentro. De cierta forma siempre me han gustado las cosas rotas porque guardan dentro de si todo el potencial de transformarse en otra cosa por completo, siempre pensé que las heridas o las pequeñas hendiduras son pequeños o grandes contenedores de historias, a partir de las historias y estas heridas es como se establecen y entrelazan las relaciones verdaderas.
Cuando iba en primero de primaria había muerto envenenada mi gatita negra, se llamaba Tom. En realidad Tom era un gato un tanto arisco, no le gustaba la gente, ni le gustábamos nosotros y me arañaba la cara cada vez que osaba cantar en su presencia. Aún así mi hermano y yo éramos novatos en eso de entender la muerte y la pérdida de aquel pequeño personaje nos había resultado una experiencia incomprensible y horrorosa. Debió ser cosa del destino porque aquel justo día que fuimos unos niños rotos y tristes apareció en la puerta de la casa un pequeño gatito que no tendría más de un mes de nacido. Mi papá lo había visto y le había llamado la atención que tuviera la mitad de la cara rubia y la otra mitad negra. Mi papá sintió ternura de encontrar semejante coincidencia en este solitario tercio, así que como movido por una invisible fuerza, sacó un platito de leche y las croquetas de la difunta Tom y decidió improvisar. Media hora más tarde había logrado introducir al pequeño gato hasta el cuarto de baño. Así, se podría imaginar el drástico giro que tuvo nuestra triste semana al llegar esa noche estrellada de marzo y encontrar aquella encantadora criatura desamparada y sola y unos padres dispuestos a recibir un nuevo inquilino en casa.
Le llamamos Tigre por el extraño estampado multicolor que le cubría el lomo, sin embargo después descubrimos que era hembra y talvez porque en ese entonces Julia Roberts aparecía en todas partes fue que comencé a llamarle Julia como segundo nombre.
Contraria a Tom, Julia era extremadamente cariñosa, amaba acostarse pegadita a tu cuerpo casi como si disfrutara infinitamente sentir el calor que nosotros emanábamos. Mi amigo Marc explica este fenómeno con la teoría de que no existe un animal más grato y cariñoso que un gato callejero porque no ha nacido con el calor de una casa y por ello tiene la capacidad de valorarlo. No lo se. Julia se convirtió en la incansable compañera cuando me desvelaba para los exámenes de física o mate, fué reconocida como heroína local el día que encontró una serpiente y con valor hizo tanto ruido hasta que nos despertó a todos. Tuvo dos camadas de gatitos y una longeva vida de 17 años humanos que estoy segura debe de ser un número obseno en años gato. Julia curó mi primera gran fisura y la amé profundamente hasta el día en que era un gato viejito y medio ciego, Julia la gata bruja sanadora y compañera que necesitaba un hogar y cariño y que fué la única que hubiera podido elegir a esta asesina serial de plantas para brindárselo. A veces se me aparece en sueños y es tanto mi júbilo de volver a verla que es la forma en la que me doy cuenta que estoy soñando, es por ello que concluyo que no cabe duda, definitivamente, las relaciones mas trascendentes son siempre en cierta medida el dulce fruto de la fragilidad.

viernes, 15 de octubre de 2010

cuento número veinte

Ellos son del tipo de pareja que desde afuera se ve muy mal. Ya que ella siempre se quejaba de que él le hablaba feo y que si era un grosero y que no quería escuchar las historias de Jesucristo. El para mi era una persona callada, distante y fría. Lo que sabía de él lo sabía a través de ella. Todo el mundo dice que escogemos a nuestra pareja a partir de nuestros propios modelos familiares. He oido esta afirmación constantemente a lo largo de mi vida, pero he de confesar que la primera vez que lo escuché fue como cuando a uno de esos personajes de las literatura griega le revelaran por medio de una profesía la tragedia de su destino. Yo no deseaba tener un hombre callado, distante y frío y que encima fuera grosero.
Talvez por eso en mi juventud le tenía mucho miedo a los hombres, los miraba recelosa como esas criaturas que guardaban dentro de si mi potencial destrucción, pero al mismo tiempo me llenaba de terror el magnetismo hacia ellos que sentía dentro de mi cuerpo. Pude mantenerme en este punto medio de tener noviecitos diferentes cada semana o cada mes hasta que cumplí veinte años.
Así, se podrá comprender el terrible temor que sentí el día que me encontré cara a cara con mi séptimo sello, el hombre más seco, más callado, más frío y más grosero del mundo. Pero que al mismo tiempo hacía como ya lo he dicho antes, que me hirviera la sangre tan violentamente como no recordaba haber experimentado. Había optado por alejarme de él, porque desde la primera vez que lo vi comprendí de quién se trataba y en el amor como en todas las cosas hay un momento en el que puedes elegir. Elegí el no. Y me metía en mi casa que no tenía ventanas a ver mis videos de Placebo y a producir un portafolios imaginario. De cierta manera me sentía segura.
Pero como todas las profesías, la mía me pisaba los talones pues el hombre frío de repente comenzó a aparecerse en mi casa. Abría la puerta sin saber que era él, pasaba, se extendía en mi sofá y me contaba sus problemas. Esta fase es la más peligrosa en el enamoramiento, pues dependiendo el enfoque del narrador uno puede sentirse profundamente identificado o rechazarlo terminantemente. Talvez de haber sido una persona amorosa, detallista y sencible hubiera sentido rechazo, pero al ser la persona más grosera y distante del mundo, de cierta forma el ser la depositaria de sus más profundos pensamientos me hizo sentir especial y descubrí dentro de mi misma el horrible y nauseabundo instinto de querer cuidarle. Me contemplaba a mi misma con los ojos llenos de pánico ante mi irremediable destino mientras iba callendo, cada vez más hondo.
Y pasé dos agónicos años intentando cuidar al hombre más callado, distante, frío y grosero del mundo hasta quedarme vacía por dentro, escuchaba como circulaban las frías corrientes de aire a través de mis venas, notaba la erosión de mi cara por los salados torrentes de todos los días, la profesía finalmente había matado mis ganas de amar. Pero como uno no puede ir por la vida a medio morir, me pregunté muchas veces cómo podría modificar mi patrón para elegir hombres porque uno nunca puede dejar de ser uno mismo y yo siempre llevaría la profesía a cuestas.
Y así como Isis iba recolectando los pedazos de su esposo Osiris a través del Nilo, yo iba por el mundo recolectando fragmentos de paradigmas de las parejas que me iban gustando. Esperando el día en que pudiese romper la profesía y finalmente dejarme ser amada.

jueves, 14 de octubre de 2010

cuento número diecinueve

Era de mis tiempos heridos cuando alguna vez entre el grupo multicultural con el que salía esa noche había un rubio de cabello quemado con una textura similar a la paja. Llevaba un sueter de rayitas negras y rojas como el de Freddy Kruegger. Esa noche mi agenda estaba libre y la verdad es que me sentía simplemente aburrida, tenía desde hacía dos meses un novio británico al que extrañamente le infundía demasiado temor para poder salir conmigo.
El rubio y yo hablamos un poco para descubrir que en verdad se encontraba demasiado borracho para registrar cualquier cosa, así que lo dejé silencioso y sentadito a mi lado, estabamos en una de las mesas cuadradas de uno de los bares más populares de la ciudad, yo me encontraba justo en la esquina de la mesa, justo en ese lugar donde pueden acercarse los carteristas, los vendedores de rosas sin que nadie se de cuenta. Ese día se me acercó un hombre que traía los mocos de fuera y un ojo más grande que el otro, ambos poblados de gruesas lagañas. Y me dice insistente que le de un beso, que por favor le de un beso, que necesita un beso. Y es tan insistente que mi amigo Cristian tiene que decirle que voy con él, que él es mi novio y tengo que sentarme sobre sus piernas porque el desconocido esta casi encima de mi y no hay más lugar en la mesa. El desconocido se serena. Y se queda callado, pero conforme pasa la noche la conversación con el rubio se va poniendo buena y toma mi mano por debajo de la mesa, me acaricia los nudillos con las puntitas de sus dedos y finalmente me besa. Entonces como si hubiera estado todo como cubierto de pólvora y hubiera encendido una pequeña chispa, siento las decenas de ojos de las tradicionalmente conservadoras mujeres mexicanas acribillarme con la mirada, al mismo tiempo la más incriminadora de las miradas de mi amigo Pablo que esa noche velaba por los intereses de mi desaparecido novio británico y mis compañeros de piso que no podían creer que estuviese sentada en las piernas de un hombre casado como lo estaba Cristian. Al mismo tiempo el hombre de los ojos desiguales comenzó a gritarme, que Cristian no era mi novio si estaba besando al otro, que le había mentido y que me fuera inmediatamente al baño con él porque quería follarme. Y me grita de tal forma que tengo que salir del lugar, sola y con toda la sala escupiendo calificativos hostiles como "zorra" o "cualquiera" contra mi. Sin embargo el rubio sale después de mi y me acompaña para que nadie me haga daño, extrañamente observo que no quiere nada de mi pues no vuelve a besarme, ni me pide que lo deje entrar en mi casa. Me entero que es alemán y que se llama Nico. Después de esa noche nunca volvió a pasar nada entre nosotros dos a pesar que al día siguiente había roto con mi ausente novio. Nico vuelve a llamarme pero sorprendentemente se convierte en mi compañero de teatro, el hombre al que podía llevar a las obras más pesadas y conceptuales, un par de días incluso me atreví a invitarlo a las que eran en catalán. Tiempo después me confiesa que no entiende absolutamente nada del catalán pero que disfruta de estar conmigo como deben disfrutar dos viejitos que se conocen de hace mucho tiempo.

miércoles, 13 de octubre de 2010

cuento número dieciocho

Se ve que en algunos círculos esta en voga una técnica para marcar distancia. Es curiosa la incidencia que esta técnica ha tenido sobre todo en mi círculo de profesores. Yo la califico como "la técnica para marcar territorio" y consiste en el primer día de clases o bien lanzar cual daga la cita más compleja que encuentres en internet de Focault o bien insistir constantemente en estas dos palabras "Focault" y "posmodernismo".
Así que dada esta introducción, podemos centrarnos en el día en que mi amiga había organizado una fiesta multicultural. A mi me pareció interesante mezclar en este único evento mis dos círculos inmezclables cual aceite y agua, mis amigos artistas y mis amigos mexicanos. Así que estábamos todos en este departamento diminuto, yo había preparado la famosa gelatina de yogurt con salsa de mango que me había pasado la mamá de Luis.
Era de los pocos momentos en los que podía disfrutar de este raro elemento que era mi amigo mexicano y artista suficientemente extravagante para no desear participar en la mayoría de las fiestas. Ahi estaba él con su sueter de rombitos, sentado en el banquito del gato. Me acerqué para acompañarlo y al mismo tiempo se acerca mi amigo de la facultad que casualmente lleva también un sueter de rombos y al cual le he apodado moreno de fuego porque todos en la facultad, hombres, mujeres y a veces insectos se mueren por tener un romance con él. Así que estando los tres ahi, decide aplicar la técnica Focault que ya le sale tan natural y no solo eso, sino que posteriormente pronuncia postmodernismo unas cuantas veces y mi amigo impávido y sin esfuerzo le contesta otra cosa que desencaja de tal manera la técnica Focault que nos quedamos el moreno de fuego y yo con las mandíbulas descolocadas y babeantes ante el ingenioso comentario.
-¿Quién es él?- Me pregunta el moreno de fuego.
-Es el amigo de mi pueblo, solo que esta casado.
Y pienso que es una lástima que este casado porque harían tan buena pareja ya que el moreno es tan imposible que solo otra criatura imposible podría posibilitarlo.
Después de dos años ya nadie recuerda la historia en la que podía haber sido lo inimaginable pero tras la triste separación de mi amigo y su esposo pensaba que talvez habría alguna vacante para una Celestina por afición en esta historia, así que le hablo a mi amigo del interesante día de una fiesta en la que había hecho gelatina de yogurt con salsa de mango y la única ocasión en que he visto desarmada la técnica Focault por nada menos que él mismo. Y se ríe y puedo despertar su interés en el moreno de fuego que unos días más tarde comprueba lo que le he dicho, es intimidantemente guapo.
Las cosas con el moreno de fuego resultan tremendamente duras. El trabajo de una Celestina es tan difícil porque todas las personas siempre llevan oculta su personalidad en el amor, así que alguien perfectamente dócil y perfectamente normal puede ser extremadamente duro y terrible a la hora de amar.
El moreno de fuego era tímido y hermético contrario a su comportamiento diario, parecía tan terriblemente temeroso a enamorarse que siempre se quedaba en primera base, le intimidó el primer acercamiento que había intentado mi amigo y quedó permanentemente cerrado a cualquier cosa.
Así el otro día mientras tomábamos una copa en un lugar del centro, pregunta la mejor amiga del moreno de fuego que ¿cómo voy con mi trabajo de Celestina?, que el otro día que vio a mi amigo le pareció "muy mono". Y no solo eso le dije, es muy inteligente y le encanta el arte. Si si, dice ella, pero lo ideal sería que el moreno encontrara alguien con quien hablar de Focault (se lamenta) y yo quisiera que todos recordaran el único día que he visto que alguien ha podido bajar a Focault de su irrompible pedestal.
Maldito.

martes, 12 de octubre de 2010

cuento número diecisiete

A veces uno ama demasiado pronto, a veces se ama a destiempo, a veces uno ama demasiado tarde.
No eran parejita de la prepa, talvez a ella le gustaba, talvez no. Talvez es de esas personas que como yo en la primaria nos gustaban como 4 a la vez. Talvez era menos ambiciosa y solo le gustaban dos.
Yo sabía que quería al chico que se había mudado a Londres, pero también pienso que la amistad entre un hombre y una chica, especialmente en la juventud es imposible. Todos queremos saber del amor, todos estamos deseosos de experimentarlo, jozarlo, sufrirlo y volverlo a gozar. Ellos eran como una especie de siameses de ojos verdes, parecía que hubieran nacido juntos a pesar de que él había llegado a penas en secundaria.
Traía un acento extraño de una de estas tierras de desierto. También aparentemente libraba una cruenta batalla interna de saber que era diferente a todos los que conocía, no diferente del que pasa desapercibido y que es considerado solo un poco excéntrico, sino que era de esos diferentes que provocaba unas ganas irrefrenables en los otros niños de insertarle el puño en su curiosa cara. Ella tenía un amor especial por los débiles, la delantera mas peligrosa de su equipo de futbol, inmediatamente había reconocido la tristeza de esta taciturna criatura y había decidido adoptarle como amigo, quererle y protegerle siempre. Dicen que han estado eternamente dentro del amor, dicen, aunque siempre he tenido la sensación que él parecía siempre estar demasiado ocupado con lo que era y lo que necesitaba y lo solo que se sentía para saber que la tenía a ella. Aunque aquella noche que bajo el efecto de unas cuantas copas se acerco y sintió su cuerpo de cerquita, tibio y sediento, pidiendo que se acercara un poquito más pero no tanto. El se acercaba más pero como animal torpe no se había dado cuenta que ella le quería de verdad.
Se tardó tanto en reponerse del susto, que fue solo hasta media década después que se aparecía el otro. Lento y suyo, del tipo de gente que da un paso a la vez, un paso de vez en cuando y que parece no tener prisa de nada. Le fué empujando hasta tenerlo con ella, donde quería y donde le necesitaba, donde ya no tenía que empujar y justo cuando él estaba ahi, en ese punto que en el léxico gastronómico podría denominarse como el punto de turrón. Volvió su amado siamés con su fragilidad y tristeza, necesitado como siempre que alguien lo cuidase. Las piernitas que años antes habían anotado millones de goles ahora tiritaban anunciando su derrumbamiento.
A veces uno ama demasiado pronto, a veces se ama a destiempo, a veces uno ama demasiado tarde.

lunes, 11 de octubre de 2010

Cuento número dieciseis

El primer año que estaba aqui conocí a Maria Antonia poco antes de irnos a Suiza, muy solemnemente me dijo "mientras estes aqui, nunca estarás sola". Yo no esperaba nada, así que el comentario se me resbaló.
Cuando regresé me invitaba a su casa todos los fines de semana, después incluso me quedaba a dormir. Cuando regresaba a la mía los domingos y me encaraba con el silencio y la soledad y era francamente un reto no ponerse triste. Me apunté al gimnasio y saturé mi día de clases. De todas formas siempre quedaban huecos.
Ella, como una buena madre sustituta decidió desarrollar una especie de terapia contra la tristeza, pensaba que si me regalaba una actividad que me desconectara de todas las voces que escuchaba en mi cabeza, nunca me sentiría sola. "Te quiero enseñar a tejer" me dijo un día. Amo conocer de cerquita a la gente, siempre te puedes llevar algo de ellos, como me he llevado el amor por la pintura de mi mamá o el placer por las matemáticas de mi hermano, sin embargo yo recordaba mi primera experiencia con el tejido con bastante terror de alguna vez que mi abuela había intentado enseñarme y yo no había podido pasar de la primera linea, pero también recordé la fallida primera vez que mi papá intentó enseñarme a andar en bicicleta para cuatro años después encontrar victoriosa y alegre una de mis más placenteras actividades bajo la tutoría de mi hermano mayor.. Talvez soy una mujer que se enamora a segunda vista, talvez soy la mujer de las segundas oportunidades. Decidí probarme en el tejido por segunda vez. María Antonia sacó un chaleco que había hecho la tía loca y que no le había quedado muy bien, lo deshizo y me regaló una preciosa lana heterogénea de un gris medio aperlado. Milagrosamente me salían las lineas con facilidad, aprender algo que te ha costado tanto trabajo es mucho más placentero que si lo aprendes facilmente.
Comencé mi bufanda a principios de octubre, mi sencilla pieza viajaba a todas partes conmigo y cuando mi cabeza se ponía escandalosa e insensata era mi pieza la que me rescataba de aquel horroroso lugar. Para mediados de abril mi bufanda ya era kilométrica, pero extrañamente no era planita como todas las bufandas sino que se hacía un gigantesco y gordo churro. Mi bufanda era especial pero estaba incompleta. En mi familia, las bufandas siempre han tenido un significado extraño, talvez porque es el hobby de mi abuela pero las bufandas se habían convertido en un regalo de despedida. Recibí una bufanda el día de mi graduación de prepa por parte de mi abuela, y otra por parte de mi mamá el día que me fui de México. Estaba mirando la que me hizo ella, me había dado a escoger los colores, yo quería un mar de azules y violetas, pero el día que la recibí noté que tenía una sola franjita roja que chillaba por encima de todos los azules. "¿qué es esto?" le pregunté. "Pensé que sería divertido y cada vez que veas la franjita roja, pensarás en mi". Asi que cuando llevo mi bufanda azul, también llevo a mi mamá en la franjita roja. Por ello concluí que mi bufanda estaba incompleta porque no significaba nada para nadie. Unos meses después llegó Regina que venía de un duro año viviendo en Londres. Le regalé mi bufanda a ella, pero en vez de ser un regalo de despedida era un regalo de bienvenida. Bienvenida a Barcelona, bienvenida a una tierra donde hay amigos.

domingo, 10 de octubre de 2010

cuento número quince

Cuando él se me acercó, yo ya sabía que no me gustaba y que nunca iba a gustarme y de hecho pasaba mi pequeño luto por mi amor perdido Mike, que en ese momento a pesar de que habian pasado ya nueve meses, yo le seguía amando mucho y veía lejos el día en que pudiera olvidarlo.
Y llega este hombre y me pregunta que cómo puede hacer que una mujer olvide a otro hombre y francamente no se qué contestarle porque yo no he podido olvidar a Mike y si supiera ya me lo habría arrancado del corazón o de la piel. No lo se, pero no recuerdo que le había contestado. Al día siguiente contemplo con pánico que el hombre quería regalarme una paleta de chocolate. Soy yo ella?. Y ante mi incapacidad de decir que no, la cual siempre he tenido, me quedo callada y simplemente evado la situación sin gracia ni encanto. El hombre se enfurece y me dice que él solo ama a tu prima Raquel. Y me siento contenta porque pienso que en el fondo se la cree. Sin embargo en la clase de deportes siempre pasa gritando. "A nadie la gusta ser plato de segunda mesa" o algo así, en realidad ignoro a que se refiere pero ahora, como diez años después aparece guapo, varonil y super gay guardándome un extraño rencor que no distingo si es imaginario o que pero que le hace negarse a hablarme todavía como si tuviera el corazón roto o le hubiera agredido de alguna manera cuando unicamente estaba presintiendo que en realidad se era infiel a si mismo.

sábado, 9 de octubre de 2010

cuento número catorce

Talvez no sabía manejar el amor, no la había conocido sola nunca. El día que comenzamos a hablar era porque había roto con su novio, un hombre violento y celoso.
Los fines de semana nos subíamos en el cougar blanco con cinco termos rellenos de vodka y jugo. Aún sin hacer nada, las cinco la pasábamos bien, solo en aquella época he disfrutado bailar, talvez porque siempre estaba muy borracha o talvez porque no había expectativas sobre todo lo que iba a pasar, pero cada semana se nos presentaba una historia de amor. Y a pesar de que en el pueblo ya los conocíamos a todos y ya los habíamos besado a todos, seguíamos buscándolos y seguíamos besándolos. Ahi quedaba la cosa y era maravilloso.
En poquitísimo tiempo habíamos desarrollado una extraña química de grupo que no he vuelto a experimentar en ningún otro grupo, estábamos bien todas, estabamos bien en pares o en tercios, nunca salía nadie sobrando y cada quien aportaba algo especial.
A ella le gustaban mis pensamientos, mi pluma y mi pincel. Nos gustaba mucho compartir música y escuchar los éxitos de Bjork mientras descifrábamos la máquina de coser. Salíamos a correr y a patinar hasta no aguantar las piernas y desarrollamos un gusto privado por el té de Chalteco. Nunca había estado sola, no sabía estar sola. La pasabamos bien.
Al final de curso el grupo tenía que desmembrarse, nadie o casi nadie se quedaría en un área cercana, cada quien partía a un país diferente y era una desgracia, quisimos despedirnos en grande. La tía Eli prestó su casa de la colonia Roma y para variar tomamos muchísimo vodka y bailamos como locas sobre la mesa, tomábamos fotos, reíamos mareadas y sin zapatos.
Ella me abrazó preguntándome ¿oye y si lo intentamos?. Nunca me había planteado la posibilidad de estar con una mujer. Tampoco me parecía tan descabellado, pero ella no me hacía hervir la sangre como lo hacía el primo Pablo, Camacho u Omar. Admiro la emotividad, inteligencia y sutileza de muchas mujeres, pero la verdad es que no me ha gustado ninguna. No le dije nada, pero pienso que ella no sabe estar sola y confunde la mutua admiración y la química perfecta con otra cosa. No dejamos de ser amigas ni de querernos un poco. Siempre me había preguntado cuál era la diferencia entre un mejor amigo y un novio. Siempre lo he definido como esa ebullición sanguínea.

viernes, 8 de octubre de 2010

Cuento número trece

La primer semana que llegué a esta beca, me sentaba todos los días en la entrada porque odio llegar tarde a las cosas serias. Esperaba entre diez y quince minutos mientras miraba como amanecía. Entonces salía este chico callado y cool del bar, con todo el porte que yo habría relacionado con la gente más popular. Me gustaba imaginarlo en sus glorias pasadas de la preparatoria.
Un día llegué tan temprano que lo vi salir a tomar su café, me invitó a acompañarle. Me da terror conocer gente nueva pero también me gusta entablar conversaciones con desconocidos, así que fui.
Yo le conté de mi proyecto de final de carrera pero no podía distinguir si estaba aburrido u horrorizado, de cualquier modo en ese entonces no podía hablar de otra cosa que no fuera la violencia en México, así que supongo que fue una mala conversación de café.
Todos los días esperaba que abrieran la puerta estas personas que al final eran tres. En ese breve momento nos gustaba quejarnos amargamente de los lunes o festejar cuando llegaba el viernes, ponerle apodos a la gente desagradable o diseñar playas imaginarias donde solo estaba invitada la gente cool. Es increible las cosas que puedes hablar con tan solo 10 minutos. Si dicen que las narraciones de internet estan fragmentadas, ésto era lo más parecido en una conversación real.
Llegó el día de mi presentación final y yo necesitaba un telar para coser libros y un pedestal hecho de madera.
En una de nuestras breves conversaciones me quejé de la cantidad de trabajo que me quedaba por delante para encontrarme con sorpresa al día siguiente con que uno de ellos, el que tenía el humor más ligero que he conocido, había sacado quién sabe de donde este arcáico armatoste que había averiguado que se trataba de un telar. Mientras que el chico del café había traido un pedestal de madera confeccionado por él mismo y bellamente armado con tornillitos color dorado. Nunca he sabido cómo agradecer este tipo de gestos pero ha sido de las veces que me he sentido más afortunada. Ya el día de mi exámen miraba la instalación de mis libros, con dos pedestales creados por personas amadas, los libros construidos por muchas manos y de cierta forma pensé que era un proyecto que no podía salir nada mal porque ya no era un proyecto individual y aunque no lo dijeran los créditos porque no sería bien visto por la institución, en realidad se trataba de un proyecto colectivo.

jueves, 7 de octubre de 2010

Cuento número doce

Pasé tres años esperando una plaza en la Facultad de Bellas Artes.
Entre esos años recuerdo sobre todo tres incidentes en especial. El
primero, el día que se me cruzó la escuela de diseño de Eindhoven, mi
segundo año en Barcelona, que tenía talleres enormes, una infinidad de
recursos y aparentemente la vanguardia en su aproach al diseño. Sentía
que tenía que estar ahi. El día que anuncié que deseaba irme y que
estaba trabajando en un portafolios para ser admitida. Aquel hombre al
que le gustaba y me gustaba pero que nunca hablaba conmigo me pidió
que no me fuera. No por él, eso jamás lo habría admitido, sino porque
la Facultad de Barcelona tenía un método de trabajo diferente. Le
hablé de mis miedos al conocer la escuela y algunos comentarios que
circulaban por ahi. Entonces le puso play a un DVD que tenía por ahi.
En el video había un corsette femenino de metal, descanzando firme
sobre una crinolina soldada con alambre de puas. Sobre esta pieza se
proyectaba el juego de luces que reconocí de su ventana y una ópera
dramáticamente bella.
La pieza era suya y había sacado la matrícula de honor de su clase con
ella. "Donde sea que estes, siempre puedes aprender algo bueno, pero
solo si lo deseas."
Decidí esperar un año más.
Después cuando apareció el hombre de las constelaciones de madera
sobre los ojos, mi rescatista voluntario y amoroso, me pregunté si no
estaría aferrándome demasiado a la idea de qué estudiar y dónde.
Le planteé la hipótesis de mi regresando, era casi un hecho.
El hombre sintió pánico y me dijo que si viviera ahi las cosas serían
muy diferentes. Me sentí desilusionada. Pensé que no perdía nada
esperando otro año.
Al año siguiente apareció esta criatura, brillante y silenciosa como
joya perdida, solitario y frágil. Me enamoré terriblemente de él, como
nunca me había enamorado y como no he vuelto a enamorarme, parecía el
hombre que había sido hecho especialmente para mi. Decidí regresar a
casa, no había dudas esa vez.
A la mañana siguiente aparece un mensaje en mi teléfono, "felicidades,
usted ha sido admitido en la Facultad de Bellas artes". Pensé que
posiblemente en algún lugar del universo algún díos me habría creado
con la única finalidad de servirle de divertimento, ironías de la
vida.

miércoles, 6 de octubre de 2010

cuento número once

Era el día de mi cumpleaños. Mi mamá me había preguntado una semana antes qué era lo que yo quería que ella cocinara. En ese entonces estaba a dieta y era mi fantasía la idea de que el día del cumpleaños de una persona, esa persona tenía que ser la protagonista y por decirlo de alguna forma el tema de la fiesta. Consideré justo y coherente que si yo estaba a dieta, pudiera haber un menú dietético para todos los invitados.
"No habrá postre" le dije, pero había planeado un amplio buffete de ensaladas y aves no grasosas, iba a ser una comida increiblemente deliciosa y ligera como el mismísimo aire.
Para mi mamá había sido un reto terriblemente retorcido porque se encontraba en la mitad de una competencia por ser la mejor cocinera contra sus hermanas, era de esas competencias tácitas de las que nadie habla y nadie dice nada pero que llevan tantos años y tantos sentimientos heridos que cualquier error podría costarle la cabeza. La comida fácilmente rica esta hecha con grasa, condimentos y azúcar. Mi mamá fue presa fácil de su propio ego y no pudo resistirse a probar una receta nueva.
Cuando finalmente llegué a la fiesta miré que en la mesa central descanzaba un postre de chocolate negro, una especie de bizcochito suavemente enrollado sobre si mismo y relleno con finas capas de crema y mermelada de fresa. Horrorizada mudaba mi vista del terriblemente apetitoso pastel a mi mamá y de mi mamá al pastel.
"¿cómo pudiste hacerme esto?" le repetía mentalmente una y otra vez. Tan grave fue la afrenta que tuve que salir casi corriendo al centrito comercial del pueblo. Al encontrarme a una amiga la abracé con tristeza y amargura contándole la historia del pastel.
Ese cumpleaños estuve triste porque en una batalla de su ego y su ansia por la victoria contra su amor por mi, había ganado la parte más fea.
En la noche al salir a despedir al ultimo invitado, me encontré con una delicada flor tallada en madera colocada justo sobre el tapete de la entrada. La cartita decía "Una flor que dura más de un día, feliz cumpleaños". Sabía de parte de quién era, pero extrañamente nunca se atrevió a confesármelo. Finalmente la flor duró mas de un día y todavía permanece erguida sobre mi cuarto, la única flor que hubiera podido hacerme olvidar un apetitoso pastel de chocolate que nunca pude comerme.

martes, 5 de octubre de 2010

cuento número diez

Tú y yo tenemos una forma similar de amar. Intensamente, con dureza también, pocos afectos a los cuales inyectarles muchísima fuerza. Pedimos mucho, pero también damos de más. Talvez por eso nos queremos tanto, en nuestra propia definición del amor nos encontramos correspondidas en justa medida, a veces sobrepasadas por la recompeza. Nos gusta el placer y el recibir, pero creemos en la responsabilidad y la lealtad, hemos aprendido a ser empáticas y respetuosas, lo cual nos ha costado mucho.
Llegaste un día a comunicarme lo que él había decidido, fuiste dócil y dulce porque sabías que sería una noticia difícil. Estabas muy indignada lo cual me hizo sentir cierta dignidad en mi dolor. Me enseñaste una carta que él le había escrito a ella con exactamente las mismas dulces palabras que me había dicho a mi, mentira tras mentira. No me sentí enojada ni rabiosa ni indignada. Sentí una cierta melancolía resignada. Deseaba cansar mi cuerpo para no pensar tanto y para dejarlo pasar. Compré unos cuantos botes de pintura color azúl cobalto y verde manzana para pintar mi cuarto, pintaría las paredes desde que abriera los ojos hasta la madrugada. Y pintaba todo el día, movía los muebles, protegía los muebles y dormía en todas partes. Al final del día tenía los brazos terriblemente cansados, el cuerpo de repente se me rendía en un sueño profundo y reparador. Tú me conocías perfectamente, las cosas que me gustaban, las que no y esas que nadie conocía pero podían traerme consuelo. Llegaste y tocaste a mi puerta. Me dijiste, te traigo un regalito y asomándome al exterior descubrí que habías traido al hombre aquel que conoci en Cuautla y que me parecía extraordinariamente guapo porque según yo se parecía a Gavin Rosdale el vocalista de Bush. El hombre estaba ahi, sonriente e increible esperando poder platicar conmigo. Tú la dama celestina brindadora de buenas y malas noticias, ave elegante nocturna y de perfecta voz te habías tomado tantas infinitas molestias para encontrar en el mundo a lo que yo consideraba la perfección masculina por el simple hecho que aquel día me sentía melancólicamente triste.
En la escuela y en mi casa siempre me he sentido demasiado adulta, porque mi hermano tenía asma tenía que ser responsable e independiente, porque mis papás tenían los problemas que tenían, yo tenía que ser silenciosa y ocuparme de mis propios problemas. Nunca me gustó pedirle ayuda a nadie ni necesitar de nadie, rara vez me sentí cómoda recibiendo la atención de nadie. Sin embargo, por la forma en la que tú me amabas siempre me hiciste sentir como la protagonista de un cuento increible.

domingo, 3 de octubre de 2010

cuento número nueve

La última vez que habíamos cortado, creo que había sido cuando había empezado a gustarle la niñita esa y yo me sentía tan celosa, no quería permitir ni que me pusiera el cuerno o que bajo esa fachada de civilidad fuera saliendo con ella a tantear las aguas. Nos peléabamos mucho y alguna vez cuando fuimos impulsivos marcamos una raya.
Me hacían llorar canciones como "Leaving on a jet plane" o "I don't wanna miss a thing", todo el dísco "Bajo el azul de tu misterio" me colocaba en un estado de melancolía y tristeza que extrañamente se me sigue manifestando hasta ahora. Miraba mi cuerpo, le preguntaba porqué se sentía así y qué procedía ahora. El cuerpo se sentía como se sentía. Lo extrañaba con todas mis uñas y a veces hasta con el cabello. Y la verdad absoluta es que mi cuerpo estaba lleno de amor y por ello era tan difícil.
El día de mi graduación de secundaria, había tres chambelanes, Kike, un pretendiente rechazado, Memo Hermosillo y él. Miré desde la entrada las tres posibles opciones y me temblaban las manos de pánico de pensar que tendría que entrar de su brazo. Entonces llegó Memo, sonriente, guapo y elegante salvando la terrible circunstancia, ignoro porqué era tan necesario entrar del brazo de un hombre, pero esa noche amé a Memo Hermosillo.

sábado, 2 de octubre de 2010

Cuento número ocho

A Roberto le gustaba Giselle desde que tenía diez años, sin exagerar. Giselle era la niña popular y desinhibida que era amiga de todos y de nadie. Quien sabe quién le gustaba a Giselle.
Roberto era el niño que tenía la boca rellena de brackets y lentecitos de esos que estaba claro había escogido su mamá. Estoy segura que Giselle nunca notó a Roberto. Ya más grandecitos Roberto se volvió alto y fibroso y resultó una belleza exhuberante al más puro estilo cubano. A mi me gustaba Roberto, y un día que estaba borracho intenté besarle su enorme boca. El tipo se quedó estático y frio, fue como si hubiera besado una mesa. Comprendí que Roberto tenía conflictos para besar gente.
Le pregunté uno de esos días que si la escuela y él mismo sabían que yo le gustaba ¿porqué no éramos novios? y me dice que soy demasiado rara para él. La verdad es que tiene razón, pero me quedo con el corazón bombeando fragmentos de hielo, herida, sola y terriblemente indignada cuando aparece depronto de la manita con la hija de una de las profesoras. La niña más ordinaria que hubiera existido. Sentí mi ego herido también.
La verdad es que no duraron mucho, una semana máximo. Pero pensé que Roberto no sabía escoger a sus chicas y tenía que hacer algo al respecto. Me pareció curioso que Giselle era ahora más accesible y le estuve hablando de lo increible que era Roberto y de lo bien que podrían verse juntos. Se le calentó la cabeza y esa misma noche se lo llevó al estacionamiento pero cometió el error de querer darle un beso. No estaba borracho pero respondió con la misma bocota rígida que yo conocía. Giselle me contó la historia terriblemente desencantada. Es tan difícil crear amor en este mundo, sin embargo descubrí que Roberto era de efecto retardado porque tres años después recordaba con curiosidad aquel beso robado y se le acercaba a Giselle como queriendo saber qué había significado.
Nos encontramos algunos años después en la boda de Abraham. Giselle me dijo, "tú tienes la culpa. Me comiste el coco para que lo besara" me sentí contenta, porque se veían felices. Ha sido esa vez única que he podido crear amor.

viernes, 1 de octubre de 2010

Cuento número siete

A Rodrigo le gustaba molestarme porque los transparentes vellitos de las piernas se me habían vuelto negros y gruesos. Incluso llegó a inventarme miles de horribles apodos, entre ellos "gime la vaca, mu" y el más doloroso "nopal". No conforme, incluso llego a componer temas musicales terriblemente incisivos y hartantes que cantaba con una constancia incansable durante clase, el recreo y en deportes. Al poco tiempo los niños de clase contagiados lo cantaban también. Era una persona muy infeliz en aquella época, incluso llegué a reprobar matemáticas y mi promedio descendió aparatosamente hasta alcanzar el seis, cosa que era a su vez escandalosa dentro de mi casa.
Un día, de la nada, soñé que el moreno de tercero de prepa me amaba. Me desperté muy extrañada del inusual sueño, sobre todo porque jamás había notado a semejante existencia. Comencé a observarlo, era comercialmente guapo y me enteré que la mitad de la escuela babeaba por él, le gustaba el futbol y descubrí que me desagradaba mucho su forma de caminar, me pareció que era demasiado consciente de su propia belleza. Se llamaba Omar y quería ser abogado. Tenía uno de los mejores promedios de su clase. Encontrar tantos contrastes en una sola persona me pareció bonito, Omar al final me gustaba mucho. Un día intenté tomarle una foto, pero terminé pasando un terrible ridículo frente a toda la escuela, sin embargo a partir de entonces debía pensar que talvez era la más tierna de sus fancitas porque cada vez que lo encontraba invariablemente me deslumbraba con su sonrisa de dentista frecuente. Me temblaban las piernitas y Rodrigo y sus terribles acosos eran ahora un hecho transparente.
Pensé que no era suficientemente digna para ser su fan y estudié con terquedad hasta alcanzar el 9.5.
La última vez que lo ví cuando yo tenía 13 y él 18, traía el virrete y la toga puestos. Yo lo miraba desde las gradas triste triste porque mi amor platónico desaparecía para realizar su sueño. Mi mamá, que le encantaban las historias de amor, había asistido también a la graduación de este desconocido y le miraba sonriente desde el asiento de al lado.
"Oye creo que te esta mirando". Pero por supuesto que no me miraba. "En serio que te esta viendo". Y tiene la osadía de levantar la mano y saludarlo desde la lejanía. Pero lo más sorprendente había sido el dichoso Omar con una risita abierta devolviendo el saludo. Talvez al final si que me estaba viendo.