martes, 28 de septiembre de 2010

cuento número cuatro

Estaba ahi y presenciaba cada pequeño besuqueo y tus espontaneos encerrones en el cuarto. No dolía tanto. Lo que si dolía había sido que siendo tú el que me había invitado y a pesar de que había tenido que cruzar media república, soportar las terribles alergias a aquel territorio profusamente vegetal y de que eras perfectamente consciente que aún te quería, por alguna razón que desconosco dejaste repentinamente de hablarme y decidiste fingir que había desaparecido, así regresé con la mano rajada y el corazón más que pulverizado.
Te escribía enormes cartas de rencor y amor herido en mi libreta roja. Ese día mi mamá fué a recogerme y yo le leía todas las cosas que te había ido escribiendo mientras a ella se le iban saliendo gordas lágrimas de empatía. "Lo peor ya pasó" dijo, pero he aprendido que el dolor es un sentimiento lento que necesita demasiado tiempo, cuidado y minuciosa observación y que igual un día estas bien y al siguiente puede ser que no tanto. Cada día que pensaba en ti y me hacías sentir triste o dolorosa sacaba mi hilo amarillo del bolsillo y bordaba una flor en mis pantalones de mezclilla. El me reconoció a la distancia ese día que por azares se había ido la luz y yo había tenido que salir a caminar, él estaba repartiendo agua. Se paró y me subi a su coche, le gustaba el asimétrico estampado de florecitas amarillas de mi pierna derecha, me preguntaba si lo había hecho yo. Comenzó a visitarme cada tarde, a veces llegaba con dibujos, a veces armábamos campamentos en el jardín, poco a poco y muy lentamente se me olvidaba el dolor. Un día en una fiesta me tomó la mano y notó la herida en mi mano izquierda. La miró detenidamente y comenzó a dibujar pequeñas costuras alrededor de ella. "¿Ves?, ahora si puede sanar".


don't forget the pain just remember all the love that you inspire.

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