En mi primera escuela desde que me mudé de casa, mi amigo más jóven tenía 60 años, con esposa, nietas y todo. El segundo fue un año raro de constante convivencia con octagenarios lentos y amorosos. El mejor de todos se llama Manuel. Manuel no sabe dibujar y habla castellano en casa. En clase habla mucho y trabaja poco pero aparentemente en las tardes no se despega de sus pinturas. Un día me lo encontré frente a un lienzo en blanco temblando de pánico. "Y ahora, ¿qué te pasa?", "Esque es tan blanco... me da miedo mancharlo" y veía que era un mal terrible que se repetía en casi todos los viejitos, yo pensaba que igual era la edad y el peso de la historia, ¿cómo podrían crear algo nunca antes visto?. Para mi, fueron mis primeros flirteos con las anhilinas y aunque en teoría era material muy barato y de poco prestigio a mi me encantaba dejarlas correr y descubrir que eran delicadas, sutiles pero increiblemente maleables. Manuel se sorprendió también de su delicada belleza y después de unas cuantas clases también compró las suyas y comenzó a imitar mis pinturas.
En ese entonces los trayectos en autobus a veces eran tan largos que tenía constantes revelaciones existenciales que oprimían mi estado de ánimo, además me habían subido la renta y a veces llegaba a mediados de mes con la cuenta bancaria vacía.
Manuel miraba mis altibajos anímicos preocupado, hasta un día que falté a la escuela porque no había tenido dinero suficiente para comprar papel ese día. Falté a unas cuantas clases por la misma razón, hasta un día que Manuel furioso me dijo que faltara a clase por cualquier razón pero que si era por dinero era realmente una causa muy estúpida. Esa clase me compartió de sus papeles y sus pinturas nuevas. Al terminar me extendió un paquete pesadito, dijo que lo había visto por ahi e inmediatamente había pensado en mi.
Llegando a casa lo abrí impaciente, se trataba de un libro encantador de caligrafía y un sobrecito amarillo, dentro del sobresito había una carta y cincuenta euros que me dieron mucha verguenza. La carta decía: Esta es una colaboración del más grande fan de tu trabajo, por favor acéptalo y nunca dejes de pintar. Manuel.
Los superhéroes conviven con nosotros, no tienen capa, son vulnerables y sensibles pero capaces de salvarnos con sus acciones altruistas, a veces sus superpoderes son unas simples palabras nacidas en el fondo de su corazón.
ResponderEliminarGracias.