martes, 30 de noviembre de 2010

cuento número sesentaicuatro

el ser humano es tan mentiroso consigo mismo que cuando le preguntes
acerca de lo que prefiere y lo que ama, siempre será capaz de mentirse
a si mismo.
Alguna vez me advirtieron, la primera vez el chico alto del
basketball, ten cuidado con él porque me han contado que es muy
mentiroso y la segunda vez me lo advertiste tú, me dijiste que creías
que solo se hacía amigo de las niñas que le gustaban y si tenía tanta
cercanía conmigo era porque posiblemente entraba en la regla.
Nunca le dije que me gustaba porque tenía el corazón roto y con
corazones rotos uno no debe de andar entregando algo que todavía no
recupera, él había sido ese momento intermedio entre el doloroso
pasado y el seguir adelante, porque siempre se tiene que seguir
adelante, lo difícil es encontrar los escalones correctos para
verdaderamente avanzar.
Un día me insinuó que le gustaría una de esas relaciones abiertas y
esporádicas y como en mi vida ya había tenido una dósis
suficientemente intensa de esporádico y abierto incluso la pregunta me
había provocado cierto malestar estomacal, me sentí insultada de solo
imaginar la situación. No, yo ya no soy abierta ni esporádica, ahora
soy viejita, ahora estoy medio muerta.
Pienso a veces que nos presentó sin querer, porque eras una persona a
la que admiraba mucho y yo era esa otra para la que nunca pude
decifrar sus sentimientos pero siempre pensé que me guardaba un
sincero cariño amistoso, creo que no deseaba mucho que tú yo nos
encontráramos porque el mundo con sus dos grandes figuras implotaría
en ese tipo de mágicas casualidades de dos personas que a ciencia
cierta son tan extremadamente compatibles y que se nota sin siquiera
buscar.
Un día contesté su teléfono porque él estaba ocupado, era una mujer
que seca y molesta preguntaba por él, sentí celos en su voz y me di
cuenta que él tenía una relación amorosa con ella, posiblemente ella
pensaba que era su novia o algo asi. Esa semana descubrí que de hecho
tenía relaciones amorosas con medio mundo, pensé que era
extremadamente abierto y extremadamente esporádico y que tenía mucha
suerte de estar cerrada y muerta.
Una semana antes de conocerte me di cuenta que ya te amaba, puede ser
protocolariamente incorrecto, pero simplemente lo sabía.
Un día me contó cómo había intentado estar con una chica que tenía
tatuajes de gatos muertos por todo el cuerpo y que eso le había
parecido especialmente feo. Compartíamos esta anécdota en el taxi
mientras me acompañaba al aeropuerto cuando así de la nada me
preguntó, Luis te gusta verdad?. Le dije que si y estoy segura de
haber registrado una sonrisa involuntariamente enorme con todo y
pómulos, mientras que él solo miraba para abajo y me decía con voz
apagada que le daba mucho gusto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario